Frascos y frasquillos / Tahalíes de cargas de pólvora

Cuando un arcabucero o mosquetero recibía el arma que le daba el oficio, fuera el arcabuz o el mosquete, éste le era entregado con "todos sus aderezos". 

Entre dichos aderezos, unos fundamentales: los elementos para transportar y dosificar la pólvora. 

En el frasco se llevaba la pólvora de arcabuz para cargar el arma. En el frasquillo, el polvorín – una pólvora de arcabuz más fina – que servía para cebar la cazoleta. 

Cuando la mecha con su cabo encendido puesta en el serpentín de la llave del arcabuz caía sobre la cazoleta, el polvorín prendía con facilidad y provocaba la deflagración de la pólvora alojada en la cámara del arma. 

Tanto el frasco como el frasquillo tenían un sistema que permitía dosificar la cantidad de pólvora vertida. 





Esta dosis era proporcional al calibre del arma, expresado en peso de pelota o bala de plomo. 

Frascos y frasquillos eran entregados por el ejército junto a arcabuces y mosquetes y descontados, coma todas las armas, del sueldo de los soldados. 

Pero los soldados podían llevar, además, otras dosis de pólvora que tantas veces hemos visto en grabados y pinturas: las cargas de pólvora en tahalí, como las que vemos a continuación: 




Estos tahalíes podían llevar 14 o 20 cargas. 

Estas cargas no eran doce, ni se llamaban apóstoles, pero tampoco se llamaban frascos. 

Los soldados, además, llevaban sus frascos y frasquillos con, por ejemplo, un peso de pólvora para 24 disparos. 


Aunque los arcabuces se calentaban, y había que esperar a que se enfriasen para seguir disparando. Aunque los restos de pólvora sin quemar quedasen en el cañón después de seis u ocho disparos, y hubiera que limpiar el cañón con el rascador – otro aderezo del arcabuz – se calculaba que un arcabucero debía llevar cincuenta balas fundidas, y un mosquetero, veinticinco. 

Por lo tanto, había que llevar la pólvora necesaria para efectuar tal número de disparos.


En un grupo internacional de historia militar a un compañero inglés le ha parecido rara o anómala la forma de portar el frasquillo en la espalda, como se ve en la pintura de Giorgio Vasari que retrata la batalla de Marciano en 1554. Sin duda no era práctico: lo recomendable era llevarlo al cinto, junto con el frasco, lo cual, no quiere decir que la representación pictórica sea incorrecta. 

Martín de Eguiluz en su Milicia, discurso y regla militar de 1595, advierte contra esta práctica. 

Esta advertencia contra esta mala costumbre, evidencia que se hacía y que era algo frecuente. Por tanto, Giorgio Vasari no se inventó este detalle, aunque pudiera así parecerlo: 

"y el frasquillo colgado en la cinta, con vn nudo en el cordón, metido por entre el cinto,y el cuerpo porque asi va seguro [...] porque a necesidad con el frasco puede ceuar en lugar de poluorin: y el embaraçarse por el frasquillo,y tardarle importaria mucho alguna vez y asi le lleua mejor, y no al cuello, ni echado a las espaldas, que es mala y peligrosa: porque quando ceua la caçoleta con el poluorin,le puede suceder vna desgracia,y se ha visto:y tambien parece, que aquel lleuar assi el frasquillo,es hazer burla de sus armas"


Para saber más sobre el armamento de los tercios:

Las armas de munición en el siglo XVI. Cómo [y cuando] se armaba un soldado de los tercios de infantería española



Addenda. Los doce apóstoles

Sigue habiendo mucha literatura, así como divulgación que recurren a la terminología de los "doce apóstoles" para denominar los tahalíes de cargas de pólvora. En español, y desde luego, en fuentes documentales de la época estudiada - el siglo XVI - no aparece tal término.

Según nos indica Amanda LaPorta [gracias a ella y a Santiago de la Peña por el apunte] los doce apóstoles aparecen mencionados en un pasaje del diario de Henry Teonge, capellán de la Marina Real inglesa, de marzo de 1678:

The best passage was that wee had a Fryar with us whoe haveing bin drinking wine was grone a little valiant and he had got a musket in his hand and a coller of bandeleares about him and to see him stand in his white coate ball d pate his muskett in his hand and the 12 Apostles rattling about him was a sight which caused much laughter 


Este monje bebedor que entretenía a los pasajeros del buque, tenía un "collar de bandoleras" y un mosquete en la mano y los doce apóstoles traqueteando a su alrededor. De este pasaje parece que se ha deducido que los doce apóstoles era el término coloquial para referirse a las cargas de pólvora en bandolera, pero de ser así, y de haber sido su uso extendido, habría más testimonios al respecto, y también en español.

En todo caso, en español parece correcto referirse en las formas ya indicadas: "tahalí de cargas de pólvora".  







El tercio de Lombardía [1559-1560] Reforma, organización, sueldos, alojamientos y disciplina de los soldados

Ordenó el Duque de Sessa que la paga de la infantería española se fuese hacer en Génova, por evitar que no se quedasen algunos soldados después de la paga: y como en aquellas se quisieron reformar las ventajas y se trató de que hubiese algún perdón o suelta de pagas, la gente se alteró y amotinó, y lo mejor que pude lo pacigué y aquieté

Relación que D. Alvaro de Sande dio a su Maj. de la jornada de Berbería de los años 1559 y 1560 [AGS, E.1338, nota a]



Resumen:


En el siglo XVI no solo se regulaban los aspectos militares de los tercios de infantería española: cuando cambiar la ropa de cama, el número de prostitutas que debía haber o como justificar una "baja por enfermedad", eran aspectos que se recogían en diversas órdenes. 

Al tiempo que se reformó la infantería española residente en Lombardía y Piamonte, se aprovechó para despedir a soldados estropeados, quitar ventajas a soldados particulares, y ponérselo más complicado a los chorrilleros. 

Una instrucción de Felipe II con un trasfondo económico y dos órdenes del duque de Sessa nos dan una idea de cómo vivían los soldados del tercio de Lombardía a mediados de siglo, y cómo se organizaba dicho tercio. 



Introducción


Aún firmada la paz de Cateau Cambresi, el duque de Sessa. gobernador del estado de Milán, era reticente a cumplir las órdenes de Felipe II en cuanto a desprenderse de parte de las tropas españolas que tenía a su cargo. Pero la muerte de Enrique II de Francia el 10 de julio de 1559, animó al rey de España a reiterar su orden de que se enviasen dichas tropas a una jornada en Berbería [Bruselas, 14 de julio de 1559, AGS,E, 1388,120].


Con toda la infantería que sobraba en Lombardía y Piamonte al final de la guerra con Francia - unos dos mil españoles [b] gente vieja y plática del antiguo tercio de Hungría - formado en 1538 - junto a varias compañías sobrantes del tercio de Lombardía, se formó el tercio del maestre de campo Miguel de Barahona, de dieciocho compañías.


Dichas compañías de infantería española se embarcaron en 13 galeras en Génova el 14 de septiembre de 1559 [AGS,E,1388,17]. Fueron a Sicilia para juntarse a la armada que fue a tomar Trípoli, y que se acabó perdiendo en los Gelves [mayo-julio de 1560].


A finales de 1560, por orden de Felipe II, se procedió asimismo, a reformar la infantería que quedó en los ducados de Milán y Saboya. Había veinte compañías y se redujeron a diez: se despidieron soldados y se reformaron oficiales. 


Al mismo tiempo, el gobernador de Lombardía, duque de Sessa, procedió a emitir dos órdenes: una que regulaba todo lo relacionado con los alojamientos, y otra, de tipo organizativo y disciplinario, que son las que transcribo y comento, por ser un tema de interés no tratado en el blog hasta la fecha.


Como escribió en su memorial el capitán Barahona, entre los soldados reformados a los que se les quitaron las ventajas, se hallaban soldados muy particulares, que habían peleado muy aventajadamente en Siena y Piamonte. Asalto al fuerte cerca de Porta Camolina en Siena, Giorgio Vasari.


1. Instrucción para la reforma de la infantería española de Lombardía y el Piamonte


La instrucción de diciembre de 1560 que da Felipe II para reformar la infantería española del Piamonte y Lombardía que reside en nuestro servicio en el Piamonte, es bastante breve en comparación con otras instrucciones - como la de 1538 para el tercio de Lombardía del marqués del Vasto - pero aún así aporta información interesante. 

También contamos con una lista adjunta de un presupuesto de dicho tercio, que tiene la particularidad de contar únicamente 160 ventajas de arcabuceros suplementarias para pagar dos compañías de arcabuceros, con lo que dichas compañías contarían únicamente con 180 soldados arcabuceros. Es posible que se tratara de un simple error contable.


Acabada la guerra en 1559, se procedía a reformar la infantería del norte de Italia, reduciéndola a un tercio de diez compañías y tres mil hombres.


Los puntos generales de esta reforma eran los que siguen:

  1. Se debía tomar una muestra general de la infantería.
  2. Se debía despedir a todos los soldados mancos e inútiles para servir. 
  3. Se debía despedir a todos los soldados no españoles. 
  4. Las compañías deberían tener 300 soldados.
  5. Los capitanes que siguieran en servicio debían ser los más hábiles, con más experiencia, y beneméritos.
  6. En caso de muerte de algún capitán, su plaza debería ser ocupada por un oficial que acreditase mérito suficiente para el ejercicio del cargo.
  7. Debía haber dos compañías de arcabuceros, y el resto, ocho, debían ser de picas. 
  8. Cada compañía de picas debía contar con un tercio de arcabuceros; o sea, que la tercera parte de los soldados debían servir con arcabuz
  9. Se insistía en que no debía haber más de este tercio de arcabuceros, dada la propensión de la nación española a usar ese arma, y los que no tuvieran plaza de arcabuceros, debían servir con pica.
  10. En el tercio debía haber 1.200 soldados coseletes. O sea, en una compañía de picas, habría 150 coseletes, 100 arcabuceros y 50 picas secas
  11. Los coseletes debían servir con el arma que les daba su oficio. No podían presentarse a las muestras con coseletes prestados, y debían luchar y caminar con ellos.
  12. No se podían permitir los fraudes en las muestras, pasando mozos y criados como soldados.
  13. Los soldados debían residir en sus compañías
  14. En cada compañía se debían repartir cincuenta escudos de ventaja. 

Arcabuceros, probablemente italianos, del ejército florentino-imperial liderado por el duque de Marignano, que derrotó a los franco-seneses en la batalla de Marciano el 2 de agosto de 1554. Pintura de Giorgio Vasari florentino.


Respecto al punto 14, hay que incidir, no tanto en la instrucción real para la reforma del tercio, como en los hechos. A priori, puede padecer que 50 escudos de ventaja por compañía, podía implicar que repartidos, hubiera 50 soldados aventajados por compañía de 300 hombres.

Lo que en realidad sucedió, lo explica Juan de Sagredo de Molina:
envio por orden de su magestad a rreformar todas las compañias ecepto que quedasen en no mas de diez banderas y que asi mismo les fuesen quitados a todos las ventajas de las tres partes las dos de lo que tenian y les avia quedado lo qual fue luego hecho por el marques de Pescara
La Jornada de Çendal i de Montalvo [...] y todo lo a él subçedido en Italia [...]


O sea, lo que hizo el rey Felipe fue retirar las dos terceras partes de las ventajas que tenían los soldados viejos de Lombardía, reduciéndolas a 50 escudos por compañía.

Ya a las tropas del tercio de Barahona que se habían enviado a la jornada de Trípoli, o mejor dicho, de los Gelves, se les habían quitado las ventajas, con revuelo mano armada:
la gente estaba alojada en algunos lugares de la ribera de Genova, donde se habia tomado muestra á todos y dado á los tudescos y italianos una paga; y porque á los españoles no se les pagaba todo lo que se les debía, y asimismo porque el duque de Sesa habia mandado que no se les pagasen las ventajas, se amotinaron en Sestre de Poniente, y hirieron al capitán Antonio de Mercado sobre quererlos concertar, y tomando una bandera se volvían la vuelta de Lombardía. 
Historia de la presa de los Gelves en África, por Diego del Castillo


Como apuntaría el capitán Barahona en un memorial presentado al rey en 1562, Felipe se quería aprovechar de veinte á treinta mil ducados de ventajas que se solían dar cada un año á los soldados  [1]:
Yo veo que no se trata en todos los Consejos sino de abatir la milicia y quitar la honra y el premio a los que la siguen, aconsejando á V. M. quite el sueldo á los soldados, y que no les haga merced, diciendo que les basta cuatro escudos ó tres para su mantenimiento, y que darles mas es hacerlos viciosos, que es mejor mantenerlos en pobreza para que sientan menos después las necesidades de la guerra 


Veamos el texto del documento: 



Instrucción para la infantería española del Piamonte y Lombardía que reside en nuestro servicio en el Piamonte


[Preámbulo]

Primeramente ordenamos y mandamos que se guarden y observen todas las órdenes é instrucciones dadas para el gobierno y disciplina de la gente que nos ha servido y sirve en nuestros Ejércitos de Italia de los cuales está tomada la razón en los nuestros libros del sueldo y demás dellas, mandamos, que se observen, guarden, cumplan y ejecuten inviolablemente los capítulos siguientes:


[Muestra. Despido lisiados]

Mandamos que se tome muestra general de toda la Infanteria spagnola que reside en nuestro servicio en el Piamonte y Lombardía, debajo el gobierno de dicho duque de Sessa nuestro capitán general y gobernador del Estado de Milán, y que se despidan y saquen della todos los soldados mancos y que fueren inútiles para poder servir 


La medida parece dura: después de años de servicio a la corona, a los soldados "estropeados" e inútiles se les despedía sin miramientos.

Lo cierto es que si los soldados no estaban físicamente en condiciones, ni era bueno para ellos, ni para sus compañeros, que siguieran militando en las compañias. Por otra parte, parte de estos soldados, podían ser despedidos del tercio, pero pasar a servir en guarniciones:

Los que al presente hay por la última muestra que se tomó á los 25 de marzo deste año de 1576 no son mas de trescientos y cuarenta y cuatro soldados, y en estos hay un gran parte de viejos y estropiados, que por ser de poco servicio se han retirado á servir en esta ciudadela

Relación de lo que se necesita en el castillo de Amberes, 23 de abril de 1576


En las guarniciones, un soldado manco podía hacer una ronda nocturna y captar si el enemigo acechaba, podía, en caso de emergencia, dar parecer y consejo de lo que había de hacerse, por haberse visto en otros asedios y defensas, y también podía ayudar a que los soldados bisoños se ejercitasen en sus oficios. Ser inútil para el combate, no significaba ser totalmente inútil para servir.

 

[Despido extranjeros]

Y porque tenemos información que en la dicha Infantería spagnola hay algún número de soldados que no son naturales spagnoles, y no conviene á nuestro servicio que esto se permita, por los inconvenientes que dellos suelen y pueden suceder, ordenamos y mandamos que en la muestra que ahora se tomare se despidan los tales, y de aquí en adelante no se reciba ni pague ninguno que no sea nacido y natural de España, y que el nuestro veedor, contador y oficiales que tomaren las muestras tengan de ello especial cargo y cuidado.


Era muy habitual que los tercios recibiesen soldados italianos, sobre todo, mozos españolados que se habían criado en la milicia como otro más. A veces, también se reclutaban adultos para completar unas compañías desgastadas por la guerra. Cuando sobraba gente, se prefería despedir a los extranjeros y conservar a los españoles.


[Pie del tercio reformado. Capitanes beneméritos]

Y es nuestra voluntad y queremos que el número de la dicha Infantería que agora hay, quede y se reduzga en 3.000 infantes, con nuestro maestro de campo y diez capitanes, y que los dichos tres mil soldados sirvan actualmente y sean electos hábiles y suficientes para nos y merecer el sueldo que se les diere, y que los demás se despidan como está dicho y que este número y no más se pague hasta que otra cosa mandemos, y no se esceda por ninguna manera dello, ni á los dichos capitanes, oficiales y soldados se les dé más paga de la que ordinariamente llevan, y mandamos que se tenga advertencia que todos los que tuvieren cargo en la dicha infanteria sean hombres hábiles y suficientes de edad para poder servir y trabajar en sus oficios, y hacer en ello lo que deben y son obligados.


[Compañías de 300 hombres. Capitanes beneméritos]

Assí mismo ordenamos y mandamos que todas las compañias de la dicha Infanteria se reformen y reduzgan de manera que queden en cada una de ella 300 soldados y no más ni menos, y los capitanes que se hobieran de despedir para que esto se cumpla y efectúe sean los más menos y que menos experiencia tuvieren en las cosas de la guerra, y vacando por muerte de algunos capitanes ó en otra manera sus compañías encargamos y mandamos con toda eficacia al dicho duque que las provea y dé á personas beneméritas y que hayan servido mucho tiempo en la guerra y tengan assí cualidades y experiencias della y méritos y habilidad para servir no teniendo en esto respeto ni consideración á ninguna otra cosa, sino al mérito de sus personas y servicios, y á lo que converná mas al nuestro.


[Dos compañías de arcabuceros. Tercio de arcabuceros]

No ha de haber en la dicha Infantería ni se han de pagar más de dos compañías de arcabuceros, y todas las demas se han de reducir á compañías de piqueros, pagando en cada uno dellas el tercio de la gente por arcabuceros, y no consintiendo que los que asi no fueren nombrados y pagados por arcabuceros, como dicho es, puedan traer arcabuces en la ordenanza ni servir con ellos sino con picas, y desto el dicho nuestro capitán general y el maestro de campo y sus capitanes han de tener particularmente cuidado para no permitir ni consentir ni disimularlo por ninguna manera, por cuanto conviene é importa mucho á nuestro servicio que esto se observe y cumpla, y assí con toda insistencia se lo encargamos y mandamos.


En la infantería española había una gran preferencia por servir con arcabuces. Tanta, que el exceso de arcabuceros daba problemas para formar escuadrones. Aunque en esta época los ejércitos eran mixtos, y había numerosos regimientos de alemanes sobrados de picas, se consideraba necesario regular a la baja el número de arcabuceros.

Con la reforma, quedaba el tercio formado por 10 compañias y 3.000 hombres [1.400 arcabuceros, 1.200 coseletes, y 400 picas secas]. Estos 1600 piqueros eran suficientes para formar un escuadrón cuadro de 40 soldados de frente, o es un escuadrón doble de frente, de 80 de ancho y 20 hileras de fondo.


El escuadrón, como este con sus guarniciones y mangas de arcabuceros, que se puede ver en el recibimiento que se hizo al archiduque Ernesto en julio de 1595, necesitaba de un cuadro de picas para resistir a la caballería o para afrontar con otros ecuadrones de picas. [Descriptio publicae gratulationis, spectaculorum et ludorum in adventu sereniss. principis Ernesti, archiducis Austriae... (1595), en Gallica, Biblioteca Nacional de Francia]


En la batalla de Marciano [2 de agosto de 1554] la infantería española formó en un escuadrón de 703 picas en forma cuadrada [de unos 25 x 25 o 26 x 26]. Tuvo que afrontar con un escuadrón de 3.000 alemanes de 60 piqueros de frente, con lo que no quedó otro remedio que reconfigurar el escuadrón para emparejarlo con lo del enemigo, pero se hizo a costa de reducir el fondo a 11 hileras; los enemigos tenían unas 50 hileras de fondo. 

Aunque los españoles vencieran este reencuentro, no convenía dejar a los soldados servir con las armas que ellos creyesen mejor para su servicio. Por lo tanto, este número de dos compañías de arcabuceros, y un tercio de arcabuceros en cada compañía de picas, que daba un 46% de bocas de fuego para el tercio, era más que suficiente.


[Coseletes. Número, armas con las que han de servir]

ítem: que en cada compañía según el número de la gente que tuviere, se pague á razón de mil y doscientos coseletes en todos tres mil infantes como va notado en la lista que va aparte de la dicha Infantería, en tanto que de ordinario las personas que pasaren con coseletes en las muestras y ganaren las ventajas dellos, se sepa y conste que los tienen effectualmente y que son suyos y no prestados, y que cuando las compañías caminaren, especialmente en tiempo de guerra, cada uno de ellos vaya armado con sus armas enteras con que ganare y se le pagare su sueldo y no de otra manera; y que el que se hallare y pareciera que pasó en la muestra con armas prestadas, y que no las tiene para servirnos y poder pelear con ellas, se le quite perpetuamente la ventaja que se le daba, y Si su capitán ó alférez tuviesen noticia dello, sean por el dicho nuestro espitan general reprendidos y castigados como le pareciere convenir como hombres que no usan bien y fielmente lo que deben á sus oficios ni cumplen con lo que se les cadena y manda.


Con este punto, se daba al tercio un 40% de coseletes, suficiente para formar un escuadrón bien guarnecido por sus cuatro costados, quedando solo unas 400 picas secas, buenas para estar en el centro guardando las banderas, así como para los asaltos y otros menesteres en que convenía ir a la ligera. 

Los soldados que tenían plaza de coselete, claro, debían servir con "sus armas enteras", o sea, con todas las piezas, incluyendo brazales y manoplas, piezas que algunos tendían a descuidar, sustituyéndolas por mangas de malla, más ligeras. 

Además, en las marchas se tendía a dejar las armas defensivas en el bagaje, transportándolas en carros, o llevadas por sus mozos. Por eso era de importancia remarcar que debían caminar con ellas, sobretodo en tiempo de guerra.

En el punto se advertía contra pasar las muestras con armas prestadas, cosa que - más que soldados - hacían criados de los oficiales con orden suya. 


[Fraudes en las muestras]

Y particularmente y expresamente prohibimos y mandamos que en el número de la dicha Infantería no se pague ní passe persona alguna que realmente y con efecto no sea soldado, y que resida continuamente con su bandera, y que lo que fuera de esta orden se pagare ó librare mandamos que no se reciba en cuenta al pagador, y que el contador del Ejército no lo libre sin dar aviso ó noticia dello á nos ó á las personas que por nuestro mandado tienen cargo de mirar por nuestra hacienda, encargamos y mandamos á nuestro veedor que, como cosa muy importante á nuestro servicio, tenga dello especial cuidado para no lo permitir ni admitir en ninguna manera sino que el número de los dichos tres mil infantes sirva y resida actualmente sin que se use lo que hasta aquí.


Los fraudes en las muestras van a ser algo recurrente, que no se va a erradicar en ningún momento. En todo caso, se pretendía que los oficiales limitasen el alcance del fraude, no pasando demasiado número de criados en las muestras con plaza de soldado.

Por una parte, se pretendía mejorar la hacienda del rey no pagando plazas muestras. Por otro, desde el punto de vista de la disciplina y la cohesión social, minimizar los fraudes era importante: los soldados, agraviados muchas veces por pasar meses sin pagas, debían muchas veces conformarse en los alcances o remates con un regateo, "perdón o suelta de pagas"  - los que se embarcaron en Génova con Barahona se conformaron con 4 pagas - y al mismo tiempo tenían que ver a criados pasando en las muestras para beneficio de los oficiales. 

El agravio podía espolear los ya cargados ánimos de los infantes hasta producirse el motín.


[500 escudos de ventajas]

item queremos que en el número de los dichos tres mil infantes se reparta y paguen quinientos escudos de ventajas en cada mes á las personas que el dicho duque de Sessa nuestro capitán general ordenare y mandare, siendo beneméritas, y que hayan hecho cosas señaladas en nuestro servicio, y que en esto se tenga el miramiento que se requiere para que queden las ventajas viejas y que no cargen todas en una parte y que participen todos igualmente dellas.

Este punto ya se ha comentado lo suficiente en la introducción.


[Sueldos de oficiales del tercio]

Al sargento mayor y barrachel de campaña, auditor, ni á los otros oficiales del Ejército no se les ha de dar más sueldo del que va señalado en la lista que se envía señalada de nuestro secretario infrascrito, no embargante que en esto haya habido por lo pasado algún abuso 


Dado en Toledo a 24 de Diciembre de 1560. 

(AGS,E,207)



Estructura y sueldos del tercio reformado


Quedaba entonces el pie del tercio de la manera que sigue:

  • Un tercio de 10 compañias y 3.000 hombres [1.400 arcabuceros, 1.200 coseletes, y 400 picas secas]
  • 8 compañías de picas, con 150 coseletes y 50 picas secas, así como 100 arcabuceros cada una
  • 2 compañías de arcabuceros de 300 soldados

En cada compañía había una primera plana sencilla compuesta por capitán, un alférez, un sargento, un pífano y dos tambores como primera plana, y doce cabos de escuadra. 

No se mencionan oficios tenidos por comunes en el ejército de Flandes [1567-1648]:  ningún capellán, ningún abanderado, ningún furriel por compañía, ni tampoco ningún barbero. 

El tercio contaba con un maestre de campo - que también era capitán de una de las compañías - un sargento mayor, un furriel mayor - que se ocupaba de los alojamientos, y un barrachel de campaña, que a caballo con seis ayudantes, se dedicaba a labores de policía militar. 

En el tercio se preveía un médico y un cirujano.

Respecto a los sueldos, son los comunes para oficiales y soldados, con las ventajas ordinarias de sus oficios: 


Relación de lo que montará el sueldo de un mes de tres mil infantes espagnoles  con diez capitames y sus oficiales y ventajas.


  • La paga de 3.000 infantes espagnoles a razón de tres escudos al mes á cada uno dellos... 9.000 escudos 
  • La paga de diez capitanes á razón de 40 escudos á cada uno al mes... 400 
  • Las ventajas de 10 alférezes, á cada uno doce escudos... 120 
  • La de diez sargentos á cinco escudos á cada uno... 500
  • Las ventajas de 120 cabos descuadra á tres escudos cada uno... 360 
  • Las ventajas de 1.200 coseletes que parece que será bien que haya en el dicho número, ...1.200 escudos
  • Las ventajas de la tercia parte de arcabuceros á un escudo cada uno, mil escudos, y más 160 escudos que será menester añadir para que dos compañías de las dichas diez, sean todas de arcabuceros porque lo demás se incluye en esta partida... 1.160
  • Las ventajas de 30 pífanos y atambores á razón de tres escudos cada año... 90 
  • Por la ventaja del maestre de campo, 40 escudos, y otros 24 por la paga de ocho alabarderos suyos á tres escudos cada uno, que son 64 escudos en todo...64
  • Que se han de repartir en las dichas compañías 500 escudos de ventajas á personas particulares á razón de cincuenta escudos por compañía... 500
  • A un sargento mayor 25 escudos por su paga... 25
  • A un barrachel de campaña, para él y seis compañeros á caballo con que ha de servir, 55 escudos... 55
  • A un furriel mayor quince escudos... 15
  • A un médico otros quince... 15
  • A un cirujano, 12 escudos... 12


De manera que monta un mes de sueldo de la dicha Infantería espagnola, como está dicho, trece mil sesenta y seis escudos... 13.066


Finalmente, transcribir la relación de los capitanes que quedaron. 

Destacar que uno de los capitanes era un antiguo maestre de campo reformado a capitán:

Los capitanes que quedaron en esta vltima rreformacion fueron estos

El maestre de campo don Sancho de Londoño

Sebastian de San Miguel, maestre de campo que avia sido

El conde Novelara

El capitan don Diego de Cordoua

El capitan Carrillo de Quesada

El capitan don Garcia Sarmiento

El capitan don Alonso de Vargas

El capitan Salinas

El capitan don Francisco Manrrique

El capitan don Garcia de Ayala y Sarmiento



2. Orden para los presidios de Lombardía sobre alojamiento, servicios, servidores de los soldados, caballos. 


los subditos generalmente estan exuatos [exhaustos] y trabaxados con la larga guerra aloxamientos y grauezas que an padescido


Los soldados de infantería de los tercios, cuando no se hallaban en guerra viva, se alojaban en plazas fuertes importantes, participando en su defensa, como la capital del estado, Milán. Además, había guarniciones ordinarias de infantes españoles, como la que había en el castillo de la dicha ciudad de Milán; castillo que se ve en la parte superior, rodeado por un foso inundado Grabado coloreado de Georg Braun [1572/1588]



Tras la guerra o sucesión de guerras con Francia, el ducado de Parma, Siena, el papa Paulo IV y el duque de Ferrara, tenidas lugar entre 1551 y 1559,  los súbditos de la corona en el ducado de Milán estaban exhaustos y trabajados, como decía Sagredo de Molina en su libro.

La orden que Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa, gobernador de Lombardía, dio en 1559, firmada la paz de Cateau Cambresi, que transcribo a continuación, versa sobre el peliagudo tema de los alojamientos y los servicios de huéspedes en los presidios del estado de Milán y ducado de Saboya.

Los soldados que residían en las plazas fuertes que guardaban en nombre del rey, no tenían espacio para vivir en los castillos o ciudadelas, y en las ciudades tampoco había un alojamiento específico para militares como los cuarteles de la edad contemporánea. 

Así pues, los soldados eran repartidos en casas de particulares, y las ciudades pagaban una cantidad mínima a los patrones o dueños de las casas en compensación por el servicio de hospedaje.

Este hospedaje incluía no solo el derecho a dormir, sino otros tales como la limpieza de la ropa de cama, el menaje para cocinar y comer, la leña para calentarse en invierno y cocinar todo el año, o el forraje de los caballos. 

Además, en esta ordenanza se regulaba el número de mujeres públicas, mozos y de caballos máximo que debía tener la infantería, para excusar gastos innecesarios de criados y monturas que recaían sobre los dueños de las casas.

Estos alojamientos generaban tensiones entre los soldados y los ciudadanos: los abusos por parte de las tropas hacia la población civil, que eran, como ellos mismos, súbditos de la corona, o súbditos del aliado duque de Saboya, generaban no pocas disputas y alguna de ellas, fuera en Castilla [2], Cataluña o Flandes, derivó en lucha a mano armada.

Así pues, convenía que todos los servicios que los soldados debían recibir de sus patrones, desde cada cuantos días debía mudarse la ropa de cama, a cuanta leña debía dárseles en invierno, estuvieran bien declarados negro sobre blanco con minuciosidad, para evitar abusos, quejas y conflictos.

De hecho, cuando a finales de 1559 se envió a la compañía de caballos ligeros del don Lope de Acuña a cargo de su teniente Montero a alojarse en "Cocona" [2a], en el ducado de Saboya, no lo quisieron recibir. 

El gobernador de Aste, don Francisco Manrique, natural de Córdoba, acudió con cuatro compañías de infantería y dos piezas de artillería, con orden de batir y tomar la plaza, en caso de que no abrieran las puertas. 

En principio Cocona no solo tenía cerca de dos mil hombres dispuestos a pelear: además, recibía gente de la comarca que se quería poner también en su defensa. 

Pero los comarcanos habían enflaquecido al tener noticias de la llegada de la infantería y desampararon la plaza, llevándose sus propiedades para que no fueran saqueadas.  

Los soldados españoles recibieron orden del duque de Sessa de quemar la villa, que ardió durante cuatro días.

Los naturales, aunque finalmente se deshinchasen, habían estado dispuestos a defender sus casas contra los alojamientos impuestos por el ejército de Lombardía.

El gobernador y capitán general decidió finalmente quemar la villa, orden severa que serviría de castigo a la par que ejemplo para otras tierras que se opusieran a los alojamientos de los soldados que, se supone, debían protegerles de los franceses. 


Las tropas españolas se alojaban habitualmente en los presidios de los territorios del ducado de Milán y ducado de Saboya, cuyas principales plazas eran: Alessandria, Valenza, Novara, Mortara y Castellazzo, así como Lodi, Treviglio, Soncino y Casalmaggiore [2b].

Además, había guarniciones ordinarias en diversos castillos, como el de Milán, o el de Pavía, y guarniciones menores en diversos presidios, como Cremona hacia Venecia, Como al norte, Lecco hacia la Valtelina, Vigevano al sur, que podían sumar más de 1.200 hombres, la mayoría españoles [2b]. 

Sumada a la infantería - en tercios o en guarniciones - los locales tenían que soportar a la caballería, tanto hombres de armas, como caballos ligeros, que solían alojarse en lugares menores en la campiña.

Hasta el 1575, el estado de Milán daba 3 sueldos y 6 dineros por día y soldado alojado a los patrones de las casas [2c]. 

Veamos la norma que se dictó:


Gonçalo Phernandez de Cordoua duque de Sesa gouernador del stado de Milan i capitan general de su magestad en Ytalia


[Preámbulo. Justificación por la paz con Francia. Ámbito: Lombardía y ducado de Saboya]

Por quanto por la subcedida paz entre las magestades del rrey de España nuestro señor y el cristianisimo rrey de Francia aya sido necesario rreduzir la ynfanteria española que avia el el exercito de su magestad en las tierras de presidios dete stado y en Aste y Santyan del dominio del illustrisimo señor duque de Savoya y sea agora menester para el aloxamiento y biuir de los dichos soldados que al presente ay en los dichos presidios y ubierenlo por venir declarar y ordenar lo que los dyputados y honbres dellas les abian de dar y los dichos soldados de aver por escusar toda desorden y asi lo declaramos por las siguientes nuestras ordenes


[Número de mozos por compañía]

Primeramente que en cada compañia de docientos infantes aya treinta y seis moços computados en este numero los del capitan y alferez y sargentos y los otros oficiales


Si vemos más abajo lo que se regula respecto al número de raciones que reciben los capitanes, alféreces, sargentos y cabos de escuadra [8, 5, 3 y 2 cada uno respectivamente] en relación a su número [1,1,1 y 12 por compañía] vemos que los oficiales y cabos de escuadra sumarían 25 "bocas", aparte de sus personas.

Aunque podríamos pensar que parte de esas bocas no eran todos criados - caso del capitán y del alférez - el número de 36 mozos cada 200 infantes, o, lo que es lo mismo, 18 cada 100, está muy lejos del apuntado en 1538 en una reivindicación de soldados amotinados: que se les permitiera embarcar 1 mozo por cada coselete, y 1 mozo por cada dos soldados que no fueran coseletes. Con esta tasa de 1538, y los 1.200 coseletes por tercios, habría en cada tercio 2.100 mozos, o 70 mozos cada cien soldados. 

El maestre de campo recibía - en el documento no lo dice - 16 raciones [2b]


[Prostitutas: mujeres públicas por cada compañía]

Que en cada compañia de docientos ynfantes no pueda aver mas de ocho mugeres y que hestas sean publicas 


Normas como esta se van a ir repitiendo durante el reinado de Felipe II. Bien por una cuestión de decoro, bien para evitar las colas que se organizaban en los ejércitos, como había sucedido durante el reinado de Carlos, se intentó regular la presencia de prostitutas. Normalmente, había un número de prostitutas tal que pudieran ganarse la vida con los soldados, y no el número establecido en ordenanzas. 


[Cama, ropa de cama, limpieza]

Que entre dos soldados se de una cama o un colchon segun la posibilidad del patron con dos sabanas y una cubierta y un caveçal y que de verano se les mude la rropa de ocho en ocho dias y de ynbierno de quinze en quinze


Como era común en esta época, las personas compartían cama. En este caso, el patrón debía proporcionar una cama, o un simple colchón. Debían entregar sabanas y una cubierta - normalmente, una manta - así como un cabezal.

Se debía cambiar la ropa de cama cada ocho días en verano, y en invierno cada dos semanas.


[Muebles, menaje, ropa de cama, iluminación]

Demas desto se les a de dar:

una mesa con dos banquillos con una tova[l]la, dos pañiçuelos de tabla en que coman y a se les de mudar la rropa de ocho en ocho dias y platos de tierra y jarros para el servicio de la mesa y un candelero y un candil y una olla y una zecha para sacar agua.

Con tal que todo ello se obserbe por los dichos soldados de manera que no sean los patrones obligados a rrenovarselo, sino fuere con discurso de tiempo porq se a visto que muchas vezes los soldados por traher a los patrones a que les den otras cosas suelen artifiçiosamente darse prisa a consumir los utensilios


Vemos aquí los muebles que el patrón debía proporcionar, así como los "pañizuelos" o servilletas de tela, y el menaje, que eran platos de barro, jarros y una olla. Se les cambiaba la ropa de cama cada ocho días y recibían instrumentos para iluminarse, como eran un candelero y un candil, así como un cubo para sacar el agua.

Los soldados debían cuidar todo el menaje, muebles y ropa que se les proporcionase.


[Leña para calentarse y cocinar]

Que los patrones sean obligados a dar a cada dos soldados un cauo de leña al mes. Questa sea de largo cinco pies y ancho y alto quatro y medio al ynvierno, y medio al verano y a la rrata segun la camarada de los soldados que alojasen juntos y en tal caso no [h]an de dar hestoruo ni molestia en la chimenea y fuego que los patrones tuuieren para su uso pero es de advertir que siempre que los patrones quisieren que los soldados puedan cozinar a su fuego y servir del comunmente de ynvierno y verano, en tal caso los soldados se ayan de contentar dello sin que el patron sea obligado a dalles otra leña.


Aunque la leña puede parecer un servicio relativamente barato, como alrededor de las ciudades solía haber campiña cultivada, se tenía que traer en carros desde bosques. En Casale de Monferrato, el año de 1559 un peso de leña gruesa se vendía por 7 liras, al tiempo que el escudo de oro italiano - típica moneda en que los soldados recibían el sueldo - estaba tasado en 6 liras, 18 sueldos; un arcabucero o coselete ganaba 4 escudos al mes.

Vemos, con lógica, que la carga de leña es de la mitad de volumen en verano que en invierno, pero se da en función de la camarada de soldados, pues podía un grupo de 4-5 alojarse juntos en una casa grande.

Los soldados podían tener su propio fuego, sin estorbar a los dueños de la casa para que estos pudieran cocinar o calentarse. El patrón podía sustituir el servicio de leña, permitiendo que los soldados se calentasen al lado de la chimenea, o dejándoles que cocinasen en su propio fuego. 

En otras órdenes se indicaba que el patrón debía proporcionar también aceite para quemar, para alimentar los candiles con que se iluminaban en la oscuridad [2d].


[Reparto para los oficiales y sus criados]

Que cada capitan se a de dar los utensilios y leña por ocho personas y computando en ellas la suya, y no ninguna otra cosa

A cada alferez por cinco personas computando la suya

A cada sargento por tres la misma rrazon y cada cavo desquadra por dos


El capitán contaba con un paje de rodela, o paje de jineta. El alférez contaba con un sotalférez o abanderado. Además, claro, cada oficial tenía su criado, pero vemos que el número excede el mínimo largamente. 

Hay que tener en cuenta que había conceptos como "la mesa del capitán", y es que el capitán normalmente invitaba a comer a una serie de soldados escogidos de su escuadra. 

Estos servicios indican la capacidad que tenían los oficiales de tener una pequeña camarada subvencionada por el ejército. 

Por un documento de 1591, sabemos que embarcados en armadas o galeras, los capitanes recibían 6 raciones extra de comida, llamadas raciones de ventaja. Los alfereces recibían 3, y los sargentos 2, y cada cabo de escuadra, 1 ración de ventaja además de la ordinaria para su persona. 


[Posibilidad de que los soldados se alojen en casas vacías, previa rehabilitación elemental: poner puertas y ventanas]

Y porque de aqui adelante la mayor parte de la gente que se ha de entretener [h]a de rresidir como arriba esta dicho en algunos presidios del stado  de donde se [h]a de sacar el dinero para la paga y entretenimiento dellos y los subditos generalmente estan exuatos [exhaustos] y trabaxados con la larga guerra aloxamientos y grauezas que an padescido teniendo rrespecto a todo esto ya que tanbien la gente de guerra podra pasar mejor de aqui adelante que [h]asta aqui se ordena y manda que siempre que se les diere casas suficientes en que los soldados puedan [h]avitar siendo rreparadas y probeidas de puertas y ventanas y dandoseles sus utensilios y todo lo que les tocare conforme a estas hordenes las ayan de aceptar para aloxar en ellas caso que los patrones se quisiesen escusar de tenellos en las suyas donde ellos biuen y de la misma manera los capitanes y oficiales


Vemos, que, en la medida de lo posible, se pretendía excusar que los ciudadanos tuvieran que alojar a soldados en sus casas, prefiriendo que entrasen en casas vacías, acondicionándolas mínimamente: poniendo puertas y ventana, y dándoseles los utensilios necesarios conforme a esta norma.


[Provisión de leña para los cuerpos de guardia con caracter estacional: invierno/primavera/verano] 

Que la tierra donde aloxare la gente de guerra [h]a de ser obligada a prover de leña para las guardias de dia y de noche conveniente. Es a saver: los meses de otubre nobienbre dezienbre y henero a rrazon de tres cargas de cavallo por cada cuerpo de guardia y los meses de febrero, y março, abril y mayo a dos cargas, y los otros quatro meses a una carga


Cada noche, de sol a sol, debía haber un cuerpo de guardia que se mudaba a cuartos. Si en invierno había 15 horas de noche, quería decir que los soldados pasaban una media de 11 horas en el cuerpo de guardia, por unas 4 de ronda. Las noches de invierno en Lombardía eran frías y necesitaban calentarse, además de preparar la cena, por lo tanto, se les debía proveer leña para el fuego.

Evidentemente, en verano la leña solo se necesitaría para cocinar: de ahí que la relación, verano/invierno, fuera de 1:3. 


[Ración para los caballos para servicio de oficiales y soldados de infantería]

[h]a se de tener ocho cauallos en cada cien ynfantes y a este rrespeto se a de dar para cada cavallo una arroba de feno y dos libras de paja y es de advertir que en cada compañia que vbiere docientos ynfantes o mas o menos se les ha de dar la rracion para los dichos cauallos a la rrata y que en este numero van comprehendidos los cauallos de los capitanes, alferezes, sargentos, y los otros oficiales, de manera que en una compañia de docientos ynfantes no se les de rracion para mas de diez y seis ca[ua]llos con tal que ninguno pueda ir a forraje so pena de perder las vestias y de ser los moços açotados y que el oficial o soldados que le enviaro[n] pierda la paga de un mes cada vez que contraviniere esta orden


La infantería solía disponer de caballos [habitualmente rocines, cuartagos o jacas] bien para excusarse de las fatigas del camino, bien para labores de comunicación, bien por cuestión de prestigio. 

Aquí se establece una tasa de 16 caballos por compañía de 200 infantes, o del 8%, contando en ese número el de los oficiales.

Mantener un caballo, y más, en un presidio, donde el animal no podía pastar en el campo, y había que aportarle todo el heno y avena necesarios para su sustento, era algo caro. En este caso, los municipios solo estaban obligados a dar heno - una arroba o 11,5kgs, al día - y paja. 

Con esta ración asignada, se prohibía que los mozos de los soldados pudieran ir a forrajear al campo, seguramente, por los daños que causaban en los campos circundantes a la ciudad. Vemos aquí la doble vara de medir: si el mozo era cogido forrajeando, sería azotado; por contra, su amo perdería un mes de paga. Castigo físico para el criado, y pecuniario para el amo.


[Servicio para el barrachel de campaña y sus ayudantes]

Que al barrachel de canpaña se le den los utensilios y las otras rraciones por cinco personas y enclusa la suya y por seis cauallos


[Prohibición de abusos y exacciones oficiales y soldados contra los patrones]

Que ningun capitam oficial ny soldado pueda constreñir a sus patrones que les sirva si ellos por su voluntad no lo quisieren hazer ny apremiar por ninguna via a que les den ninguna otra cosa mas de la que contiene estas ordenes


[Supervisión conjunta por parte de gobernadores militares y diputados municipales]

Quel aloxamiento de las conpañias se hagan por los gouernadores de los presidios con que en ellos se entremitan los deputados y fu[r]rieles  de las tierras, porque ellos por los rregistros que tienen sabran la facultad que tendra cada uno y el peso que justamente se le podra dar de los quales han de rrecibir las voletas los oficiales de las compañias especificando los nonbres y sobrenonbres de los soldados que vbieren de aloxar a tal que no pueda pasar de un aloxamiento a otro sin que se sepa y siempre que por algun rrespeto se vbiere de mudar los aloxamientos sea de hazer con que se entremetan en el los dichos diputados y no de otra manera a los quales sea licito y se permita que puedan visitar dos vezes cada mes los dichos aloxamientos para que no pase de aqui adelante el engaño que ha pasado hasta aqui


Vemos que los oficiales reales - en este caso, se indica el gobernador del presidio, aunque efectivamente, en el reparto de alojamientos intervendrían los furrieles, que para eso estaban - debían concertarse con los diputados municipales en la asignación de los alojamientos, repartiendo las célebres "boletas", o documentos que especificaban el nombre de los soldados y el lugar donde debían hospedarse.

Con esta norma se intentaba evitar abusos, pero, en una época con clases sociales, lo que sucedía es que los nobles se veían exentos de alojar a nadie - quizá algún capitán o alférez - y las casas de gente que pertenecía a estamentos sociales populares, soportaban el peso del sistema. 

Por todo lo que debían proveer los patrones, tampoco podían ser casas de menesterosos.


[Prohibición de que los patrones puedan excusarse de alojamiento]

No se [h]a de permitir que se rreserbe ningun aloxamiento por ninguna cosa sino fuera con orden mia porque de [h]averse rreservado algunos aloxamiento por fauor y por otros rrespectos por lo pasado se [h]an quejado muchos pueblos y caso que por [or]den nuestra se rreseruase que al patron della concurra con los otros en las grauezas


Para evitar caer en la lista de los dueños de casas agraciados con la boleta de alojamiento, el patrón podía realizar un soborno a los oficiales del rey.


[Prohibición de robos de ninguna clase, de comida, leña o cualquier cosa del patrón]

Los gouernadores de los pressidios han de prober que ningun capitam, ofiziales ni alguaziles puedan tomar ni tomen ninguna vitualla, leña ni seño ni otra cosa de genero al entrar de las puertas, sino que libremente las puedan meter sus dueños sin ningun yntervalo


[Compra de vituallas a justo precio. Tasación quincenal entre gobernadores militares y diputados municipales]

Las vituallas se [h]an de conprar al precio que vbiere en los lugares donde estubiere aloxada la gente y para que en esto no aya fraude tanto por lo que toca a la gente de guerra quanto a los subditos, los gouernadores y los diputados de las tierras se ayan de juntar dos vezes cada mes para que se vendan a moderados precios segun la avundancia y el tiempo lo rrequiere de manera que los que las vbieren de comprar y vender no rreciban agravio


Los alimentos se tasaban. En general, alimentos como el queso, los embutidos, el aceite, solían ser estables, pero otros como el pan, variaban mucho, no ya de un año a otro, sino mensualmente.

Por una tasa de Casale de Monferrato del año de 1559-1560, podemos ver su evolución bimensual:

1559 Junio y julio 16 liras el saco de trigo [justo durante la cosecha]

        Agosto y septiembre 18L

        Octubre y noviembre 20L

        Diciembre 22L

1560 Enero 25L

        Febrero y marzo 28L

        Abril 31L

        Mayo 32L [un año tras la cosecha del pasado año]

El precio del trigo con el que se hace el pan, que era la base de la alimentación, variaba mes a mes, desde un precio bajo en la cosecha, a principios de verano, a un precio doblado, a finales de primavera, donde solo quedaba el resto del grano almacenado el año anterior.

Para evitar conflictos entre compradores - en este caso, soldados - y vendedores, se implantaban unas tasas, de manera que la animosidad de los soldados no se pudiera dirigir contra el vivandero, porque éste podía argüir que el precio no lo había fijado él.

 

[Orden de cumplimiento y penas por lo contrario. Pregón público de dicha orden]

Y porque al servicio de su magestad cumple y a nuestra voluntad que lo contenido en los dichos capitulos se guarde y observe inviolablemente ordenamos por esto y mandamos a los governadores y capitanes de las dichas compañias que no solamente la guarden y observen mas las hagan guardar y enteramente obseruar por los oficiales y soldados y por los honbres de las dichas tierras y porque pueda esto llegar a noticia de todos, el dicho gouernador lo dara a pregonar y no se haga lo contrario so pena de la desgracia de  su magestad y privacion de los oficios


fecha en Milán a los quinze dias del mes de setienbre del año de mill y quinientos y cinquenta y nueve 

El duque y conde



3. Orden disciplinaria


Cabecera de la orden que se transcribe a continuación [MSS2834, Biblioteca Nacional de España]


Gonçalo Fern[an]dez de Cordoua duque de Sesa capitam general de su magestad i su gouernador en el stado de Milan


Aviendo por orden de su magestad reformado la ynfanteria española y dado el cargo della al maestre de campo don Sancho de Londoño, por desterrar los abusos que poco a poco se avian introducido y rreduzir la dicha ynfanteria a las costumbres antiguas y a la buena diciplina militar nos parescio necesario dar las ynfrascriptas ordenes


Es a saver


[Compañías de igual número de soldados]

Que todas las conpañias sean de ygual numero


[Cambios de alojamientos cuatrimestrales]

Que todas mudasen de quatro en quatro meses de aloxamiento porque los soldados sepan que [h]an de gozar ygualmente del bueno y del malo y se escusen churrilleros y es abezindarse en los pueblos y otros muchos inconvenientes que la quietud y el estar mucho en un lugar suelen causar en la gente de guerra


Las compañía debían cambiarse de alojamiento cada cuatro meses, por dos razones. La primera, para que todos los soldados estuvieran en buenos y malos alojamientos; así no habría agravios, o deseos de mudarse de una compañía a otra por gozar de un alojamiento mejor en una plaza con más abundancia de víveres, más baratos, o más alejadas de la frontera y del peligro. 

La segunda, era para evitar o limitar la existencia del "churrillero" o "chorrillero". Pocas veces vamos a ver nombrado este término en documentos oficiales [3a]. El chorrillero literario del Viaje a Turquía, de Villalón, era un soldado que iba cambiando de compañía a compañía sin querer arriesgar la vida [3b].

Estos elementos de la milicia eran, así lo explica la orden, soldados que se avecindaban en pueblos: o sea, que en lugar de residir en las ciudades y villas fortificadas del estado de Milán o del Piamonte donde estaban de guarnición, vivían en pueblos extramuros, sin participar en las guardias ni en otras obligaciones militares. 

 

Coseletes con alabardas. Uno de ellos, lleva una rodela con las armas imperiales pintadas. Al fondo se puede ver otro coselete con un arma de asta, una especie de lanzón. Toma de Casole en 1554 [Giorgio Vasari]

[Coseletes llevan sus armas defensivas completas]

Que los soldados cosoletes traigan pieças cumplidas linpias y bien adereçadas y lleuen todas las armas sin faltarles pieça a las guardias y las muestras sopena de perder el escudo del cosolete


Sobre este punto ya se incide en la orden de Felipe II, así como en otras ordenanzas, pero aquí se hace hincapié en que los coseletes debían ir con sus armaduras de cuerpo completas, con todas las piezas. 

Hay testimonios de que los coseletes hacían las rondas armados solo de peto y espaldar: andando un sargento de guardia con ocho ó diez soldados con sus espadas y petos y espaldares, y él con su alabarda, (porque así ordené aquellos dias que anduviesen algunos para atajar pendencias) [Don Juan de Silva a don Cristóbal de Mora, julio de 1594]


[Tercio de arcabuceros]

Que en las compañias de piqueros aya solamente el terzio de arcabuzeros y que todos traigan murriones y arcabuzes de tres quartas de municion y lo mismo los soldados de las compañias de arcabuzeros so pena de perder el escudo de ventaja

Vemos que el arcabucero debía llevar morrión y arcabuz, y dicho arcabuz debía ser de una misma munición: tres cuartos de onza. Esta pretensión de que los soldados sirviesen con armas de igual calibre lo hemos apuntado en el artículo sobre las armas de munición de los soldados españoles en el siglo XVI, en el apartado 1.2.1. 


Arcabuces y mosquetes de distinto calibre. Arcabuces una onza y de quarto de onza, con el pitipié o escala de onzas milanesas y onzas brescianas. Cristobal Lechuga [1611]


[Capitanes y soldados han de residir con sus compañías, y dormir en sus alojamientos]

Que los capitanes rresidan con sus compañias y no consientan que ningun soldado salga a hazer noche fuera de su aloxamiento sin licencia del capitam en scrito en la qual señale los dias que el soldado vbiere de hazer su ausencia de su bandera y el lugar a donde ubiere de ir so pena de ser desbalijado por los barracheles del tercio o de milam si alla fueren sin licencia

El soldado debía residir con su compañía. Aunque las guardias de las plazas fuertes se iban mudando por noches, si los soldados se ausentaban de la ciudad, no podían ser llamados a la plaza de armas en caso de tocarse al arma [dar alarma] por un ataque enemigo. P

Por lo tanto, no debían pasar la noche fuera, salvo expresa licencia del capitán por escrito, en principio, por una causa justificada.

En caso contrario, el soldado podía ser desvalijado, o sea, que le fueran confiscadas todas sus pertenencias, bien por el barrachel del tercio, el oficial con cargo de policía militar, bien por los barracheles u oficiales de justicia ordinarios del estado de Milán. En este caso, se da jurisdicción explícita a la justicia civil para que pueda intervenir contra una persona que pertenecía al estamento militar.


[Licencia para cambiar de compañía]

Que a los soldados se les de una vez licencia para se poder pasar de vna compañia a otra en la nuestra que a la sazon se toma con tal que den al maestre de campo rrazon por que se mudan de aquella compañia

Que despues desta vez y muestra ninguno sea osado a se pasar de una compañia a otra sin licencia de su capitan en scrito y señalada por el maestre de campo, so pena de castigo exemplar al soldado y de pribacion de la compañia al capitan que lo rrecibiere


Los soldados mudaban de compañía por múltiples razones: desde un punto de vista del soldado, había oficiales brutales y envidiosos que maltrataban a sus soldados, muchas veces por querellas personales. Desde el punto de vista del oficial, había soldados que preferían estar con oficiales que les dejaran vivir sin disciplina, y con el mínimo trabajo. Había claro, el chorrillero, que mudaba de compañía para no dar palo al agua. 

Esta orden permitía cambiar de compañía, pero siempre que la causa fuera justificada y autorizada por el maestre de campo, para que no hubiera cuestiones entre los capitanes.


[Capitanes controlen a sus soldados]

Que los capitanes y oficiales vesiten a menudo sus quarteles y entiendan como biuen los soldados y como se lleban con sus patrones y que no les consientan pedir mas de aquello que se les manda dar por orden


Vigilar que el buen orden de los soldados respecto a los patrones de las casas donde se alojaban antes de que se produjeran abusos y quejas, era el objeto principal de este punto: simplemente, visitar a los soldados en las casas donde residían, y departir con los dueños de las casas para ver si todo funcionaba bien.


[Blasfemos castigados]

Que con gran rrigor sea por los capitanes y oficiales castigados las blasfemias y los soldados rrenegadores y que se tenga cuenta con que los soldados sean buenos cristianos


En los ejércitos del rey católico no había espacio para los blasfemos y renegadores. De todas maneras, con pocos o ningún capellán, la observancia religiosa sería menos, si bien en Italia podían acudir a misa con regularidad, y a servicios en lengua italiana, lengua que habrían aprendido tras largos años en Lombardía. 


[Alojamientos solo para soldados]

Que ningun lugar donde vuiere de aloxar gente por orden se de alojamiento a ningun soldado ni a otra persona mas de a los que a efectualmente sirven las banderas que nel tal lugar rresidieren


La instrucción es sencilla: si una compañía que residía en Aste tenía 300 soldados, los vecinos de Aste no estaban obligados a dar más de 300 plazas para que los soldados se alojasen. 

Bernardino de Mendoza narra en sus comentarios sobre la primera década de la guerra de Flandes, que Osorio de Angulo, capitán del tercio de Sicilia, partió a Flesinga con tres banderas de infantería, y allí, con mano armada, los ciudadanos no le quisieron recibir «a razón del ser, con oficiales y moços, mil y quinientas bocas, y aver dado el furriel a un burg[u]és del lugar un bofetón sobre la disputa y palabras que tuvieron, si podían ser tantas bocas o no». O sea, que novecientos soldados a lo sumo, llevaban unos 600 mozos, pues no se cuentan aquí mujeres. Tales colas de servidores que llevaban los tercios, imponían un agravio a los "huespedes", que se veían obligados a alojar no solo a los soldados, pero también a sus criados.


[Bajas por enfermedad]

Y mandamos que ningun soldado se asiente en los libros del sueldo de su magestad sin que primero el capitam le aya alojado y rrecebido y que pida que se le asiente y que ningun soldado sea pagado fuera de su compañia si no fuere teniendo enfermedad o otro justo empedimento y que lo tal aya de constar la enfermedad por fee de medico conoscido y que tenga licencia en scrito de su capitan en la qual se haga mencion de la fee del medico y se señalen los dias de la licencia la qual no balga un dia mas porque el so[l]dado aya de tener rrecurso al capitam y el capitam sepa si el soldado esta viciosamente o no 


En caso de enfermedad, el soldado debía aportar un justificante médico: una fee de medico conoscido, que acreditase su estado, obteniendo un plazo limitado de tiempo para recuperarse, sin poder alargarlo, para que el soldado no gozase del descanso viciosamente.


y asi ordenamos y mandamos al dicho maestre de campo que aga publicar las dichas nuestras ordenes contenidas dandonos aviso de como son obserbadas


Fecha en Milam a los cinco dias del mes de febrero del año de mill y quinientos y sesenta





Notas y referencias bibliográficas:

[a]  En Hugo Foglietta, Vida de don Álvaro de Sande, Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1962 

Hay otro relato sobre el hecho:

El capitán don Alvaro de Sande Figueroa y don Lorenzo de Figueroa fueron, con mucha diligencia, y los acordaron y hicieron volver á Sestre, donde les dieron cuatro pagas, y se embarcaron en las galeras, 


[b] Álvaro de Sande cita dos cifras: una primera orden para el duque de Sessa con un enviado de la corte que reclamaba 1.500 soldados para la empresa, y una segunda orden, que indicaba que debían darse 2.500 soldados:


[...] llegó a Milán el comendador de Guimarán con una su orden [del rey] para el Duque de Sessa, para que de la infantería spañola que alli habia diesen mil y quinientos hombres para que fuesen a servir  a la empresa de Tripoli


[...] hallé que ya el Duque de Sessa le habia llevado nueva  orden de V.M para que diese los dos mil y quinientos infantes


Relación que D. Alvaro de Sande dio a su Maj. de la jornada de Berbería de los años 1559 y 1560 [AGS, E.1338]


En Hugo Foglietta, Vida de don Álvaro de Sande, Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1962 


Pero se trata de órdenes. Las cifras que se citan en la correspondencia de Estado-Génova, hablan de 1.500 soldados embarcados, pero 600 se habían embarcado antes del motín. 


Así pues, esta suma de 1.500 y 600 coincidirían con los relatos que hablan de unos 2.000 soldados en el efímero tercio, y aunque habiendo de venir por orden de S. M. 2.500 hombres, no llegó el cumplimiento, era un tercio de soldados viejos.


Las compañías, eso sí, venían muy disminuidas, poco más de 100 hombres cada una de ellas. 


[1] El maestre de campo Miguel de Barahona murió en los Gelves. Puede tratarse de un pariente. En la carta refiere hechos del desastre.


[2] Para el caso de Castilla: “La otra violencia. Presencia militar, tensión y conflictos con la población civil en Castilla (siglo XVI)”, en Julián J. Lozano Navarro y Juan Luis Castellano Castellano (eds.), Violencia y conflictividad en el Universo Barroco, Granada, Comares, 2010, págs. 95-117


[2a] Plaza que no he sabido identificar, pero que se halla cerca del Monferrato, y no lejos de Aste o Asti, según la descripción


[2b] Esercito, istituzioni, territorio. Alloggiamenti militari e «case herme» nello Stato di Milano (secoli XVI e XVII), Alessandro Buono. – Firenze : Firenze University Press, 2009.

El autor apunta en la documentación de archivo estudiada a una orden hecha por el duque de Sessa del 19 de febrero de 1559, donde se indica que el número de raciones del capitán serán ocho. 

La transcrita en el apartado 3 es del día 15. 



[2c] La fuente es Buono [2009]. 

El alojamiento tenía, por tanto, un valor de  42 dineros / día o lo que es lo mismo, 5 liras y 5 sueldos al mes.

Una lira [lire] = veinte sueldos [soldi] = 240 dineros [danari]

Un sueldo = 12 dineros

El escudo de oro italiano - típica moneda en que los soldados recibían el sueldo - estaba tasado en 6 liras, 18 sueldos, o sea 138 sueldos.

Con un sueldo de 4 escudos [coseletes y arcabuceros] equivalente a 552 sueldos, moneda de Milán, el servicio mensual de alojamiento equivalía al 20% de su sueldo. 

A partir de 1575, la contribución del estado por ración fue elevada a 5 sueldos / día, 


[2d] Una volta acquartieratesi nelle terre dello Stato, infatti, le soldatesche a vrebbero dovuto ricevere gratuitamente dalle popolazioni oltre all’alloggio anche tutta una serie di mobili ed utensili, assieme alla legna per riscaldarsi, all’olio e alle candele per ‘fare lume’ e ai foraggi per i cavalli

Bueno [2009], p27-28


[3a] Juan Pablo García-Borrón apunta en la página 102 de su libro "Soldados, marineros y lengua española. Estudio de sociolingüística diacrónica", que churrillero o chorrillero, era el nombre que se daba en Nápoles a los soldados que se juntaban en El Chorrillo [la calle y hostería del Cerriglio] donde se juntaban los soldados fanfarrones y charlatanes que no querían luchar.


[3b] Los chorrilleros o churrulleros, aparecen en diversas obras literarias del XVI, como El trato de Argel, de Cervantes, o el Viaje de Turquía, de Cristóbal de Villalón, del cual es el siguiente extracto:

MATA.-  ¿Es de ahí lo que llaman soldados chorilleros?

PEDRO.-  De eso mismo; que es como acá llamáis los bodegones, y hay muchos galanes que no quieren poner la vida al tablero, sino andarse de capitán en capitán a saber cuándo pagan su gente para pasar una plaza y partir con ellos, y beber y borrachear por aquellos bodegones; y si los topáis en la calle tan bien vestidos y con tanta crianza, os harán picar pensando que son algunos hombres de bien.


Bibliografía básica: 


J. Sagredo de Molina, La Jornada de Çendal i de Montalvo y venida del Ilmo. Y Exmo. Señor Gª Fernández de Córdova, duque de Sessa, conde de Cabra y señor de la casa de Vaena, y todo lo a él subçedido en Italia siendo gobernador y capitán general en el Estado de Milán por su Mt., s. f. (Biblioteca Nacional de España, ms. 2834); [f155r-162r; f175v-f179r;f180v]


Las armas de munición en el siglo XVI. Cómo [y cuando] se armaba un soldado de los tercios de infantería española

También es bien que V. S. entienda que los dichos soldados son bisoños y vienen tan mal en orden y tan desnudos como á V. S. tengo escripto, y V. S. sabe que no suelen venir bien armados, porque los arcabuces que traen son de la munición de Vizcaya, y no buena, y no hay un coselete, ni un morrión en todos ellos 

El duque de Medinaceli al duque de Alba, La Esclusa, 11 de junio de 1572


Podemos identificar varias de las armas más comunes en esta época, con la "factura" o topología característica de finales de siglo. Aunque las modas cambiaban, la lógica militar respecto al armamento no varió demasiado durante el siglo. Asalto a la plaza de Calais en 1596. Tapiz de la serie "Los triunfos del archiduque Alberto", tejido entre 1597 y 1599. Véase más abajo la descripción de la lámina. Patrimonio Nacional. 


En 1572, el duque de Medinaceli había conducido una armada desde Laredo a Flandes, aportando en La Esclusa a primeros de junio. 

Dicha armada real, que escoltaba una flota de mercaderes de lana, traía 1.263 soldados bisoños en 6 compañías, que se incorporarían al ejército de Flandes.

Estos soldados, como se puede ver, no venían "muy bien en orden de armas" y "a punto de guerra". Al contrario, además de faltos de experiencia, iban faltos de armas defensivas, como son coseletes y morriones.

Las razones eran varias; quizá la más chocante es que España, a pesar de tener uno de los ejércitos mejores del siglo, sino el mejor, no fue capaz, hasta finales del XVI, de desarrollar una potente industria del armamento defensivo, como sí fue capaz de desarrollarla en el ámbito del armamento ofensivo desde la década de 1530. 

Pero la producción no era el único problema. 

Así pues, los almacenes de armas se "llenaban" de coseletes de Brescia, pero los soldados se embarcaban sin. 

A veces, con solas las espadas:

Yo caminaba con ocho banderas de alemanes, que bien siete no eran, y con los españoles nuevos entonces desarmados, que no tenían más que las espadas, ni pasaban de 700. Los [españoles] viejos casi todos la vergüenza perdida, eran marchados con los otros. que se iban a Alemania

Diario de Gosellini, 6 de julio de 1552, en Compendio storico della guerra di Parma e del Piemonte, 1548-1553, de Giuliano Gosellini [*]


Además, las armas de munición las recibían los soldados casi al tiempo de embarcarse, con lo que no podían apenas practicar y tener uso con ellas:

porque no entiendo que havrá inconveniente tan grande como que el día que hayan menester las armas sea el primero día que se las ponga, y dándoselas aquí se ensayarían con ellas y se señalarían las compañías de arcabuzeros y la gente cobraría más punto.

Don Alonso Martínez de Leyva a Felipe II, Lisboa, 29 de agosto de 1587 [AGS, GA, 200-121, en BMO 2]


En ocasiones, de hecho, las armas se habían embarcado en las naves sin que los soldados las hubieran llegado a tocar, y las acababan recibiendo embarcados o al desembarcar.


Con todos esos defectos, el sistema no era, ni mucho menos, peor que el de los enemigos.



1. Las armas de munición de la infantería española [1]


Y porque al tiempo que entra la gente se reparten coseletes, picas, mosquetes y otras armas que proveemos, se les dan por vuestra cuenta á la de su sueldo; y para ello, se entregan por compañías, tanto por cada una, que los repartan los Capitanes y sus Oficiales entre sus soldados 
Instrucción al veedor general del ejército de Flandes, Barcelona, 12 de junio de 1585

Descripción del fragmento de tapiz, donde podemos ver los soldado tipo de finales del XVI, excepto el mosquetero.




Los soldados debían partir de España, en el mejor de los casos, con todas las armas pertinentes a su oficio, armas de munición de los almacenes reales, que eran entregadas por los oficiales del rey a cuenta de sus sueldos: 
  • Todos los soldados, con su espada metida en su vaina pendiente de su talabarte
  • Las picas secas, o picas desarmadas, además de la espada, con su pica de campo, morrión, y en su caso, gorjal e incluso peto.
  • Los coseletes, con su coselete cumplido de todas piezas, incluso brazales, y su pica acerada
  • Los arcabuceros, con sus arcabuces y todos sus aderezos, como eran frascos, frasquillos, molde, baqueta, rascador y sacapelotas, amén de las municiones: mecha o cuerda, pelotas o balas de plomo y pólvora, además de polvorín para cebar la cazoleta. Además, una celada o un morrión para guardarse la cabeza
  • Los mosqueteros, con sus mosquetes y todos sus aderezos y la munición


En 1586 se hacía cuenta que para la jornada de Inglaterra se habían de armar 17.000 soldados nuevos para los que se necesitarían 10.000 arcabuces, 2.300 mosquetes [a razón de 10 armas cada 100 soldados y tres compañías de mosqueteros], 2.550 coseletes [a razón de 15 cada 100 soldados] amén de 5.000 picas, que servirían para los 2.550 coseletes y los 2.150 picas secas que quedaban.

La pólvora, plomo y mecha para arcabuceros y mosqueteros, era suministrada, a cuenta de sus sueldos, durante la campaña.

Además de estas armas, los soldados usaban montantes y rodelas, alabardas, y otras armas de asta como espontones y partesanas, así como petos y coracinas, que les podían ser entregados por el ejército.


Pero, como vamos a ver, esto era lo ideal, y la realidad no siempre lo alcanzaba: los soldados llegaban a salir de España, en muchos casos sin coseletes, en algunos sin morriones y en ocasiones - pocas, menos mal - con solas las espadas.



1.1 Espadas [y dagas]


Para muchos de los visoños que vendrán sin espadas y para algunos de los de la Terzera que tendrán falta dellas, será necesario traer de Vizcaya 2.000
El Marqués de Santa Cruz a Felipe II. Propuesta de los navíos, gente de mar y guerra y bastimentos para la armada que ha de ir a Indias. Lisboa, 9 de abril de 1586 [AGS, GA, 195-13, en BMO 2)



de las dichas sus villas y tierra se podrán levantar doscientos y cincuenta hombres de veinte años arriba y de menos de cuarenta, y que los cincuenta podrán armarse de coseletes y los demás con picas y arcabuces; pero que, a causa de ser gente de sierra y que no han tenido ocasiones, están ajenos de la milicia sin ningunas armas ni espadas.

Álvaro de Luna a Felipe II, Madrid, 6 de julio de 1588 [AGS,GA, 225,251, transcrito en BMO 4.3]



en el ynterin se podrían socorrer los que tuviesen necesidad extrema, no excediendo en más número de lo que bastase para alguna camisa, zapatos, sombrero, espada o vayna y otras cosas a este modo, que aunque son menudencia, al que le faltan le traen desconsolado

El Conde de Santa Gadea, Adelantado de Castilla, a Felipe II, Lagos,, 8 de septiembre de 1587 [AGS, GA, 201,150, transcrito en BMO 3.2]



Las espadas de todos en la guerra no deben ser más largas, de cuanto con facilidad se puedan desenvainar trayéndolas ceñidas sobre lo alto del muslo, con una cinta por debajo de él, que no las deje ir atras ni adelante al andar, al correr ni al echar mano, que la largueza de ellas, y el traerlas bajas, y sueltas es de gran impedimento al coselete, y al arcabucero de a pie, y más a la gente de a caballo. Antiguamente ninguna pasaba de cuatro palmos y medio de vara española, como se ve por las que de aquel tiempo se hallan. Disciplina militar, de Sancho de Londoño [1568]. Espadas en talabartes. Nótese que el detallista Vermeyen no pintó dos guarniciones iguales. Soldados de infantería española en 1535. Batalla en los pozos de Túnez [cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]


La espada era el arma mínima del soldado [1.1a]: todos llevaban una, y todos debían saber usarla, aunque fuera en lances contados, como asaltos a plazas fuertes o abordajes, defendidos por una rodela. Las batallas no se luchaban a espada, y tampoco se solían resolver a espada, salvo en los alcances, cuando se perseguía al enemigo desbaratado y su uso - junto a la daga - permitía ir a degüello contra el que huía.

Muchos hombres ajenos a la milicia las tenían para defender su familia, vida y hacienda, o para acudir a la defensa de sus villas y tierras cuando se les requería, aunque pocos las llevasen en el día a día y no demasiados las supieran usar con destreza [1.1b]. 

Pero también hay que tener en cuenta que muchos de los jóvenes de 20-30 años que se alistaban, no tenían la mínima hacienda para disponer de armas, o disponiendo de ella, carecían de interés en tenerlas, ni tampoco era propio de su estatus. Así pues, los avisos de gente serrana, labradores y mozos que carecían tan siquiera de espada y puñal, eran lo más normal [1.1c].

Aún con este déficit, el ejército no acostumbraba a proveer de espadas a toda la infantería española nueva, y contaba que buena parte de ellos las llevasen.

Estas debían ser espadas ordinarias, aunque pueden verse a soldados con espadas anchas.

En la provisión del marqués de Santa Cruz de 1586 apuntada arriba, se contaban 2.000 espadas para soldados bisoños, de 5.000 que se habían de levantar, contando que parte de esas espadas, irían destinadas a algunos de los 1600 hombres que estaban de guarnición en las islas Terzeras o Azores, que por algún motivo, se hallaban sin. Asumía pues el marqués, que el 60% de los bisoños, al menos, llegarían al puerto con espadas.
 
Se confiaba que el soldado las adquiriese, bien en en lugar de la recluta, bien en el lugar de la plaza de muestra, bien en los lugares y villas del reino por los que caminaba hasta embarcarse, o, en última instancia, en las ciudades o villas que eran puerto de embarque.

La razón de esto es que había espaderos en todas las ciudades y en las villas importantes. No eran armas con un precio prohibitivo, como sí lo eran los arcabuces, los mosquetes o los coseletes, que consumían más de un sueldo mensual de un soldado. Además, a diferencia de las armas propias del oficio de las armas, había muchos artesanos que las labraban, mercaderes que las importaban - al menos, las hojas - y por lo tanto, había abundancia de ellas. 

El rey no debía preocuparse demasiado de proveerlas.

Espada en talabarte de finales del XVI. Asalto y toma de del campo atrincherado de Hulst, detalle [Patrimonio Nacional]



Aún así, vemos que en 1584 se adquieren en Milán "quatro mil espadas bien acabadas y guarnecidas, con su guarnicion, contera y vayna" para ser llevadas a la isla de Cerdeña, por un importe de 80 sueldos y medio, moneda de Génova, donde el embajador Figueroa consignaba el pago. 

Relación de las armas que han de venir del estado de Milán para enviar al Reino de Cerdeña. [AGS,E,1417.155, Génova, mayo de 1584]


A Juan de Longaray, espadero, que proporcionó 148 espadas en Laredo, año de 1587, se le pagaron 408 maravedíes por cada una de ellas; poco más de un escudo.

Una espada con sus aderezos - hoja con su guarnición, vaina y contera - podía ser entregada por el ejército por unos 450 maravedíes, importe que consumiría el 40% de la paga sencilla de un soldado [1.1d]. Se podían comprar espadas hasta por 200 maravedíes, a lo menos.

Además, también se podían comprar espadas de calidad - y precio - inferior, producidas en Alemania o Francia. 

Aparte de la espada en su vaina, debía hacerse el soldado con un talabarte, con sus pretinas y hierros, del cual pendería el arma. 

Aún con todo, quizá el soldado podía llegar al puerto de embarque "necesitado", por lo que convenía que el ejército dispusiera de estos elementos. 

En 1588, el proveedor Francisco Duarte se proveyó de ropa, zapatos y sombreros para unos 4.400 soldados, pero también 200 espadas "con su guarniciones, vainas y conteras", 2.000 "talabartes de cuero con sus pretinas y hierros" y 3.022 "vainas de espadas con sus conteras". 


Pero por la relación de lo que se entregó a los seis maestres de campo de los tercios de infantería que habían de embarcarse en Lisboa para la empresa de Inglaterra, queda claro que ninguno de ellos recibió estos pertrechos, quedando en manos del tenedor de bastimentos Baltasar de Navarrete. 

Vemos, por tanto, que se esperaba que de unos 4.400 hombres que tuvieran necesidad de ropa, apenas 200 necesitasen la espada, pero sí se consideraba que una parte de ellos, podían haber adquirido las espadas y carecer de vaina o de talabarte, aunque finalmente, parece que ninguno los tomó.

Todo costaba dinero, pero la espada era, como decimos el arma mínima.

Veamos a continuación las armas que daban oficio y ventaja a los distintos soldados.

Arcabucero español de 1529. La espada que llevaba al cinto tenía una guarnición sencilla, con solo la cruz. La espada se llevaba algo caída. Con el tiempo, tendió a estar menos inclinada, de manera que cayera poco por debajo de la rodilla, para no estorbar al caminar. Tampoco llegó al estilo de los tudescos, que llevaban la espada casi en horizontal a la altura de la cintura. [La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna, 1530]




1.2 Escopetas, arcabuces y mosquetes


Las spingardas son muy neçesarias porque no se pueden aver acá y tanbien los alcabuces que en todo caso deve Vuestra Alteza mandar que se provea de allá, porque las scopetas yo he tentado de averlas de Nápoles y por escopetas de fierro demandan a tres ducados y medio. 
Hugo de Moncada, virrey de Sicilia a Fernando el Católico, Palermo, a 26 de junio de 1511


Los dos soldados de la izquierda parapetados tras los cestones son arcabuceros. Ambos llevan morrión. Al de la izquierda le podemos ver la espada en el talabarte, y el frasco de pólvora que pende del cinto a su derecha, gracias a un colgador. A su compañero le vemos la daga al cinto, y las cargas dosificadas de pólvora en bandolera, en un "tahali de cargas de poluora". El cuarto soldado por la izquierda que vemos observando junto a los cestones, sabemos que es un mosquetero por la horquilla. Los mosqueteros no acostumbraban a llevar morrión, por excusar el peso habiendo de llevar arma tan pesada como el mosquete; este quizá prefiera llevarlo por si alguno de los defensores de la plaza fuera un gran puntero y le acertase al asomar la cabeza. Los tres llevan morriones dorados; un lujo que no estaba al alcance de los soldados comunes. Puede que el artista prefiriese en esta escena representar la magnificiencia del ejército real antes que reflejar la realidad.  Detalle del tapiz Toma de la plaza de Hulst. Patrimonio Nacional



Escopetas se fabricaban en las décadas de 1510 y 1520 en las villas de Tolosa, Marquina, Durango y otras villas de Vizcaya, si bien se importaban también de Flandes y se compraban en Italia. 

Aunque en las primeras décadas de 1500 había armas de fuego de "metal" [latón], bronce y hierro, Vizcaya, por ser productora de hierro fabricaba armas de este metal. Los españoles llevarían pocos arcabuces "dorados", hechos de latón o bronce, aunque también los usaron durante las primeras décadas del siglo.

Ya desde finales del siglo XV había habido una floreciente industria de las armas de fuego: en 1488 los Reyes Católicos porhibían que se sacasen espingardas fuera de estos nuestros reinos e señorios [1.2a]. 



En Vizcaya se fabricaban cada año varios miles de arcabuces, y con el tiempo, los asentistas fueron perfeccionando sus productos y recortando los plazos de entrega y/o aumentando la capacidad de producción. 

Nótese que el arcabuz no tiene mecha; se disparaba entonces poniendo yesca, que se prendía, eso sí, con una mecha que se llevaba encendida. Arcabucero español en 1535, con un bonete como hombre de la mar en la cabeza. Detalle del tapiz nº4 de la serie La conquista de Túnez, titulado Ataque a la Goleta. [Patrimonio Nacional]



Los arcabuces se fabricaban según modelo con unas especificaciones determinadas. 

En el asiento establecido con Antón de Urquizu en 1536 para la fábrica de arcabuces, estos debían ser como la muestra que recibió en Monzón en tiempo de las cortes de Aragón. Parece que el armero recibiría una muestra, quizá obra de alguna de esas personas inquietas que acudían a la corte proponiendo innovaciones para obtener mercedes, o puede que de algún armero ya consagrado.

Posteriormente, a finales del XVI, serían las reales fábricas de armas quienes tomaran el relevo a estos asentistas que eran "artesanos industriales".


Primera hoja del asiento de la corona con Juan de Ermua [Hermua en el documento] por el cual éste se obliga en la fábrica de 15.000 arcabuces con sus aderezos, 15.000 morriones y 20.000 picas el año de 1543 en un plazo de 18 meses, entregados en tres partes en plazos consecutivos de seis meses, puestos en Burgos, Pamplona o Málaga. Esto demuestra la capacidad productiva de los armeros de Vizcaya en fechas relativamente tempranas. [AGS, CMC,1ª, 1368]


Como fuera, había un suministro de arcabuces suficientemente bueno como para que se pudieran armar unos tres o cuatro mil hombres cada año, y al mismo tiempo ir mejorando y ampliando las armerías de las plazas fuertes y arsenales con más cantidad de arcabuces y armas más modernas.

Proveer a los soldados de armas de fuego locales no suponía un problema, y además, también se podía acudir al mercado italiano, o al de los Países Bajos y Alemania, en caso de necesidad.


El arcabuz, que podía ser de varios calibres - media onza, cinco ochavas [5/8] de onza, tres cuartos de onza, trece adarmes [13/16] de onza y hasta 1 onza - se debía entregar barrenado, limado y guarnecido, con su llave y molde para hacer las balas, montado en su caja de nogal o cerezo, con su baqueta para atacar la pólvora y pelota, acompañado de un rascador y un sacapelotas. 
Por otro lado. teníamos el frasco para la pólvora, y el frasquillo para el polvorín, que normalmente, eran de madera, se cubrían de cuero, se guarnecían con hierro y se decoraban con un cordón. 
El conjunto, junto a herramientas de mantenimiento como el rascador - para eliminar los restos de pólvora sin quemar que quedaban en el cañón y que comenzaban a obturarlo a partir del sexto u octavo disparo - y el sacapelotas, se denominaba arcabuz con sus aderezos, o con todos sus aderezos. 
Cuando no se mencionan así, se puede entender que el arcabuz se entregó sin frasco y frasquillo, y que estos se entregaron - y descontaron del sueldo - aparte.


El mosquete, que, esencialmente era el mismo arma, pero de mayor calibre y peso, además, debía tener una horquilla que lo aguantase para poder efectuar el disparo. 

Además de mostrar el potencial de suministrador de armas del estado de Milán, vemos en este documento que los frascos con sus aparejos se listan aparte de los arcabuces, bien porque se compraron aparte, bien porque se habían de transportar en cajas diferentes. Armas que vienen de Milán a Génova [10jul1571, AGS,E1401,157]


Mosquetes se fabricaron en Vizcaya hasta tiempos de Felipe V. Aunque a finales del siglo XVII tendrían fama de ser demasiado pesados - la moda entonces, eran los fusiles franceses - en el siglo XVI supondrían una revolución equiparable  a la que había supuesto la adopción del arcabuz en la década de 1520.

Pero, a diferencia del arcabuz, que desterró a la escopeta en la década de 1530, el mosquete fue un complemento.

A pesar de tener en Vizcaya buenos proveedores, se importaron también de los fabricados en Milán y Brescia.

Relación de las armas, municiones y otras cosas que se han embarcado en las tres escuadras de galeras. Génova, mayo de 1573 [AGS,E,1403,46]



Frascos y frasquillos

Doscientos frascos y frasquillos guarnecidos de cuero y hiladillo de 24 cargas cada uno. 
Relación de lo que don Alonso de Pimentel envía á demandar al duque de Alcalá para la provisión de la Goleta, 1565

Entre los "aderezos" del arcabuz, había dos muy significativos, que tenían su ciencia: el frasco y el frasquillo.

En el frasco se cargaba la pólvora con que se efectuaban los disparos, y en el frasquillo , el polvorín - una pólvora de grano aún más fina que la pólvora de arcabuz - con el que se cebaba la cazoleta, siendo este polvorín el que iniciaba la deflagración de la pólvora que estaba en la cámara del arcabuz.

Hubo diversidad de modelos. Los podemos ver en diversas colecciones públicas y privadas, así como en representaciones pictóricas de la época: como cuernos de vaca, otros con forma redonda, otros ramificados, por estar hechos de cuerno de ciervo vaciado, pero el "típico" frasco que más usaron los españoles era uno en forma similar a la de un tronco trapezoidal:

Se pueden ver los frascos: uno en la manos derecha del arcabucero en pleno proceso de carga del arcabuz. El otro, al cinto del arcabucero que dispara. El frasquillo lo lleva colgando del cuello a la espalda. Arcabuceros, seguramente italianos, del ejército florentino-imperial liderado por el duque de Marignano, que derrotó a los franco-seneses en la batalla de Marciano el 2 de agosto de 1554. Pintura de Giorgio Vasari florentino.


Tanto el frasco como el frasquillo tenía un mecanismo con resorte y muelles que permitía echar la carga justa necesaria dosificada en función del calibre del arcabuz: por eso los frascos y frasquillos que demandaba Alonso Pimentel eran de 24 cargas. 

Los frascos, además, se medían por la cantidad de pólvora que llevaban. 

Así, en un asiento hecho en 1561 para fabricar 600 mosquetes que tirasen 1 y 1/2 onzas de bala, los frascos debían tener una carga de 1 y 1/2 onzas de pólvora y una capacidad total de 2 libras [32 onzas] o sea, de 21 cargas.

Por tanto, el arcabuz o mosquete debía ir con su frasco correspondiente, aunque sabemos que había autores que diferían con la cantidad de pólvora a usar, variando entre 1/2 del peso, pasando por 3/4 del peso hasta la mencionada relación de 1:1. 

El frasco era de madera - se hace mención de la madera de haya - se recubría en cuero y se guarnecía con hierro, con la "carga de fierro" o dosificador, también de hierro. Llevaban un colgador, para ponerlo en la cinta, y se decoraban con uno cordón de hiladillo - de seda, como arma particular para oficiales y soldados aventajados. 



Tahalíes de cargas de pólvora

Se puede ver a este soldado español cargando su arma. En bandolera lleva un "tahalí de cargas  de pólvora". Arcabucero español en Túnez, año de 1535 en cartón nº5 de la serie de Vermeyen "Combate naval frente a la Goleta".


Que no hay ninguna manera de frascos, y que para hazer cargas con sus tahalíes se ordene al proveedor que dé el dinero necesario, que será poco y mucho el provecho.
El Consejo de Guerra a Felipe II. Madrid, 28 de febrero de 1587 [transcrito en BMO v2]


Aunque el ejército prefería entregar frascos para que los soldados llevasen la pólvora de arcabuz o mosquete, también se podían entregar "cargas con sus tahalies" también llamados "tahalíes de cargas de poluora".

La dosis era exacta y se prevenían los accidentes que se podían derivar de llevar una o dos libras de pólvora en un mismo recipiente.



1.2.1 Homogeneizando calibres. "Arcabuces de la nueva munición"


Hame parecido que es bien que todos los arcabuces sean de una pelota y de un peso y de una largueza, porque de otra manera valdrían poco
Luis Pizaño, sobre el asiento de arcabuces de 1543 con Juan de Ermua, en carta al duque de Alba, Roa, 23 de enero de 1543


En la infantería Española y Italiana se ha de hacer esfuerzo que el mayor número sea de arcabuceros y que los arcabuçes sean de los de la nueva muniçion, aunque se hagan a costa de V. Mgd.. porque en ello va mucho.



Además de necesitar 500 coseletes y 100 mosquetes, se pedían alguna buena quantidad de arcabuzes de la buena muniçion. Memorial de algunas cosas que se han de enviar a Perpiñán [sin fecha, probable 1543]


A primeros de 1554, el príncipe Felipe, gobernador de los reinos de España, daba orden a su embajador en Génova de que hiciera vender 5.000 arcabuces hechos en Brescia recientemente adquiridos por la corona y se compren otros tantos de la medida que él mandaba. 
El avispado y veterano Gómez Suárez de Figueroa, agente de Carlos V en Génova con título de embajador, con la venia del gobernador de Lombardía Fernando de Gonzaga, procedió a medir los arcabuces que estaban a su cargo, y los envió a España sin esperar contraorden, indicando que allí verían que eran conformes a la medida y que no sería necesario comprar otros. Política de hechos consumados de un ministro del rey: 

los quales he medido y me paresce que sean conformes a la medida q V Al manda cuya medida va con esta y tambien la pelota que llevan V Al lo mande ver
El embajador Figueroa al príncipe Felipe, Génova, 3 de marzo de 1554 [AGS,E, 1384,71]


Además de las diferencias de medidas y pesos de unas provincias a otras [Castilla tenía un sistema de peso, Aragón otro, Milán otro, y la ciudad de Brescia el suyo, por poner unos pocos ejemplos] en cada contrata se acordaba la construcción de arcabuces, que podían tener distinta bala a la de anteriores asientos, de ahí que en diferentes épocas hubiera arcabuces de la nueva munición.


En 1571, se daba una instrucción para que en el tercio de Sicilia todos los soldados sirvieran con arcabuces de una misma bala [[1.2.1a]

Que todas las armas fueran de un mismo calibre aportaba ventajas logísticas: el ejército podía fundir balas a miles, que transportadas en barriles se podían librar a los soldados durante la campaña, o durante la jornada de mar.

En este tienpo hize tomar pólvora y pelotas a los arcabuceros de la rretaguardia y paseme a socorrer a la vanguardia deste terçio y enbie arreforçar el esquadrón de arcabuceros y ballesteros
El conde de Alcaudete a SM, Orán, 10 de marzo de 1543


Como se puede ver, ni la onza milanesa - medida en perímetro - ni la onza bresciana, eran exactamente del mismo tamaño. 


Es evidente, como prueba el memorial de Castaldo de 1546, que es algo que ya se tenía en cuenta desde, al menos, mediado el siglo.

Sin embargo, a finales de febrero de 1569, el duque de Alba firmaba un asiento con Jacques le Roy, mercader en Amberes, por cinco mil arcabuces, mil de ellos que tirasen "una onza de pelota olgada" y los otros cuatro mil "a treze adarmes de pelota" [1.2.1a]

Aún teniendo diversidad de armas, para fines del XVI se hacían balas por parte del ejército y armada "siendo necessario el hazerlas de differentes pesos por la diferencia q ay entre los mosquetes y arcabuzes de España, y de este estado" [Lechuga, 1611]:

También dijo que embarcaría 300 quintales de plomo hechos balas de arcabuz y de mosquete, y que dará luego otros 150 quintales de plomo para que hagan balas; á cada uno de los cinco tercios 30 quintales, y que se llevarán de respeto en el Armada 200 quintales en planchas, que lo uno y lo otro pareció á todos tan poco, y así se le advirtió que hiciese hacer más balas y embarcase más plomo de respeto. 
El duque de Medina Sidonia al rey, Lisboa, 26 de marzo de 1588


Llevando moldes para hacer, por ejemplo, 30 pelotas de una vez, se ocupaba a los gastadores en dicha tareas, fundiendo el plomo que venía en barras o planchas, y guardándolas en barriles o cajas. Pero estos moldes para la "producción en serie" debían ser de pesos y medidas comunes, que coincidiesen con los calibres de los arcabuces de los soldados.

Cuchara para fundir plomo y molde para balas de arcabuz, en este caso, para producir balas enramadas. "Platica manual de artillería", de Luis Collado


1.2.2 Examen de armas


por ser tal cada arcabuz que Su Majestad puede tirar con él 
y tal cada morrión y pica que Su Majestad lo pueda tener en la mano
Don Pedro de la Cueva al Emperador, 17 de enero de 1543


y para que los arcabuces fuessen buenos y limpios, y tales quales ser conuenian que Juan de Çurita, natural de Siguença, su capitán de trincheras, y continuo de su real casa, soldado viejo que auia tenido el emperador en guerras que hauia tenido; y a el de ingeniero en el cerco de Oran y lleuándole el modelo de Oran, y Melilla los fuesse a ver y examinar, por ser persona sufficiente que lo entendía, y que aquellos que el diesse por buenos se recibiessen y no otros. 
Hispania Victrix, Pedro de Salazar [1570]



Los arcabuces y mosquetes debían ser ensayados: se les cargaba con el doble de carga de pólvora - con pólvora del rey, de manera que no hubiera posibilidad de fraude cargándolos con pólvora floja - y se probaban uno a uno disparando con la pólvora atacada y su bala de plomo, disparo con el doble de carga de pólvora que se hacía dos veces con cada pieza, una a una. 

Las piezas muy defectuosas reventaban, y las no tan defectuosas presentaban daños y eran descartadas.

Aunque no lo he llegado a leer, por lógica, dichas armas se probarían en algo parecido al banco para limpiar armas con un tornillo, herramienta para sujetar armas que había en las salas de armas, y que usaban los armeroles, pues de otra manera, se arriesgaban a que les reventase uno en las narices.

Dicho examen lo hacía, o al menos, lo supervisaba, un oficial real, normalmente un capitán u oficial que servía en la artillería, trayendo la pólvora de los almacenes reales. 

Es harto probable que las armas fabricadas fuera de Vizcaya no fueran sometidas a tan estricto escrutinio:

Doscientos arcabuces, que sean de Milán, de maestro Gaspar, de á 3/4 de pelota, porque no hay ninguno en la munición que sea de servicio, ni lo serán los que fueren de otros maestros, porque revientan si no son destos ó de España. 
Relación de lo que don Alonso de Pimentel envía á demandar al duque de Alcalá para la provisión de la Goleta, 1565

Ciertamente, las armas de Milán, a igual peso de bala, eran entre un 10% y un 20% más ligeras. Es probable que los armeros de Vizcaya hubieran minimizado los defectos añadiendo más hierro al cañón, pero este peso añadido parece que iba en servicio del soldado y de su rey, aunque los soldados prefirieran, a priori, las armas más ligeras [véase apartado 4.1].



Las otras armas ofensivas y defensivas se revisaban, claro, pero sus defectos visibles eran mínimos: a las picas les faltaban las conteras, a los morriones algunas orejeras, a los coseletes alguna pieza, o venían con piezas trocadas de otros coseletes cuyas correas no ajustaban... No pocos morriones venían sin estofar - forrar - aunque en el asiento se especificara lo contrario.

Los defectos ocultos de las armas blancas, como la "bondad del hierro", se verían con el uso.

La resistencia de las armas defensivas, que hoy podemos ensayar en laboratorio, se podían ensayar - en el caso de petos y morriones "a prueba" - con disparos a escasa distancia de pistola o arcabuz, aunque muchas de estas marcas, se han identificado en ensayos modernos como falsas.

Es probable que, como pensaba Pedro de la Cueva, los arcabuces asentados con Maestre Juan de Ermua en 1543 fueran tales que Carlos V pudiera tirar con ellos, y aunque los nobles tenían sus propios armeros que fabricaban armas de diseño exclusivo, las armas de munición podían ser de una calidad aceptable.
 


1.3 Coseletes

De armaduras ay aca gran nescessidad; mande V. Mt que los cosseletes y murriones que huuiere en Burgos se saquen a la gente que ha de venir

El duque de Alba al rey Carlos, Estelrrique [Hostalric] 13 de septiembre de 1542



La misma falta ha representado el Consejo a Vuestra Majestad que hay de armas, y aún mucho mayor, por estar todos los magazenes vacíos y el Reino tan desarmado que de las diez partes la una no tiene arcabuz ni pica; y así convendría que además de mandar proveer luego dinero pronto para reforzar la fábrica de Vizcaya, donde se hacen los mejores arcabuces, mosquetes y picas que en otra parte y se labra mucho, se ordenase que de Milán viniesen seis mil coseletes y 12 mil morriones grabados

El Consejo de Guerra a Felipe II. Acerca de lo que parece conveniente prevenir para lo que pueda suceder a la armada, 7 de septiembre de 1588, Madrid [AGS,GA, 235,71, transcrito en BMO 4.3]


Coseletes. Asalto a la plaza de Calais en 1596, detalle. Patrimonio Nacional


Al contrario que sucedía con los arcabuces, los coseletes no se fabricaban en abundancia en España. 

Más bien lo contrario.

Tampoco parece que lo que sugiere Aparici en su informe sea del todo cierto, que hasta final del reinado de Felipe II no se establecieron fabricantes de coseletes, que se hubieron de traer de Milán a Eugui [Navarra] año de 1594. 

Sin duda estos armeros milaneses potenciaron la fabricación de coseletes, dando pie a la creación de la Real Fábrica de Tolosa en 1630 [1.3], pero armeros de coseletes vizcaínos, antes de la llegada de estos milaneses, aunque de producción insuficiente, había.

A finales del siglo XV había en la villa de Marquina del señorío y condado de Vizcaya armeros que producían arneses para hombres de armas, por el precio de diez ducados cada uno, con un plazo de entrega de doce meses y medio [CCA,CED,2,2-2,51,1]. 

Sin duda, un arnés completo era una pieza muy elaborada, y con más piezas que un coselete, pues además del torso, cabeza y brazos, protegía las piernas, cosa que el arma de infante no hacía. La cuestión es que si los armeros de Marquina podían producir arneses completos para hombres de armas, también podían ponerse a labrar armas de infante, menos elaboradas, como así hicieron.

Pero en 1500 se adquieren arneses de Milán para las guardias de Castilla, indicador que el reino no se bastaba para pertrecharse [RGS,LEG,150101,93].

En 1502, el embajador de los RRCC en Flandes adquiere 2000 armaduras a la suiza, o sea, primigenios coseletes. Pero en 1503 ya se labran "armaduras suizas" en Vizcaya y Marquina, aunque se siguen importando de Flandes, pues la necesidad - la guerra contra Francia en el Rosellón y en Nápoles - imponía cierta premura y se debía acudir a todos los mercados posibles. 
De hecho, el ejército del Gran Capitán en Nápoles se proveía también con armas defensivas fabricadas en Milán.  

En 1512, Juan de Sepulveda compró en Eibar 2.581 armaduras suizas y 1.168 coseletes [1.3a].

En 1520, la villa de Marquina seguía produciendo armaduras, pues se comprometía a entregar 1000 coseletes y 500 petos para la ciudad de Valladolid [MHE 36]. Posteriormente, 13 armeros debían nombrar un apoderado común que los defendiese de la Corona, que les acusaba de haber vendido armas a los comuneros de Burgos, unos 1.500 coseletes que fueron a parar al ejército alzado contra Carlos V [1.3b]. 


Toda la Infantería Spañola está muy byen armada; a todos los que no tenyan coseletes se les an dado vn coselete, vn braçal izquyerdo y vn capro, un ducado de oro pagado en la primera y segunda prymeras pagas que bernan, y sy es media celada y no capro cuesta dos carlines más. 
Carta del Abad de Najera, comisario general del ejército en Italia, Milán, 3 de abril de 1522

En estos primeros años el coselete no solía ser completo o 'cumplido': el brazo derecho no se protegía; se combatía casi de perfil y se afrontaba con el costado izquierdo, dando el bote de pica empujando con la diestra.

También se adquirían un conjunto de peto, espaldar y morrión, sin brazales, manoplas ni guantes, como los que se encargaron a Francisco de Rojas, año de 1538 para ser comprados en Amberes, que se consideraban "armaduras", o sea, conjuntos y no piezas sueltas. 


Armeros trabajando en un taller. Detalle de Chants royaux sur la Conception, couronnés au puy de Rouen de 1519 à 1528. Manuscrito 1537 de la Biblioteca Nacional de Francia.


En 1542, apremiado Carlos V por el ataque francés al Rosellón, cuya defensa ayudó a organizar el duque de Alba, y deseando pertrecharse con nada más y nada menos que 15.000 coseletes, se vio obligada la corona a embargarle al rey de Portugal, cuñado de Carlos, los coseletes que tenía fabricados y por fabricar en las armerías de Vizcaya. 

Ese año se ordenó también que se hiciera un inventario en las fortalezas de Burgos, San Sebastian y Fuenterrabía, y se halló que el rey disponía de 2.600, 1.600 y 650 coseletes en cada una de las plazas respectivamente, un total de 4.850 coseletes. 


Coselete alemán [izquierda] y coselete español [derecha] de mediados de siglo. Escotaduras en la armadura como la que se puede ver en las axilas del español se podían proteger con piezas de malla, como eran unos gocetes, unas piezas  de malla que protegían axila y hombro. El coseelte alemán lleva unas mangas de malla en lugar de brazales.  Códice de trajes [1547] Biblioteca Nacional de España.



Al mismo tiempo, teniendo aviso de que en muchos lugares de este reino deshacen coseletes y arneses viejos los herreros y cerrajeros para cosas de su oficio, la corona tuvo que ordenar que no se hiciera, pues por causa de ese reciclaje chatarrero no se hallan agora armas, y por viejas que fuesen era mejor tenellas que estar sin ningunas. 

Cuando la necesidad apretaba, todo era poco, e incluso las armas viejas que estaban para la chatarra eran mejores que ir a pecho descubierto. 


El problema con los armeros de Vizcaya - al menos, durante el reinado de Carlos - parece no ser tanto que no hubiera armeros que produjeran coseletes, sino que no podían atender grandes pedidos en plazos cortos: para suministrar quinientos tardaban seis meses. 

En Milán podían hallarse dos mil en el plazo de tres meses. 

Muy difícil competir.  

Aunque los reyes de España eran bastante previsores y se pertrechaban de material bélico con antelación a sus necesidades - casi siempre estaban en guerra - en muchas ocasiones, querían las armas de hoy para mañana [o, al menos, de hoy para dos meses] y no las hallaban ni tan siquiera en Milán ni en Brescia, o al menos, no a buen precio, como sucedió para la jornada de Túnez en 1535, pues "todo el mundo hauia enviado por coseletes a Mylan". Además, vista las urgencias, los armeros y mercaderes aprovechaban para subir los precios, dejando constancia el embajador Figueroa que en Brescia "no se hallaran tan baratos como si se ovieran comprado cinco meses antes"[AGS,E,1368.20]. 

Los armeros de Vizcaya parece que no podían responder a estas demandas en lo que a coseletes se refiere, y no llegaron a tener la capacidad de los armeros de Italia. 

Quizá el pez se mordió la cola, y como no podían atender grandes pedidos, los pedidos se dirigieron cada vez más a Brescia y Milán, con lo que los armeros de Vizcaya quedaron relegados en la competición, y por eso los asientos de coseletes de Vizcaya en el Archivo General de Simancas, en comparación con los de arcabuces, mosquetes, morriones y picas, son una aguja en un pajar, o, directamente, no se hayan.


En Milan se allaran dos mill coseletes de infantes a pie en termino de tres meses a cinco escudos cada cosalete. Los coseletes a la ligera eran armas defensivas para caballos ligeros [lanzas o celadas] diferentes en el talle, en la celada y en el peto, que debía tener un ristre para enristrar la lanza, que era el arma principal de su oficio. Armas en Milán y su precio, año de 1538 [AGS, E, 1371.91]



En noviembre de 1569 cuatro armeros de Vizcaya se comprometieron a entregar 50 coseletes para Navidad, junto a 200 petos tranzados y 500 morriones [1.3c], para la compañía del capitán Sancho de Tovar que se levantaba en Burgos, con patente del rey, para acudir a sofocar la rebelión de los moriscos en las Alpujarras. 
Aunque se entregaron los coseletes junto a 100 petos tranzados, y 100 petos con espaldares, las armas fueron entregadas con atraso en la villa de Marquina, y un pleito por impagos atrasó hasta marzo la entrega de todas ellas. 
No era la corona quién compraba las armas, sino la ciudad de Burgos a través de un armero de la ciudad intermediario de los fabricantes vascos. [1.3d]

Coselete con su coselete cumplido de todas piezas [izquierda] junto a pica seca con morrión, gorguera y peto. Se puede reconocer el peto por las cinchas que le cruzan la espalda. En este caso, parecen correas de launas, o sea, revestidas de láminas de acero [1.3e]. Asalto a la plaza de Calais, detalle. Patrimonio Nacional


Estos coseletes para el concejo de Burgos tenían las siguientes piezas: peto y espaldar entero con dos launas y dos escarcelas de tres piezas anchas bien cumplidas, golas, dos brazales de tres piezas cada uno y guardabrazos enteros pegados con los brazales.

No solo el ejército consumía armas defensivas, también los particulares, así como algunos concejos se proveían de armas, aumentando la carestía y la escasez.


Asimismo el dicho Reyno nos escrivio que los vezinos y naturales del dessean tener buen recabdo de armas para poder mejor seruir a V. m.t con ellas y con sus personas, y que ha este effecto dessean ser proveydos de mill coseletes y tres mill petos de los que se hazen en flandes que enbiandolos vra m' al dicho Reyno con algund mercader o otra persona los tomaran y pagaran al precio que costare con los fletes y gastos que se hizieren
Adriano de Utrecht, gobernador de estos reinos, a Carlos V, Tordesillas, febrero de 1521

Los coseletes se enviaban desde Lombardía por la vía de Génova hasta Barcelona, Cartagena o Málaga, donde se guardaban en las casas de munición, o se distribuían a las plazas que las necesitasen. En este caso, vemos que se enviaron 1800 coseletes en 360 cajas, a 5 coseletes por caja, pero también 9.750 arcabuces. Y eso que en Vizcaya se fabricaban miles de armas de fuego cada año. Relación de las armas q hasta oy 4 de septiembre han venido de Milán [Génova, 4 septiembre de 1572, AGS, E.1402,60]


En todo caso, parece que muchos tercios salían de España sin un solo coselete por no haber aquí una industria adecuada, como les sucedió a los tercios de Pedro de Guzmán en 1543 y de Vasco de Acuña en 1544, y como le sucedió a las 6 compañías que llevó el duque de Medinaceli a Flandes en 1572. 

Llegados a las tierras de destino, se les intentaba dotar con armas locales, pero no siempre estaban disponibles. 


Añadido, como curiosidad. que a veces los armeros de Milán y Brescia por cumplir los suministros en número de piezas y plazos de entrega hinchan los maestros el número con muchas piezas trocadas [...] que muchas escarcelas y muchos brazales son de armas de tudescos. Falta que se descubría al abrir las cajas en que venían las armaduras. 



1.4 Armaduras de cabeza: celadas y morriones


Aquí vemos varios soldados con cuatro tipologías distintas de armaduras de cabeza, así como soldados sin ellas, que se vea. De izquierda a derecha: 1) al fondo, un arcabucero con una celada 2) al frente, una pica seca con un sombrero negro 3) un arcabucero con una gorra roja 4) en el grupo, un arcabucero con un tipo de casquete con un refuerzo en la frente y un gorgal de malla a la tudesca 5) un hombre armado con rodela 6) una pica seca con un casquete 7) un hombre armado con una rodela y un lanzón, bajo cuya gorra se ve una cervillera [otros soldados podían llevar esta protección de cráneo bajo el sombrero, gorra o bonete] y 8) recortado, del cual se puede ver una imagen completa del mismo en otra parte del artículo, un arcabucero con celada y gorjal de malla a la tudesca. Detalle del cartón nº8, de la serie la conquista de Túnez, Batalla en los pozos de Túnez [cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]



Armaduras de cabeza como cervilleras y casquetes se fabricaban en Vizcaya desde finales del siglo XV. 

Después [h.1510] se pasó a producir celadas y celadinas, y a partir de 1540, se comenzaron a producir morriones. 


Estos arcabuceros españoles de 1529 que escoltaban a Carlos V en Bolonia para su coronación, llevaban diversas suertes de celadas. Si las vemos en detalle, alguno, lleva la vista - visera - móvil, casi levantada. Todos tienen cresta, de diversas alturas. Algunos de los soldados llevan golas de launas, y se puede ver uno con un gorjal de malla a la tudesca. Aunque el coloreado es posterior, hecho sobre una impresión de un grabado y no se puede tener como elemento histórico, el color nos ayuda a diferenciar elementos y apreciar detalles. [La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna, 1530]



En estos años de la década de 1540, de hecho, parece que se llegaban a usar indistintamente los dos nombres, morriones o celadas, para referirse a la misma armadura de cabeza. De hecho en el inventario de Carlos V aparece una celada morrión. Por contra, una media celada blanca sin vista con su borde dorado, que sirve a manera de morrion, diferenciados, por tanto, ambos elementos.
 

Por los asientos de la corona con los armeros, que se comprometían a fabricar, por ejemplo, 15.000 morriones en dos años, no parece que hubiera problemas de suministro, aunque también se recurría a Italia.


Los morriones, pues, se fabricaban en grandes lotes según un modelo, reuniendo ciertas especificaciones:

ha de hazerlos de dos dedos de altura la cresta e dos y medio en ancho y tres dedos de ventalle en torno, con su galbo de punta adelante y atrás pequeña que venga conforme al redondo y con su escudete en la parte izquierda; y han de ser de peso cada uno dellos de quatro libras e no menos, syno antes mas que menos, y bien aderezados e acicalados con sus orejas de hierro con muy buenas evillas e correones, e que demas desto si los de Juan de Vecinay y Antonio de Urquizu no fueren estofados, por esto se obliga destofallos
El resto de morriones se hazen deste peso y galibo e desta bondad porque los que hasta aqui sean hecho no valen nada ny son de provecho
Asiento con Juan de Hermua [1543]

Arcabucero cargando su arma. Se protege la cabeza con una celada o quizá morrión similar al que se describe en el asiento con Juan de Ermua de 1543.
Veámoslo en detalle: 1) tiene su cresta, que podría ser de dos dedos de alto y dos y medio de ancho y viene conforme al redondo, o sea, viene a quedar rematada con la plancha 2) tiene bien tres dedos de ventalle [visera y saliente posterior] en torno, con su gálibo de punta adelante - aunque el saliente de atrás parece tan o más largo que el frontal, 3) tiene sus orejeras y 4) no vemos el correón ni la hebilla que afirmaría la armadura de cabeza al cuello, pero debía llevarla, así como el 'estofado' o forro interior. El soldado, además de llevar la celada o morrión, se defiende el gaznate con una gola de launas. 
Detalle del cartón nº5 de la serie la conquista de Túnez, titulado "Combate naval frente a la Goleta". [Cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]
Nótese que aunque Vermeyen acudió a la empresa y trazó muchos esbozos de lo que veía, el nivel de detalle de estos diseños pueden sugerir que en sus cartones retrató a soldados que vio con posterioridad, pues los cartones se comenzaron a hacer en junio de 1546 y fueron entregados en mayo de 1547 [1.4a]. 


Con el tiempo, el morrión iría cambiando hasta las tipologías en boga en el último tercio de siglo, que vamos a ver en diversas imágenes durante el artículo.

Morrión grabado, capacete dorado y morrión blanco. Real armería. 




1.5 Picas


The pike I would haue, if it might be, of Spanish Ash, and betwixt twentie and two and twentie foote long




Quinientas picas de fresno cumplidas y de buenos hierros, y no siéndolo no se envíen porque no harán servicio. 
Relación de lo que don Alonso de Pimentel envía á demandar al duque de Alcalá para la provisión de la Goleta, 1565




Había picas largas y cortas, picas para combatir embarcados, y picas de campo o de campaña, así como medias picas. 

Había picas de pino, pero las buenas tenían astas de madera de fresno de los bosques de Guipúzcoa y Vizcaya.


Como consta en esta relación. 190 picas de frexno, 600 picas de pino y 29 picas muy ruynes, seguramente viejas o incluso carcomidas. Artillería y municiones que ay en la dicha ciudad y castillo de Elna [27 de mayo de 1543]


En 1536, se hace un asiento con Antón de Urquizu, armero, para fabricar picas de 25 a 26 palmos de vara, siendo una parte de las picas de 28 palmos.

En 1543 se hace un asiento para fabricar 20.000 picas, las 10.000 de 24 palmos, y las otras 10.000 de 25 palmos de vara castellanas, pero se indica, que si los fresnos fueran más largos, estos no se cortarían.

En 1596, se indica que en la fábrica de armas las picas que se fabricaban eran de 24, 25 y 26 palmos, y que no se admitirían picas más cortas de 24 palmos: 

Hierros de picas, se pueden ver las zarzas o espigas que servían para abrazar el asta, fijadas a la madera con tachuelas. Como era lógico, las picas más largas tenían las zarzas más largas, tal y como sucedía, por ejemplo, con las alabardas, aunque en este caso, la longitud de hierro afirmado sobre la madera venía también dado por el peso del hierro o moharra y la forma de combatir, pues amén de herir de punta, se descargaban golpes o alabardazos con ellas.



  • Cada asta de pica de 26 palmos se tasaba en 4 reales [48 reales la docena]
  • Cada docena de astas de picas de 24 y 25 palmos se tasaba en 36 reales [3 reales cada asta de pica]
  • Se hace mención a astas de Ciñoa, tasándose cada docenas de estas astas en menor precio [30 reales] que las normales de 24 y 25 palmos [36rs], lo que sugiere que había algunos bosques que daban madera de peor calidad.
  • El hierro de la pica debía ser acerado fino, y las zarzas para las picas de 26 palmos debían ser más largos, costando cada hierro 1 real y 6 maravedíes
  • Cada millar de cuentos, conteras o regatones costaba 2.000 ms [2 ms la unidad]
  • Cada millar de tachuelas para enastar los hierros y los cuentos, costaba 3 reales y 17 maravedíes [119 ms]
  • Enastar cada pica en los lugares en los que se labrasen costaba 6 maravedíes
  • Enastar cada pica en los almacenes costaba 8 maravedíes

Aunque las picas con sus hierros enastados y sus conteras no parece que tuvieran mucha dificultad para ser labradas, los oficiales armeros de la época eran poco amigos de innovaciones; en 1587, queriendo que las picas se armaran con hierros de a real, los oficiales del rey Felipe II encontraron que los armeros los arán con dificultad porque hay pocos oficiales que los sepan hazer.


Las picas se fabricaban en Vizcaya pero se ponían en cualquier almacén de la península, enviadas en  flejes o fajos de 12, 20 o 25 unidades. 

Fajo de picas del Zeugbuch Kaiser Maximilians I [1502]


Así pues, las tropas que se embarcaban en Málaga se armaban con picas de 24, 25 o 26 palmos hechas en Vizcaya.

Luego, muchos de los soldados las recortarían para ir más cómodos. Con el tiempo y el uso, las quebrarían, y tomarían picas de los lugares donde sirvieran, bien fuera Flandes, Italia o Alemania. 

También se importaban picas de Milán y medias picas de Flandes.

La pica era un arma barata y en los almacenes reales había abundancia de ella, así que no era de extrañar que se pudieran armar miles de soldados con ellas, por lo que no habría déficit de estas armas al momento de armar los tercios de soldados nuevos, como sí podía suceder con los coseletes.



1.6 Otras armas ofensivas. Armas de asta


también se habrán de hacer hasta dos mil murriones para las dichas galeras, y traer hasta mil lanzones de Vizcaya y dos mil medias lanzas, que los hierros de los unos y de los otros sean muy buenos.
Don García de Toledo al secretario Eraso, Málaga, 27 de agosto de 1564

una noche los Españoles, Tudescos, y algunos Italianos secretamente salieron de Cremona a. viij . de Setiembre, y entrando en las dichas trincheas , que guardaban el Capitán Carpelon de Perosa, el Capitán lulio Brumat de Bressa , y el Capitán Moro con mucha gente, los mataron a todos con montantes, halabardas , y con algunas lanças no muy largas las puntas herradas [Libro de las cosas que sucedieron en Italia después de la muerte del Marqués de Pescara] Imagen: Combate con 'lanzas no muy largas las puntas herradas'. Freydal Des Kaisers Maximilian I. Turniere und Mummereien



Los soldados podían recibir otras armas ofensivas como alabardas, partesanas, jinetas, venablos, chuzos, lanzones y medios lanzones.


También las podían usar como armas de dotación de la galera; la galera se armaba, y el soldado tomaba el arma más a propósito para el combate en el mar.

En la armada de la empresa de Inglaterra [1588] se preveían alabardas para las compañías de arcabuceros. O sea, los famosos aunque escasos 25 alabarderos que guardaban la bandera en en dichas compañías.

En 1540, en la casa de munición de las atarazanas de Málaga había 3.758 alabardas por 16.600 picas, una relación de 1:5. 
Quizá procedentes de una orden de compra fechada el 27 de noviembre de 1538, que otorgaba poder a Francisco de Rojas para adquirir, entre otras armas, 4000 alabardas en Amberes. 


Arcabucero defendido con celada y gola. Soldado armado con alabarda, y con una cervillera bajo la gorra. Soldados de infantería española en 1535. Batalla en los pozos de Túnez [cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]




Sin duda, la lógica militar había cambiado para finales de siglo, pero es importante tener en cuenta que dichas armas eran, en alguna época de la primera mitad del XVI, armas de munición. Prueba de su abundancias la tenemos en la instrucción para el tercio de Lombardía de 1538:

Item, que las dichas compañías de piqueros no habrán partesanas ni alabardas, eceto en cada compañía hasta ocho alabarderos, para que vayan junto á la bandera, y todos los otros han de tener sus buenas picas, como las solia haber en los tiempos pasados, en la infantería 


Amén de esto, los soldados podían tomar embarcados más diversidad de armas, como eran montantes, espontones o chuzos:

Así que son 649 mosquetes, 1.003 arcabuces, 628 espadas, 2.289 picas, 706 alabardas, espontones y armas de asta, 42 montantes, 464 rodelas, 398 coracinas y coseletes, 400 morriones, 184 armas de fuego, que son trombas y dardos, las armas que hay en los navíos del armada de Su Majestad, además de las que han de llevar los galeones deste reino y las que tienen los pataches y zabras que, como se ha dicho, son las necesarias. 
Relación de las armas que hay en los navíos del armada de Su Majestad que se junta en el río de la ciudad de Lisboa
Fecha en Lisboa, a 20 de febrero de 1588. [AGS, GA, leg. 221-72. en BMO 41.]

También en galeras se usaban armas arrojadizas como eran los dardos.


Varios soldados asisten tras un parapeto a la salida de la guarnición alemana de Amberes, en 2 de agosto de 1577. De los cuatro soldados con armas de asta, vemos de izquierda a derecha a un soldado con una alabarda, uno con una partesana con petos reducidos, el tercero con una jineta, y el cuarto con una partesana de petos en forma de media luna.



1.7 Otras armas defensivas


Las mil coracinas habia tratado con Nicolás Cid que se hiciesen en Milán, aunque no dejé nada concluido. Allí podrá S. M. proveer y mandar que se hagan, porque son las mejores y mas barato, y también se habrán de hacer hasta dos mil murriones para las dichas galeras
Don García de Toledo al secretario Eraso, Málaga, 27 de agosto de 1564


Este infante armado con una rodela y una espada, se defiende el torso con una conjunto de peto y espaldar, y lleva un morrión en la cabeza. El peto tiene unos ramales - se pueden contar cinco launas - que le protegerían los hombros. Véase la diferencia con el guardabrazo del soldado que tiene a la izquierda, que protege el conjunto del hombro incluida la axila. Combate en las trincheras de Hulst. Patrimonio Nacional 



Los soldados podían recibir otras armas defensivas como rodelas, petos, petos tranzados, conjuntos de peto y espaldar, petos con ramales para los hombros, coracinas, golas de launas, gorjales de malla...

Las picas secas podían servir protegidos, amén del morrión y gorjal, de un peto, que podía ser tranzado, o sea, con launas volantes a modo de escarcelas:
doscientos petos tranzados, cada peto de tres launas, guarnecidos con sus correones atras cada una con su escudo, al precio cada uno de dieciocho reales
Compromiso de los armeros con la ciudad y concejo de Burgos para armar la compañía que se levanta [1569] [1.7a]


También en la primera mitad del XVI podía un arcabucero defender el cuello y parte del torso con un gorjal de malla a la tudesca, como los que había en el almacén de Barcelona en 1545, y el que arma este arcabucero en Túnez en 1535:

Arcabucero medianamente defendido, con celada y muceta o esclavina de malla, llamado en esta época comúnmente gorjal de malla a la tudesca [el nombre de manto de obispo, no parece que sea histórico en lengua española]. Túnez, 1535. [Cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]

También podían usar  dichas armas defensivas como armas de dotación de la galera; la galera se armaba, y el soldado tomaba el arma más a propósito para el combate en el mar.

Una de esas armas defensivas era la rodela, que también se usaba en tierra, sobre todo, en asaltos.

A Cerdeña - como muestra el documento adjunto - se enviaron en 1584 la friolera de cuatro mil rodelas bien acabadas y guarnecidas, presumiblemente, para alguna armada que recalase ahí [1.7b].


Relación de las armas que han de venir del estado de Milán para enviar al Reino de Cerdeña. [AGS,E,1417.155, Génova, mayo de 1584]



La coracina era un arma de munición entregada por el rey, amén de un arma que podían adquirir soldados particulares, aunque las de munición, para combatir en galeras contra los turcos flecheros, no fueran de mucha calidad: q a los primeros tiros sran passadas de las flechas sino se hiziesen ya mas reforçadas


En esta ilustración de un diseño propuesto de peto, espaldar y escarcelas para coselete de 1563, se puede leer: "el peto y espaldar desta suerte costaran tres escudos y pesaran dieciseis libras, poco mas o menos. sera de yerro negro solamente templado / Aunque dize el Sr Don García de Toledo q haran mucho embaraço en las galeras y q por este respeto seran mejor las coracinas, aunq no sean de tanto provecho como el dicho petto y espaldar; Las coracinas de municion costaran tres escudos la una, pero son de calidad q a los primeros tiros sran passadas de las flechas sino se hiziesen ya mas reforçadas q en tal caso costarian mas / Este petto y espaldar son de manera q un soldado se puede vestir a solas sin ayuda de nadie". Con un peso conjunto - peto, espaldar y escarcelas - de 16 libras, o sea 7,36 kgs, como se ve, eran coseletes para servir en galeras, aunque la jornada de don García culminó en 1564 con un desembarco y la toma del Peñón de Velez de la Gomera. El enemigo principal en galeras no eran los disparos de arcabuz, sino las flechas turcas y moras, y el parecer de don García era que estas eran armas demasiado pesadas para combatir en la mar, y sugería sustituirlas por coracinas. [AGS, E, 1216-41]


Para excusar peso, en alta mar no se usaba el coselete completo, a veces solo se usaba peto y morrión, más avanzado el siglo, la coracina:
porque en cada ballestera había dos ó tres hombres con sus arcabuces y con tener sus lanzones arrimados á la pavesada y demás de esto todas las crujías y las arrambadas estaban llenas de hombres armados con petos y celadas
Carta de Francisco Duarte, 1 de enero de 1538


Como sea, las armas que no eran ordinarias del oficio de los soldados - todas las detalladas en los cinco apartados anteriores - dejaban un rastro menor en la documentación - registros de peticiones, compra, envío y almacenamiento - pero no quiere decir eso que el ejército no las proporcionase, y que los soldados no las usasen ordinariamente, o, al menos, cuando la ocasión lo requiriese. 



1.8 Otras armaduras de cabeza. Armas de malla. 


Este soldado lleva unas armas públicas, como son rodela, morrión, espada y guantelete. Se arma con una buena y tajante espada, como recomendaba Diego de Ufano se hacía en los asaltos; no se trata de una espada ordinaria de infantería, sino una espada ancha sin guarnición para los dedos. Se puede asumir que lleva un coleto o cuera de ante. Por lógica - sería un poco raro proteger la mano de la espada y olvidar brazos y axilas - se armaría bajo el jubón con unas mangas de malla, que le protegerían de armas penetrantes como espadas o picas. Estas mangas junto al coleto le darían una gran libertad de movimientos, que no tendría armado de peto, guardabrazo y brazales. Este atuendo, que aquí podemos apreciar en un combate terrestre, sería bastante habitual en los combates de mar. También eran las armas de los sargentos. [1.8a] Combate en las trincheras de Hulst [Patrimonio Nacional]



Luego salió Quesada con su arcabuz en las manos é un cuero de ante, vestido con sus mangas de malla é morrión, é su camisa é vanda colorada, y llamó sus soldados que serian hasta 200 arcabuceros bien aderezados. 
Descripción del capitán Quesada, capitán de una compañía de arcabuceros en 1525 [63 escopeteros y 72 arcabuceros]
Batalla de Pavía y prisión del rey Francisco I, por Juan de Oznaya


y dizen algunos con secretas armas de cuerpo como eran cotas y camisetas de malla
Historia de la guerra y presa de África, Pedro de Salazar [1552]


Arévalo de Zuazo que tenía á su cargo las cosas de esa costa nos escribió los dias pasados que, para repartir entre la gente de caballo que nos sirve en ella, sería necesario proveerles á cuenta de su sueldo hasta 200 pares de mangas de malla y 200 morriones, y si se hobiese de aguardar á traerlos de Milán sería de mucha dilación; vos nos avisareis si habrá forma para poderlos proveer en esa costa, ó en otra parte lo mas cerca que sea, y en qué partes se hallarian á comprar, 
Felipe II a Sancho de Ávila, El Pardo, 24 de octubre de 1579


Mangas de malla [arriba] y gocetes de malla [abajo] del Inventario iluminado de Carlos V. Los gocetes se solían usar en coseletes de infantes para proteger las escotaduras de las axilas, aperturas que quedaban descubiertas en según que movimientos. Las mangas de malla se solían combinar con coletos de cuero o ante que protegían el torso, amén de petos, o conjuntos de peto y espaldar. Una rodela sería una buena compañera del coleto para defender más efectivamente el torso.




Había diversas suertes de armas de malla: camisetas y jacos [o jaquetas] para el torso, mangas y gocetes para brazos y axilas, o gorjales a modo de muceta, como hemos visto, los gorjales a la tudesca mencionados antes.

A diferencia del gorjal, estas armas de malla se podían vestir bajo la ropa, aunque las mangas de malla normalmente se llevaban vistas.

No parecen ser armas de munición muy comunes; por la carta de Felipe II a Sancho Dávila, de 1579. donde le propone comprar 200 mangas de malla para tanta gente de caballo de la guarda de las costas, se deduce que el rey no tiene claro donde se podrían conseguir fácilmente. 

Pero, si bien no son armas que abundasen, hay numerosos testimonios que prueban su uso, tanto de mangas de malla, como de jacos.

andando don García con una celada en la cabeça y mangas de malla y un cuero de ante y espada y rodela
Historia de la guerra y presa de África, Pedro de Salazar [1552]


y Antonio de Paredes que, atravesándole una flecha toda la pierna y pasándole otra un gorjal de malla y un jaco y las lunetas de las mangas con un jubón muy estofado hasta entrar todo el hierro por el lado siniestro, saltó en la galera enemiga y peleando fue el primero que pasó adelante del árbol, pero llegando una flecha de otra galera le atravesó la garganta y cayó mal herido. 
Relación de la guerra de Chipre y batalla de Lepanto

 

Las cervilleras


Soldado armado con partesana, aunque de petos cortos, y defendida la cabeza con una cervillera bajo el galano sombrero. Cartón nº11 de la serie la conquista de Túnez, "Ejército acampado en Rada". [cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]



Doscientos cincuenta petos, once platas de hombres de armas, cuarenta y una celadas, treinta "cervelleras" o cervilleras, algunos pedazos de corazas. En hoja aparte, aparecen relacionados ochenta morriones de ynfante. En todo caso, de la relación nos interesan las cervelleras. Artillería y municiones que hay en el castillo de Colibre/Colliure [27 de mayo de 1543]


Estas armaduras de cabeza sencilla, apenas un cuenco metálico que cubría el cráneo, se podían llevar a cubierto bajo una gorra o sombrero [véase imagen apartado 1.4]. 

En el siglo XVII, algunos soldados de caballería llevaban unas piezas llamadas "secretos" bajo el sombrero, que no dejaban de ser cervilleras del siglo XV. El almete de los hombres de armas podía llevar un suplemento destinado a reforzar la protección del parietal y frontal del cráneo, llamado calva.

Las encontramos en algunas relaciones de armas de fortalezas, y se pueden ver varias en los cartones de la conquista de Túnez. 

En catalán, un cervell es un cerebro, así que estas piezas servían para proteger poco más que el cerebro, si se les descargaba un golpe de espada, por ejemplo.







2. La proveeduría de armas


Arcabuzes tres mill y noventa y ocho          IIIUXCVIII arcabuzes


Arcabuzes de pedernal con sus fundas de baqueta con sus moldes y rascadores y sacapelotas dozientos y treinta y cinco              CCCXXXV arcabuzes de pe[dernal]

Vallestas del tiempo viejo cinquenta con sus gafas y la una con garrucha        L vallestas

Arnesses y coseletes


Coseletes de cavallo ligero setecientos y cuarenta y ocho que cada uno tiene respaldar y peto con su ristre y escarcelas y brazales y guardabrazos y manoplas y celada borgoñona con su gola            DCCXLVIIi cosoletes de cavº

Arneses de seguir trezientos y dos que cada uno tiene respaldar y peto y escarcelas y quixotes y grevas con sus escarpes y brazales y manoplas y guardabraços y almete con su barbote y alpartaz       CCCII arneses

Coseletes modernos de ynfantes cinco que cada uno tiene respaldar y peto y escarcelas y brazales y zelas [?] y gola y celada              V coseletes ynfante

Coseletes viejos y de mal talle tomados de orin que se han de barniçar dozientos y quarenta y uno         CCXLI  iden

Fustes de sillas de cavallo hazerados ciento y quarenta y cinco        CXLV fustes 

Murriones tres mill y ochocientos y sesenta y nueve   IIIUDCCCLXIX morriones 

Gorjales de malla a la tudesca veynte y dos       XXII gorjales de malla

Lanças de armas con sus fierros y gocetas / ochocientas y quarenta       DCCCXL lanças darmas

picas de fresno con sus fierros y regatones mill y dozientas y setenta y seys   IUCCLXXVI picas

Relacion del artilleria poluora y muniçiones de su magt que ay en Barçelona 

15 de junio de 1545


La pica seca que ocupa el espacio central lleva un galano gorro colorado. Su compañero, un par de pasos más adelante, lleva una celada y una gola, armas típicas de las picas secas. Ambos se enfrentan a un caballo alárabe [fuera de encuadre] que alancea al camarada que ha perdido la gorra o bonete y se está cayendo. Armas como las que había en Barcelona en 1545, serían muy similares a las usadas por los infantes españoles que tomaron Túnez en 1535. Batalla en los pozos de Túnez [cartones de Jan Cornelisz Vermeyen, 1546-1547, Kunsthistorisches Museum Wien]



Aparte del interés del propio documento, pues realiza un inventario bastante detallado de las armas - cosa que no se solía hacer; lo normal era una relación nominal no descriptiva - también el contador de la artillería de Barcelona, Alonso de Montalvo, realizó algunas anotaciones cualitativas muy significativas sobre las armas que estaban a cargo del mayordomo de la artillería de dicha plaza:

Las ballestas eran del tiempo viejo. Aún en esta época se construían y compraban ballestas para los ejércitos del rey: el conde de Alcaudete hizo su jornada en Tremecen con un par de  cientos de ballesteros, así como 6.000 saetas emplumadas y 2.000 jaras para su servicio, pero estas ballestas del tiempo viejo existentes en el almacén de Barcelona podían ser de principios del XVI. 

En la campaña contra los moriscos rebelados en las Alpujarras, se usaron ballestas por parte de las tropas del rey. De hecho, a primeros de 1570, Francisco de Solías informaba que disponía de 1.000 arcabuces, 36 mosquetes, 13 mosquetes de Vizcaya, 284 picas, 81 alabardas y 118 ballestas, amén de otras 34 que se habían de aderezar por maestros ballesteros. 


Coseletes había pocos en Barcelona en 1545: unos eran modernos y los otros, de mal talle y tomados de orín, o sea, oxidados. Se consideraba pues necesario barnizarlos, cosa que evitaría tener que limpiar, acicalar y bruñir el acero regularmente. 
Respecto al talle, veremos que problemas daba a los infantes cuando hablemos de las armas de los soldados viejos. 
Es muy probable que cuando se tuvo que armar a alguna compañía, se les dieran los coseletes modernos, y los de mal talle quedaran allí, arrinconados.

Había más de 3.000 arcabuces y casi tantos morriones. 
En la relación vemos con detalle las armaduras de la caballería ligera, así como las lanzas y arneses de los hombres de armas, y más de trescientos arcabuces de pedernal para ser llevados en el arzón de la silla [en sus fundas de baqueta] arma que comenzaba a usarse con profusión durante esta década. 

Los caballos ligeros se armaban con celadas borgoñonas, diferentes de las celadas de infantería.


Este arcabuz de rueda del inventario iluminado de la armería de Carlos V, tiene su funda debajo; al lado izquierdo una funda de arcabucillo de arzón. La caja, cerca de la coz [culata] está horadada, y tiene un ribete blanco. En el inventario escrito aparecen arcabuces "blancos" con la caja de madera de serbal, y algunos con la caja de madera y hueso blanco. Es un arma de príncipes, pero quitándole algún detalle como el ribete, puede ser un arma para un arcabucero a caballo. 




Esta relación de armas modernas, como los arcabuces de pedernal, en contraste con las ballestas del tiempo viejo, nos da una idea del armamento almacenado: lo más nuevo, y lo más viejo, que no se terminaba de descartar por razones varias; y por viejas que fuesen era mejor tenellas que estar sin ningunas [2a]. 

Por otro lado, en el almacén de Barcelona quedaban unos 22 gorjales de malla a la tudesca. Eran pocas piezas, pero lo normal es que en los arsenales entraran por cientos; así pues, como sucedería con los coseletes modernos, de los que solo quedaban 5, lo más probable es que el resto de piezas se hubieran entregado a infantes que hubieran marchado a Italia, Berbería o a guarnicionar las plazas del Rosellón, protegido el gaznate y pecho con un "gorjal de malla a la tudesca".

Esta pieza que aparece dibujada en Inventario iluminado era de la armería de Carlos V. Correspondería en la descripción del mismo inventario con la entrada "Un gorjal de malla Tudesco a manera de muceta con lisanjas, por bajo de malla dorada y unos corchetes de plata en él".  Quítenle el bajo dorado y los corchetes de plata, y tiene ustedes un gorjal de malla tudesco de munición. Las armas de los soldados no tenían patrones diferentes a las de los señores: el cuerpo humano es igual para todos. 



Como reflexión, apuntar que un estudio detenido del material bélico guardado en las distintas fortalezas nos podría dar una idea más precisa del armamento de la época, y mejor que la simple lectura de crónicas u otros documentos, en los que no se suelen proporcionar demasiados detalles del armamento, salvo si lo llevaba un señor, caballero principal o capitán.



2.1 El sistema de almacenamiento peninsular


En noviembre de1588, el capitán general de la artillería Juan de Acuña, publicaba un Estado general por plazas de toda la artillería, armas y municiones que había en España
Si miramos solo las armas personales, vemos lo que el rey Felipe II tenia a disposición en sus plazas fuertes y "magazenes" de munición:

  • 19.678 arcabuces
  • 2.096 mosquetes
  • 8.016 coseletes
  • 44.215 picas
  • 9.643 morriones

Con esto, el rey podría - en teoría - formar un gran ejército de 36.000 picas secas, 8.000 coseletes, 20.000 arcabuceros y 2.000 mosqueteros. 

Para ponerlo en práctica, claro, debería haber tomado armas de La Coruña, juntadas con las de Burgos, Barcelona, Rosellón, fronteras de Guipuzcoa, Santander, Laredo, Navarra, y todo el Levante, de Gibraltar a Rosas. 

Algo imposible en un breve espacio de tiempo, pero probable en varios meses.

Pero este "ejército improbable" hubiera adolecido de numerosos defectos: 6 de cada 10 arcabuceros hubieran acudido sin morrión con que tener protegidas las cabezas, y las 36.000 picas secas, no hubieran tenido tampoco armadura de cabeza ni gorgal con que protegerse el gaznate.


Para remediar la escasez, Juan de Acuña demandaba pertrechar dichas plazas con más armas:
  • 26.908 arcabuces
  • 6.508 mosquetes
  • 20.073 coseletes
  • 25.637 morriones
  • 38.893 picas

Pero estas adquisiciones no remediarían los defectos antes apuntados: habría arcabuceros sin morrión y picas secas sin ningún arma defensiva. 

En todo caso, la prioridad del armamento de plazas fuertes defensivas, como eran las de las fronteras y lugares de la costa, era dar versatilidad a la defensa: un piquero de la guarnición podía/debía tomar un arcabuz para la defensa de su plaza, pues la pica solo podía ser usada viniendo a las manos con el enemigo, y por contra, un arcabucero podía/debía tomar armas blancas, en caso de dar el enemigo el asalto y tener que combatir cuerpo a cuerpo.

Es probable que esta provisión de armamento siguiera una máxima defensiva, pero lo cierto es que las plazas fuertes y bases de las armadas, constituían una pieza fundamental para las campañas allende las fronteras: los soldados que se reclutaban en España debían partir con las armas necesarias para ejercitar su oficio "en punto de guerra" al llegar a guerras vivas, ya fuera en Flandes, Italia, Berbería u otros territorios.

Veamos como se organizaba este sistema a nivel geográfico:



2.2 Las bases de aprovisionamientos. Los almacenes y casas de munición


pues que siendo el dicho puerto y ciudad de Cartagena en parte que puede servir de magazen á las plazas de Berbería y de las islas y de su armada, y así mismo para el pasaje de la gente que desde allí se suele enviar siempre á muchas partes, tengo por cosa muy necesaria que haya allí siempre gran provisión para todo 
Dictamen de Juan Andrea Doria sobre la fortificación de Cartagena, 3 de octubre de 1576


Propuesta de fortificación para la Goleta de 1539. Los cambios respecto al original son mínimos. En el texto que acompaña la "traça", se dedica un espacio importante para el "magazen". Debía estar bien ventilado, pero la ventilación era para el piso de arriba, donde se guardaba el trigo. En el piso de abajo del almacén se guardarían las armas. Lo primero es lo primero; no se combate con el estómago vacío. 



El sistema que se concibió durante el reinado de los Reyes Católicos, apenas sufrió variación durante el siglo XVI.
 

Centro

En el "centro" peninsular, Burgos, ciudad donde había una fundición de artillería, estaba el castillo de Burgos donde se almacenaban miles de armas personales, que servían, fundamentalmente, para reaprovisionar las fronteras de Navarra y Guipúzcoa, pero también para armar a soldados que se levantasen en Castilla con destino a dichas fronteras, o incluso de compañías castellanas que fueran al Rosellón, como en 1542.

En 1535, por ejemplo, había en el castillo de Burgos las siguientes armas:
  • 337 arcabuces de banco [para disparar sobre caballete; arcabuces que eran piezas de artillería ligera
  • 1.920 arcabuces de mano para infantes 
  • 333 arcabuces de garabato [para disparar a mampuesta tras un muro]
  • 529 escopetas para infantería
  • 2.512 coseletes tudescos sin brazales y maltratados
  • 750 celadas
  • 8.430 picas

Dicho material era suficiente para armar un ejército de 7500 hombres, aunque las escopetas, en esa época estaban ya en sus últimos años de vida en la infantería de campo, a principios de 1540 se seguían comprando nuevas para ser enviadas a fortificaciones. 

Se solía dar la circunstancia de que estos "magazenes" de armas, no solo tenían lo más moderno, sino, también, las armas más antiguas, acopiadas como hemos apuntado más arriba.

El caso es que Burgos era un importante almacén de armas para provisión de fortalezas y de compañías recién levadas.


Costa Cantábrica y Atlántica

Laredo y Santander eran puntos de partida habituales para para las armadas que se dirigían a Flandes, y la mayoría de los tercios que se crearon en el reino y se embarcaron allí, también se armarían en estos puertos. 

Aunque existía un mayordomo de la artillería y un tenedor de bastimentos y municiones, quizá el acopio de armas no era tan importante como el de Málaga, pero dada la proximidad de las fábricas de arcabuces, picas, morriones y mosquetes de Vizcaya y Navarra, y el ser puertos de armadas - la armada del mar de Poniente, la de la lana, las armadas puntuales de transporte de tropas o personas reales - se trataban de unos centros fundamentales, siendo Laredo más importante que no Santander.

La Coruña y Lisboa [a partir de 1581] se van a sumar puntualmente al sistema de armamento de la infantería. 


Levante

Puerto fundamental, ciudad donde había una fundición de artillería, y base de la proveeduría general de la armada, en Málaga se embarcaban la mayoría de tropas que iban a presidios africanos, y buena parte de las que iban a Italia, sobre todo, a Sicilia y Nápoles. 
Dado que Málaga aprovisionaba no solo a la infantería, sino a la armada, el almacén de armas que había en las atarazanas era muy importante.

Por ejemplo, en 1540 [en la víspera de la jornada de Argel] encontramos la siguiente lista de armas personales:
  • Arcabuces con sus aparejos 8.500
  • Picas de Vizcaya 16.600
  • Medias picas de Flandes 2.700
  • Alabardas 3.758
  • Lanzas maniscas 8.000
  • Lanzas remañolas 468 - en 1541 aparecen listadas como picas remanolas en número de 471
  • Lanzas de armas 250
  • Dardos con sus asientos 4.800
  • Coseletes 1.537

Aunque varias de las armas listadas no son de infante [lanzas maniscas, o de mano, para jinetes, y lanzas de armas para hombres de armas] y otras son para combate en el mar [como los dardos], nótese la magnitud de la casa de munición para el armado de ejércitos y armadas del rey Carlos.


Cartagena era otra de las plazas fundamentales del sistema defensivo español, con una casa de munición que podía proveer los presidios de las Islas Baleares y plazas norteafricanas. 
Aunque no tan importante como Málaga, las galeras de España solían invernar allí, y muchos soldados nuevos se embarcaron en la ciudad del reino de Murcia para servir en Berbería o Italia.


Alicante es otra plaza que aparece mencionada en ocasiones como puerto de embarque. Su casa de munición recibió parte de las armas y artillería de la fracasada armada de Argel de 1541, que en primer lugar se habían depositado en Cartagena, por considerar a esta plaza más segura.


Barcelona era puerto habitual de los tercios y compañías sueltas que se embarcaban en España para marchar a Lombardía por la vía de Génova. 

De hecho, el emperador Carlos se embarcó allí con 8.270 hombres en 22 banderas el año de 1529. 
También fue la base de partida para la jornada de Túnez en 1535. 

Durante todo el siglo XVI, se enviaron más de 50 armadas con una media de 14 naves para transporte de personalidades, muchas de las cuales - como la armada que llevó a Carlos V en 1529 - se aprovechaban para trasladar soldados que, en primer lugar servían de escolta y muestra del poder real, y en segundo, reforzaban los ejércitos existentes. Lo mismo sucedió en 1554 cuando Felipe pasó a Inglaterra para casarse con su tía y ser rey consorte de los ingleses: 4.000 hombres que le hicieron la escolta embarcados en La Coruña se integraron al ejército en Flandes para combatir a los franceses. 

Unas 80 escuadras con una media de 12 naves partieron también desde Barcelona en este siglo en labores de patrullaje, pero también se aprovechaban dichas escuadras para transportar tropas a Italia [2.2a]  

Y eso que la ciudad no tenía puerto, y todo se había de trasladar en esquifes desde las atarazanas o la playa. 

Barcelona era un importante puerto para las armadas y escuadras de galeras y también punto de embarque para muchas de las reclutas que se enviaban a Lombardía por la vía de Génova, de ahí su importancia como almacén de armas y casa de munición para armar a soldados bisoños. La ciudad se hallaba todavía en 1570 rodeada por murallas medievales, pues estaba lejos de las fronteras del Rosellón y de la amenaza francesa. Se pueden ver  los edificios lineales de las atarazanas de la ciudad junto a la orilla del mar en la esquina sureste, que ahora ocupa el museo marítimo, que cuenta con una biblioteca especializada con un buen fondo y una bibliotecaria amable y diligente. Vistas de la ciudad de Barcelona. George Braun, 1572 [Biblioteca Nacional de España]. 



Ahí podían los soldados armarse, proveídos del almacén gestionado por el mayordomo de la artillería, o tomar armas de la casa de la munición de las atarazanas, donde había otro almacén.

Puntualmente - al menos, así aparece en la jornada de Portugal en 1580 - se podían tomar armas de las atarazanas de Sevilla, aunque dicha casa de munición estaba enfocada a proveer de armas a las armadas de Indias. 


Fronteras

Las plazas fundamentales de las fronteras de la provincia de Guipúzcoa [San Sebastián, Fuenterrabía] y reino de Navarra [Pamplona], así como las del condado de Rosellón [Perpiñán], tenían como propósito organizar la defensa de las distintas provincias frente al francés, y, en general, esperaban que los soldados que acudían a su defensa vinieran convenientemente armados, desde Burgos, Vizcaya o Barcelona, pero contaban también con almacenes de armas propios. 

Podían, sin problema, gracias a sus almacenes armar unos pocos cientos de hombres y, puntualmente, apoyar grandes empresas, como la jornada de Argel en 1541 en que se necesitaban 6.000 o 7.000 coseletes y celadinas o morriones, esto, contando que en las atarazanas de Málaga solo había 1.537 coseletes  el año de 1540:

Coseletes con sus golas y brazales y çeladinas o murriones la cantidad que a su magestad pareciere

á lo menos VI o VII U que se lleuen los q ay en Burgos San Sebastían y fe Rabia y málaga.

[Relación del artillería municiones y Officiales que paresce al Capitán del artillería que son mmester para salir en campo,  AGS, E, 442 en AHAE]

Pero lo normal es que las casas de munición de estas plazas fronterizas fueran receptoras de armas para su defensa, y no almacenes para jornadas de ultramar. 

En 1527, por ejemplo, se llevaban 50 arcabuces y 150 escopetas desde Burgos a Pamplona. 

Así, los hombres que iban fuera de España normalmente iban con armas de la munición de Málaga, de Cartagena, de la munición de Barcelona, del castillo de Burgos, o de las armerías de Vizcaya puestas en el puerto de Laredo o La Coruña, y no armados en las plazas de frontera, donde tampoco se formaban armadas para transporte de tropas o jornadas de mar. 




2.3 El mantenimiento de las armas


los arcabuzes que aquí están, en la munición y los castillos, muchos dellos están muy sucios y maltratados a causa de ser esta tierra y los castillos muy húmedos, y los magazenes ruines y tan apretados que no pueden estar bien puestos; cada día van perdiendo más, y se acabarán de perder si no se limpian y aderezan ahora muy de propósito
 Don Juan de Acuña Vela a Felipe II, Lisboa, 7 de marzo de 1587 [AGS, GA. 204-168 en BMO 3.1]


y los coseletes y morriones gravados que aquí se han traído están tan maltratados y orimientos que con mucha costa se limpian, y no hay casi quien entienda en ello, porque los oficiales armeros de aquí son dos o tres y no más, y ganan mejor en sus cosas ordinarias en sus casas que no en trabajo tan ordinario y de tanta prisa
Don Juan de Acuña Vela a Felipe II, Lisboa, 9 de enero de 1588 [AGS, GA, 219-30 en BMO 3.3]


Yten mas le repartieron al dicho Juan de Manchola que dio en XIX/ de henero de I mil DXXII años doze tarjes, por razon de ocho escopetas/ que estaban enpachadas e perdidas de polbora e pelotas e/ por adreçarlos e alinpiarlos el escopetero de Plazençia pidi/o dos reales por cada uno e por los doze chanfones le yzo adreçar
El concejo de Azcoitia, en 1522 [2.3a]



Esas escopetas empachadas de pólvora y pelotas empleadas por el concejo de Azcoitia en la guerra de Navarra habían sido disparadas, por eso tenían balas atascadas en el cañón.

La mayoría de armas que estaban en los magazanes y casas de municion reales eran nuevas, pero parte de ellas habían sido armas de respeto: armas que los ejércitos y armadas llevaban consigo por si era necesario repartir entre los hombres, para cubrir alguna falta, o, para dar versatilidad a los soldados, para que el arcabucero pudiera tomar una pica y servir en escuadrón, o para que el piquero pudiera tomar un arcabuz y disparar contra los defensores de una plaza fuerte.

Las armas de respeto que se reintegraban a los almacenes podían venir maltratadas: los petos llegaban abollados, a los coseletes les faltaban piezas, y los arcabuces tenían llaves inservibles, a pesar, de que habitualmente se desmontaban las llaves y almacenaban en caja aparte para su transporte en carros.



Arcabuz de principios del XVI con sus aderezos [se puede ver un frasco circular en el centro] y herramientas para su mantenimiento.




Pero también las armas nuevas podían sufrir defectos, bien de fábrica, bien por el transporte, bien por las condiciones de almacenamiento. La humedad no era buena compañera de la madera de las astas o del hierro acerado de los coseletes.

Las piezas de armaduras que no estaban protegidas - barnizadas o lacadas - debían bruñirse y acicalarse cada tanto, y podían también barnizarse en el almacén.

Los cañones de los arcabuces se oxidaban. Los hierros de las picas también se orinaban, y la madera se pudría o se apolillaba.

En las casas de munición y fortalezas había armeros que se encargaban de mantener las armas, pero de tanto en tanto, se contrataba a algún oficial local que procedía a reparar y acondicionar las armas, porque el armero no tenía capacidad, o porque el número de piezas afectadas era muy alto.

También hay falta de dos ó tres armeroles para limpiar las armas y arcabuces, y aderezarlos además de dos que hay en el dicho castillo que por no poder ellos se gastan todas las armas.
 
Para un buen mantenimiento, las picas se ensebaban completamente con tocino, sebo u otra grasa, y los hierros se envolvían en papel. A veces, solo se ensebaba el tercio de la longitud más cercano a la punta, así como el propio hierro 

Diez,ò doze mil picas de respecto con cuidado de que se vnten con tozino en las armerias, ò con agua en que se ponga aloes, porque, sino se tiene este cuydado, la carcoma las pondrà de manera en poco tiempo que no valgan nada para efecto
Discurso del capitan Cristoual Lechuga en que trata de la artilleria, y de todo lo necessario à ella [1611]


2.4 Precios de armas


más de que de las armas que Vuestra Majestad saca el dinero dellas de los soldados, los cuales si son buenas huelgan más de pagarlas caras que no tales baratas, y se precian de traerlas buenas y se corren de servir con las que son ruines
Juan de Acuña Vela a Felipe II. Lisboa, 27 de febrero de 1588 [AGS, GA, 220-224. en BMO 4.1]


Las armas de munición tenían tres precios: de compra al por mayor para la corona, de tasa para el mayordomo del artillería, proveedor del ejército o tenedor de municiones, y el precio por unidad que se descontaba al infante que las adquiría.

O sea, que había un precio de compra, un precio de tenencia - por el cual los oficiales del rey, así como sus herederos, debían responder al maravedí - y un precio tasado para el soldado.

Por otra parte, los soldados las podían adquirir de los mercaderes.

Además de las armas de munición, existían armas que yo he denominado "particulares", destinadas a oficiales, caballeros, oficiales reformados y soldados aventajados. Estas armas no parece que ofrecieran ventaja considerable respecto a las de munición; de hecho, para poder dorar un coselete, el proceso de producción de las placas de acero o de hierro acerado que se habían de dorar, obligaba a que estas fueran de una resistencia inferior a las obtenidas por otros métodos. Aún así, dado que esto se desconocía, eran muy apreciadas puesto que demostraban la posición social superior del que las portaba. 


Sueldos de infantería
Sueldos de un soldado expresados en escudos, reales y maravedíes, apunte necesario para poder comparar y tener una idea del poder de compra, y/o del gasto necesario para armarse y pertrecharse adecuadamente:

  • Pica seca: 3 escºs = 30 rs = 1.050 ms
  • Arcabucero: 4 escºs = 40 rs = 1.400 ms
  • Coselete: 4 escºs = 40 rs = 1.400 ms
  • Mosquetero: 5 escºs = 50 rs = 1.750 ms

Ya en 1522 los escopeteros españoles habían demostrado la capacidad de fuego contra la infantería suiza. En la batalla de Pavía, los arcabuceros españoles, junto a los escopeteros, decidieron la batalla. A partir de ahí, serían los arcabuceros los soldados más numerosos de los tercios, como estos que cargan contra los rebeldes en la batalla de Jemmingen en 1568. Grabado de Franz Hogenberg



Monedas de cuenta
Existía el ducado [ducº] de 375 maravedíes [ms] en 11 reales [rs], y el escudo [escº] de 350 ms equivalente a 10 rs y 10 ms [desde el año 1535].  
En ocasiones, se mezclaban los escudos y los ducados, usando los oficiales del sueldo ambas monedas de cuenta, e incluso, en ocasiones, indistintamente, confundiéndolos. 
El real se tasaba en 34 maravedíes, con lo cual, 11 reales montaban, en realidad, 374 ms y no 375, que era el valor de 1 ducado. 


Algunos precios de armas de mercaderes

  • Escopetas de hierro [en Sicilia, año de 1511]: 3 y 1/2 Ducºs 
  • Peto con su celada, brazales y manoplas [1512]: 842 ms 
  • Armaduras a la suiza [año de 1512]: 1685 maravedíes cada 
  • Escopetas de Flandes [año de 1521]: 2 Ducados [2.4a]
  • Frasco para escopeta [Bilbao, 1521]: 2 y 1/2 reales 
  • Idem: 1 y 1/2 rs
  • Coselete de Vizcaya [Burgos, 1569]: 6 y 1/2 ducºs
  • Petos tranzados de Vizcaya [Burgos, 1569]: 18 reales
  • Morriones de Vizcaya [Burgos, 1569]: 5 y 1/4 reales
  • Arcabuz de Vizª [Burgos, 1569]: 23 reales [782ms]

La rodela era un arma bastante popular, aunque no fuera el arma de ningún oficio particular: no había soldados que sentaran plaza de rodeleros. Aún así, no solo en los asaltos se podía usar. Estos "schotten" rebeldes que dan caza a unos españoles en 1570, llevan rodelas embrazadas, pero también rodelas a la espalda, de manera que, dejado el arcabuz, podían tomar rodela y espada para el combate. Además, se podían retirar con las espaldas protegidas. Grabado de FRanz Hogenberg. 





Armas de munición, precios de compra para el rey
  • Armaduras suizas [Flandes, 1502]: 440 ms 
  • Armaduras a la suiza [Vizcaya, 1505]: 610ms 
  • Picas [1505]: 45 ms
  • Ballestas [1505]: 480 ms 
  • Arcabuz de Vizcaya [año de 1536]: 13 y 1/4 rs 
  • Pica de Vizcaya [año de 1536]: 2 y 3/4 rs 
  • Coselete de Milán [año de 1538]: 5 escudos 
  • Peto, espaldar y morrión [Amberes, 1538]: 260 maravedíes
  • Arcabuces con sus frascos, moldes y cebaderos [Amberes, 1538]: 400 ms
  • Arcabuz con sus aderezos + morrión de Vizcaya [año de 1543]: 750 ms o 2 escºs
  • Morrión de Vizcaya [1543]: 4 rs
  • Frasco de arcabuz [1543]: 1 real
  • Frasquillo de arcabuz [1543]: 3/4 de real [tres cuartillos]
  • Rascador de arcabuz [1543]: 1/4 de real [un cuartillo]
  • Molde de bala de arcabuz [1543]: 3/4 de real
  • Sacapelotas de arcabuz [1543]: 1/4 real
  • Llave de arcabuz [1543]: 1 y 1/2 real
  • Pica de Vizcaya [año de 1543]: 116 ms 
  • Arcabuz [s/f]: 13 rs 20 ms 
  • Mosquete [año de 1561]: 42 rs 
  • Rodela de Milán [1584]: 51 sueldos, moneda de Génova [3/4 de escudo de España]
  • Arcabuz con su frasco y frasquillo [año de 1596]: 25 rs y 14 ms
  • Mosquete con su frasco y frasquillo y horquilla [año de 1596]: 46 rs y 5 ms 

Además, a estos precios muchas veces se les debían sumar los fletes que no siempre estaban incluidos en los asientos con los armeros fabricantes de las armas o los mercaderes; al menos, no en los que se establecían con los armeros de Lombardía o Flandes.

Del mismo modo, las armas que se enviaban de las casas de munición del rey a otras plazas de la corona tenían un coste de flete que era sumado. En parte, por eso se cobraba más a los soldados de lo que habían costado las armas, aunque dichos descuentos también se hacían a ganancia del rey:

picas de fresno se cargaron en la dicha carraca cinco mil. cuestan puestas en Meçina a quatro reales cada una q monta seyscientos y ochenta mil mrs 

Relación de los bastimentos y municiones para la Armada que se cargaron en el puerto de Málaga en la carraca de Gómez Suárez de Figueroa [3 de mayo de 1540, EST,LEG,1373,186]


Aunque en muchas ocasiones, los artistas tendían a retratar a los más bien armados y tratados y lucidos que hubiese en las compañías, como si de una ocasión solemne se tratase, podemos hallar en estas representaciones pictóricas - cuadros, cartones, grabados, tapices - gran detalle de como se armaban los soldados españoles de la época, y relacionarlo con las fuentes escritas. Escena secundaria del tapiz de la serie de los triunfos del archiduque Alberto, realizados entre 1597 y 1599, titulado Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst [Patrimonio nacional]


Armas de munición, precio de tasa del proveedor

  • Arcabuz con todos sus aparejos + morrión [1542]: 20 y 1/2 reales 


Armas de munición, Precios de 1586 [presupuesto armada; precio estimado de compra]

  • Arcabuces de Milán: 25 reales cada 
  • Mosquetes de Milán: 50 reales cada 
  • Coseletes de Milán: 100 reales cada
  • Picas de Vizcaya: 272 ms 

En 1588 se estimaba el arcabuz en 30 reales, el mosquete en 50, el morrión en 11, el coselete tan solo en 30 [quizá, un error contable], el frasco de arcabuz en 8 reales, el de mosquete en 11, y la pica en 7 reales. 


Armas de munición, precios de 1587 [precios de descuento a los soldados]

  • Coselete blanco con su morrión: 80 rs 
  • Morrión: 8 rs 
  • Arcabuz con sus frascos y aderezos: 30 rs 
  • 1 par de frascos: 8 rs 
  • Mosquete con sus frascos y aderezos: 50 rs 
  • Pica: 6 rs 
  • Quintal de pólvora: 150 rs 
  • Quintal de plomo: 30 rs
  • Quintal de cuerda: 60 rs
El soldado recibía la pólvora, el plomo y la cuerda en libras; normalmente, apenas una libra, a veces incluso media, teniendo el quintal 100 libras, pero, evidentemente, esta munición se gastaba.

Mosquetero de finales del XVI. Nótese que lleva morrión, algo infrecuente, porque ya habían de sufrir el peso del arma que, como se puede ver, era de grandes dimensiones. Este mosquetero lleva una gruesa mecha con el cabo encendido en la misma mano que aferra el mosquete, y otras mechas muertas pendientes del cinto. Lleva unas cargas de pólvora en bandolera. Detalle de La sorpresa de Calais. Tapiz de la serie "Los triunfos del archiduque Alberto", tejido entre 1597 y 1599. Patrimonio Nacional. 



Armas particulares, Precios de 1588 [precios de descuento ]

  • Coseletes grabados de a 7 libras: 250 rs 
  • Morriones grabados: 28 reales 
  • Morriones dorados: 97 reales 
  • Frascos y frasquillos de mosquete con cordones de seda: 46 reales
  •                                                   con cordones de hiladillo: 33 reales
  • Frascos y frasquillos de arcabuz con cordones de seda: 44 rs
  •                                                 con cordones de hiladillo: 26 rs 
  • Horquillas para mosquetes: 20 - 25rs
  • Venablos y alabardas para oficiales: 100 rs 
Nótese que el morrión dorado vale 12 veces más que un morrión de munición, y más que un coselete blanco de munición completo. Véase que el coselete grabado vale 23,33 ducados, tres veces más que uno blanco de munición, y que solo el frasco y los frasquillos con cordones de seda valían tanto como un mosquete de la munición. La horquilla de este mosquete costaba 25 reales; un arcabuz completo con sus aderezos, 30.
Se trataban de armas para oficiales, oficiales reformados o soldados bien aventajados, no para simples coseletes o mosqueteros.



3. Cuando y donde se armaban los soldados nuevos


y los quinientos y sesenta y seis arcabuces y ciento y ochenta mosquetes, y mil y quinientas y ochenta y tres picas, que están en Lobon, servirán para la gente que hubiere de llegar á Badajoz 
El duque de Alba al secretario Delgado, Llerena, 27 de abril de 1580


Los soldados, como los integrantes de  la compañía que se levantó en Burgos en 1569 para marchar a Andalucía contra los moriscos alzados en las Alpujarras, podían armarse en origen, en las tierras y villas donde se reclutaban, pero esto no era lo habitual.

Lo ordinario era que las tropas se reclutasen en una determinada ciudad, comarca o partido, y de allí caminasen hasta un puerto donde recibirían las armas.

Cuando hubo alguna jornada peninsular, como la de Portugal en 1580, las compañías reclutadas caminaban hasta una plaza donde se debía juntar el tercio antes de comenzar la jornada. Esta plaza de muestras podía ser el lugar donde se armasen, pero también se podían establecer otras más a propósito.

En 1580 se reclutaron seis tercios de bisoños, cuatro para entrar por tierra de Extremadura en Portugal y dos para ser llevados en la armada. Cada uno había de juntar 13 compañías de 250 soldados, en teoría, 3.250 soldados, un total de 19.500 hombres, pero vemos que el tercio de Valencia juntó 1.970 hombres, unos 150 infantes por compañía.

En esta jornada, se escogió Badajoz como punto de reunión del ejército, pero los tercios se armaron algunas jornadas antes de llegar allí.

En Extremadura no había plazas de armas importantes, así que se tuvieron que trasladar armas desde otros puntos:
  • A Lobón [2 jornadas de Badajoz] llegaron 566 arcabuces, 180 mosquetes y 1.586 picas. 
  • A Mérida [3 jornadas de Badajoz] habían de llegar 1.097 arcabuces y 2.240 picas desde Guadalajara para el "3º" de Pedro de Ayala, tercio que se levantaba en el reino de Toledo cuyas 13 compañías se habían de juntar en Talavera.
  • En Ávila había 1.067 arcabuces y 2.100 picas, que debían llevarse a Bonilla  para el tercio de don Gabriel Niño, que se hacía en Castilla y Aragón. 
Se habían de traer 1.000 coseletes, 4.000 morriones, 1.000 espadas y 200 alabardas desde Cádiz hasta Badajoz, y otros 1.200 coseletes se embarcarían en las galeras de la escuadra que atacaría Portugal por mar, pudiéndose repartir entre los soldados nuevos de los tercios que habían de ir en la armada.


Diseño de morrión en el memorial de Adriano Verbeque presentado el 12 de noviembre de 1588, En el documento, en la parte inferior derecha sobre la signatura, se puede leer "lo de las Rodellas". [Signatura antigua en AGS, GA, leg 241, F 395 / Signatura moderna MPD, 25, 105] En Simancas decidieron segregar los dibujos descontextualizándolos al no acompañarlos de los memoriales, pero es cierto que muchos se pueden consultar en línea.



Los cuatro tercios para servir en tierra se debían armar en diferentes plazas:
  • El de Gabriel Niño tomó las armas en Bonilla [Bonilla de la Sierra en la provincia de Ávila, a dos semanas de camino de Badajoz], y caminó hasta Badajoz con ellas.
  • El de Luis Enríquez, levantado en Sevilla y Córdoba, debía tomar las armas en El Almendral, a dos jornadas al sur de Badajoz, en el camino desde Sevilla.
  • El tercio de Antonio Moreno, levantado en tierras del obispado de Jaén, debía tomar las armas en Fregenal [de la Sierra] y Cumbres Altas [Cumbres Mayores] a 5 o 6 jornadas de Badajoz.
  • El tercio de Pedro de Ayala, levantado en el reino de Toledo había de recibir las armas en Manzanete y Puebla


Los dos tercios para ir en la armada, debían armarse en Cartagena y Cádiz:
  • El tercio de Martín de Argote, levantado en Extremadura, que se había de juntar en el Casar de Cáceres, debía ser enviado a Cádiz [yendo por Fuente Ovejuna y Azuaga] donde se armaría, para embarcarse en la armada. 
  • El tercio de don Rodrigo Zapata [1.970 soldados], levantado en el reino de Valencia y transportado por mar, recibió las armas en Cartagena, y fue a aportar a Gibraltar. 


Aún con estas prevenciones, siempre había algún roto en el traje del rey, y un año más tarde se encontraban con compañías faltas de armas:
Los mosquetes que pide no los hay aquí porque están 100 de los de estas compañías entre Duero y Miño , y si se le diesen á D. Pedro algunos quedarían las compañías sin ninguno, y lo mismo la arcabucería. 
El duque de Alba al secretario Delgado, 7 de junio de 1581



3.1 Armarse en el punto de embarque


y veo en la de los enemigos mas número y mas bondad de lo que yo quisiera; porque la nuestra va llena de soldados nuevos que aun apenas sabrán disparar los arcabuces que sus capitanes les han dado y en la de los turcos sabrán muy bien hacer este oficio y aprovecharse de sus armas por ser todos soldados pláticos 

Parecer de don García de Toledo sobre la armada, en carta don Luis de Requesens. Pisa, 1 de agosto de 1571


Iban en esta armada cuatro tercios de españoles, los dos de soldados viejos, y los dos de bisoños. 
Relación del suceso de la armada de la Liga en el año 1571



Barcelona en 1535, detalle del tapiz nº2 de la serie la conquista de Túnez llamado La revista de tropas en Barcelona. [Patrimonio Nacional]. Es ciudad muy grande y de muy buenos edificios, cabeza de Cataluña, á donde reside el Virrey. Bate el mar Mediterráneo junto á sus murallas. No tiene puerto, sino plaza abierta, y vase haciendo un muelle la mar adentro que, acabado, será de grande importancia, y lo que está hecho sirve ya de abrigo para algunos bajeles. Todavía en 1596 carecía la ciudad de puerto. 



Como ya hemos apuntado, los soldados que habían de ser transportados a Flandes o Italia, habitualmente, se armaban poco antes de embarcarse.

En esto había razones de índole logística, pero también de tipo disciplinario: en las levas había comúnmente muchos "tornilleros" o "torneros" [3.1a], pícaros que se ganaban comida, ropa nueva y calzado, junto a una primera paga, durante un par de meses, hasta que comenzaban a desertar viendo ya que se habían de embarcar. No era cuestión, además, de darles armas de precios elevados.

El arcabuz, y en su momento - a partir de 1567 - el mosquete, se van a ir entregando en general antes o en el momento del embarque, con escaso o nulo tiempo para ser aprendido su manejo. 

Pero, al menos, los soldados no hacían el viaje desarmados, porque aunque los barcos tenían una buena dotación de armas, éstas no solían bastar para la cantidad de soldados que se transportaban, y el conjunto de los embarcados - marineros y bisoños transportados - debía acudir a las armas en caso de necesidad, por ejemplo, al ser atacados por corsarios o por armadas enemigas, si no querían acabar muertos o echados al remo. El arma de fuego era muy útil para el combate en el mar antes de llegar a las manos, si es que se llegaba. 

Como los coseletes no sobraban en los almacenes reales, muchas veces se iban sin ellos, confiando en que, arribados a Italia o Flandes, se les podía acabar de armar alli.


3.2 Acabar de armarse en destino


Y la gente se desembarcara como lo tengo ordenado en Dunquerque y verna derecha a Cambray [...] y en San Quentin hallara armas y se traheran otras que ay en Anveres y cantidad de calças y jubones, para que se aderesce[n]; y hareys hechar vando que las picas y arcabuces que trahen no las dexen por el camino y d'esto se tenga mucho cuidado
Felipe II a Ruy Gómez de Silva, mediado septiembre de 1557


Los soldados podían rearmarse, o acabar de aderezarse al llegar a sus destinos, si la coyuntura lo permitía. Vistas de Palermo a finales del XVI. Grabado de Joris Hoefnagel. Rijksmuseum.


Ruy Gómez de Silva, conde de Melito y príncipe de Eboli, recibió, en febrero de 1557, el encargo de transportar dinero y hombres nuevamente levantados en España para el ejército real en Flandes.

Debía llevar dos millones y medio de ducados y siete mil hombres. 

Aportó en los Países Bajos con 1.650.000 ducados y 3.540 soldados nuevos en 14 banderas, que fueron repartidos en los tercios de españoles viejos de los maestres de campo Alonso de Cáceres y Alonso de Navarrete. 

La vencedora infantería española de la batalla de San Quintín se vio reforzada, pasando de poco más de cinco mil hombres, a unos ocho mil cuatrocientos, buen refuerzo para combatir en Gravelinas el año siguiente.

De la instrucción de Felipe II, se puede ver que la infantería había de caminar de Dunquerque - puerto de desembarco - a Cambray, para de allí pasar a San Quintín. 

Aunque estos infantes traían armas - arcabuces y picas que no debían, bajo pena, abandonar por el camino [3.2a] -se indicaba que en San Quintín, plaza que acababa de ser tomada, se hallarían armas, además de otras que se traerían de Amberes, junto a calzas y jubones "para que se aderecen".
 
A veces, porque no había armas suficientes - sobre todo, como hemos visto, defensivas - o porque estas se reservaban, los soldados salían de España insuficientemente equipados.

En Flandes, se podían armar con armas del arsenal de Malinas, en el cual se podían encontrar, en 1546 "coseletes blancos y negros hechos a la española y otros a la alemana", aunque buena parte de las armas defensivas que había en Malinas en esta época parecían ser de "ynfantes alemanas".

En Lombardía no había problemas para armarse con armamento producido localmente, dado el potencial productivo de los armeros locales que hemos apuntado antes, teniendo categoría de exportadores internacionales.

En destino podían los soldados acabar de armarse para servir a su rey en guerra viva. 

En caso de que los soldados nuevos fueran a sustituir las guarniciones de soldados viejos que marchaban a la guerra, el defecto del sistema no tenía demasiada importancia, salvo que una emergencia lo pusiera a prueba.

Por lo que parece, los bisoños no tenían demasiado esmero en cuidar sus armas. El maestre de campo Alonso de Cáceres escribía a Fernando de Eraso desde San Quintín el 16 de enero de 1558, informándole de que
aqui quedan muy poquitos soldados viejos y no muy muchos de los nuevos, por que de los
archabuzeros nuevos que aqui quedan el que tiene espada no tiene archabuz y el que tiene archabuz no tiene flasco por que en verdad digo á V. M. que, sin la mucha gente que esta enferma, la mayor parte de la otra es ynutil a esta causa que digo: viniendo a reñirselo y a castigarlos, dizen que se mueren de hambre, que como podran conprar flascos ni otras armas, no tiniendo para conprar pan 

Como vemos, varios meses después de la batalla de San Quintín, los soldados nuevos aún estaban a medio armar por problemas que el maestre de campo, en una carta del 18 de enero, atribuía a la falta de dinero:

En lo que toca al dinero que aqui dexa Miguel de Asurcia, hize que se prestase a los capitanes de los soldados nuevos, para que remediasen sus conpañias, por que se yvan por esos caminos muertos de hambre y los tomavan Franceses, y a no darselos pasaran mucha mayor necessidad que pasavan  

Sin duda, los bisoños tenían más preocupaciones que el estar bien aderezados de armas cuando no tenían para comer. 



3.3 Las armas de respeto de ejércitos y armadas

Los coseletes y las picas secas que llevan con las propias que se tenían las compañías, y cuando sea menester arcabucería lleva ducientos arcabuces de respeto que podrán servir con ellos 
El duque de Alba al secretario Delgado, 7 de junio de 1581


Convendrá que se embarque en esa Armada alguna cantidad de arcabuces y mosquetes que vayan de respeto, para que si fuere necesario pelear en la mar, los soldados que sirven con picas las dejen aquel dia y tomen arcabuces por ser mejor arma para la mar que la pica, y pasada aquella necesidad se tornen á poner donde se habian sacado, y que si saltaren en tierra vayan con sus picas y dejen los dichos arcabuces en las naves. 
El rey al duque de Medina Sidonia, Madrid, 20 de marzo de 1588


Infantería española preparada para reforzar el asalto a la plaza de Alkmaar en 1573. Se pueden ver los sargentos con sus alabardas, los alféreces, o quizá abanderados, portando las banderas de la compañía, un tambor, numerosos arcabuceros, dos infantes armados con rodelas, y al fondo, un cuadro de picas. Exceptuando el tambor, y el último soldado, que lleva rodela y un arma de asta, pero un sombrero en la cabeza, todos llevan armaduras de cabeza, morriones.


Además de los almacenes de armas, el ejército y sobre todo, la armada, podía llevar las denominadas armas de respeto, que podían suplir faltas, a la par que dar versatilidad: por ejemplo, que los marineros de la armada pudieran desembarcar, tomar picas, y formar un escuadrón, en lugar de estar "ociosos" en las naves, o, más comúnmente, que unos piqueros pudieran tomar arcabuces para combatir a bordo de las naos, al tiempo que la gente de mar pudiera defender sus naves con armas de fuego.

A toda la gente de mar y personas que no tuvieren arcabuces y los supieren manejar, mando se les den de los que lleva el galeón de respeto, y á los que no supieren tirar mando se les den picas. 
Orden del duque de Medina Sidonia en la defensa de este galeon real nombrado San Martin, 7 de junio de 1588


En 1586 se hacía cuenta para la jornada de Inglaterra, que se habían de embarcar en las naves y navios para la gente mareante de ellos, 4.000 arcabuces, 3.000 mosquetes y 5.000 picas. 
 

Las armas de respeto de la armada, en general, se tomaban y se usaban a bordo - o en tierra, temporalmente - y se retornaban a las naves, pero puntualmente se podían dar y repartir entre la infantería, como si fueran armas de un almacén.

Gracias a estas armas de respeto, un ejército bien pertrechado podía rearmar rápidamente no solo a soldados viejos que hubieran sufrido algún revés - en la batalla de Heiligerlee se perdieron cerca de 1,000 arcabuces - sino también dotar a soldados nuevos que hicieran su camino por otras partes, por ejemplo, las tropas que se juntaban en Badajoz para entrar en Portugal, al tiempo que la armada se juntaba en Cádiz con pertrechos suficientes para armarlos:

  • Arcabuces. Once mil y ochocientos y noventa y un arcabuces 11,891 
  • Mosquetes. Cuatrocientos y setenta y siete mosquetes 477 
  • Picas. Cuatro mil y trescientas y veinte y seis picas 4,326 
  • Lanzas jinetas- Cuatro mil y quinientas y veinte y cinco lanzas jinetas. . . , 4,525 
  • Coseletes. Dos mil y setecientos y veinticinco coseletes 2,725 
  • Morriones. Trescientos y treinta y cuatro morriones 354 
Relación del artillería, armas y municiones que hay de respecto el dia de la fecha desta en poder de Juan de Zufre, municionero, y en naves que han venido de Italia para servicio de la armada y ejército de S. M. , de lo que ha venido de Nápoles, Génova, Cartagena, Malaga y Sevilla, y han prestado el Duque de Medina Sidonia y Antonio Manso, factor del Rey de Portugal. 


En marzo de 1569, transportando las galeras al mando del comendador mayor de Castilla Luis de Requesens a los soldados del tercio de Nápoles a cargo de don Pedro de Padilla, que acudían a sofocar la rebelión de los moriscos en Granada, por la poca plática que el Comendador Mayor tenia de las cosas de mar, que decidió engolfarse en lugar de correr la costa, así como por una tempestad que le cargó tanto y tan fortunoso maestral, se perdieron dos galeras en la mar, y otras seis dieron al través en tierra.

Álvaro de Bazán recogió a lo soldados, reembarcándolos en Cerdeña. 

Entonces se rearmó a los soldados del tercio de Nápoles, dándoles socorro para que se repusiesen de vestidos, repartiendoles coseletes, picas y arcabuces a los que habian perdido las armas en la tormenta.

Tras hacer escala en Barcelona [10 de mayo] Bazán aportó con sus galeras en Adra, en el reino de Granada, desembarcando al tercio de Nápoles. 
Sin una buena provisión de armas de respeto, parte de los soldados naufragados hubieran tenido que ser rearmados en Granada [3.3a].

Había que estar preparados para cualquier eventualidad.



3.4 El reparto de las armas por mano de los capitanes

y ninguna librareis sin orden nuestra ó de los Ministros de la dicha artillería, tomando carta de pago de las personas á quien entregáredes, advirtiendo que han de ser Oficiales de los tercios y regimientos que hubiere en el ejército, y nombrando las compañías de que son para que se les pueda hacer cargo y no haya confusión, como podría haber si no se nombrase, como dicho es; y la misma cuenta y razón habéis de tener con distribuir coseletes, arcabuces, picas, plomo y cuerda, y todos los otros géneros de municiones de cualquier calidad que sean. 
Instrucción del príncipe de Parma a Pedro de Somarriva, mayordomo del artillería, Tornay, 20 de abril de 1583


y que allí se las entregue la persona que los tuviere á cargo al dicho maestro de campo, para que los reparta entre los soldados de su tercio. 
El duque de Alba al secretario Delgado, Llerena, 27 de abril de 1580


Compañía española en Harlem, 1573. Grabado de Franz Hogenberg. Rijksmuseum.




El proveedor o comisario general del ejército o armada, el capitán general de la artillería, el mayordomo de la artillería del ejército o plaza fuerte, o en su defecto, el tenedor de las municiones, libraban a los maestres de campo las armas, y estos hacían el reparto a los capitanes, normalmente, a tantas armas por compañía. A veces, también se libraban directamente a los capitanes.

Al final de la cadena, eran éstos quiénes repartían las armas a los soldados.

Había teorías de como se debían asignar las armas según la complexión física de los mismos:
  • Coseletes, para hombres altos y fuertes
  • Arcabuces, para hombres enjutos y ágiles
  • Mosquetes, para hombres fuertes
  • Picas secas para el resto
Pero estas armas se distribuían a discreción del capitán, que podía tener un criterio técnico como el anteriormente indicado, sino conocía a los soldados, o uno meritocrático en base a la experiencia - por ejemplo, dar mosquete al que ya había servido antes con arcabuz, o coselete al que había servido como pica desarmada - pero también, claro, realizar favoritismos.  

Existía la escuadra del capitán, y existía la "mesa del capitán", o esa, los soldados particulares que comían en la mesa del capitán. Evidentemente, estos no iban a ser los peor armados de cada compañía, sino todo lo contrario.




3.5 Ejercitándose en el uso de las armas. El camino español. Jornadas de mar

en un buen llano, tenía el Maestre de Campo Juan de Texeda, puestas en orden en forma de esquadron las compañias de la vanguardia que yvan a su cargo, y al passar su Alteza le hizieron su salva.

España en Flandes: trece años de gobierno del Archiduque Alberto, 1595-1608, Juan Roco de Campofrío


A los 30 mandaron hacer muestra de los soldados en las mismas galeras, y que tirasen con sus arcabuces y se pusiesen en orden. 
Relación del suceso de la armada de la Liga en el año 1571


Todo el tiempo que estuvimos en Palermo no se entendió sino en ponernos en orden para la jornada, y casi cada dia salia ahora un tercio, ahora otro, á hacer sus escuadrones con muy grande orden, y salian los arcabuceros contra el escuadrón de picas, guarnecido por la mayor parte de sus mangas de mosqueteros, y hacian una muy hermosa especie de batalla. Hallábase ordinariamente Su Alteza en estos escuadrones, y todos los maeses de campo y coroneles. 
Relación de lo que se hizo en el año 1573



Bien en los puertos antes de meterse en la armada, bien durante el camino, los soldados podían aprender un mínimo manejo de las armas, así como aprender a formar en escuadrón, como este con sus mangas que se puede ver en el recibimiento que se hizo al archiduque Ernesto en julio de 1595. [Descriptio publicae gratulationis, spectaculorum et ludorum in adventu sereniss. principis Ernesti, archiducis Austriae... (1595), en Gallica, Biblioteca Nacional de Francia]




El archiduque Alberto encabezó el camino español de 1595 con una escolta de 3.000 hombres en 23 compañías. La mayoría era reclutas de los reinos de Castilla y de la corona de Aragón [2 compañías de catalanes, las de Jaume Bordoll y Francesc Gai], pero se les añadieron en Génova y Lombardía algunas compañías de soldados viejos. 

Sin duda, fue un camino especial y extraordinario, puesto que dadas las obligaciones protocolarias del archiduque, tardaron meses en llegar a los Países Bajos, pero los soldados, como se puede leer en la cita de Roco de Campofrío, vicario general del ejército de Flandes, pudieron llegar a formar en escuadrón y a disparar sus arcabuces en salvas. 
Sin duda, los bisoños se vieron estimulados por la presencia de soldados viejos, a los que emularían.

Aunque la mayoría de soldados no dispondrían de meses para dedicar varios días a formar escuadrones, ni a disparar salvas, es harto improbable que no se tomasen algún momento a ejercitarse, ni que fuera un rato, en esas jornadas desde los puertos de desembarco hasta su destino final.


Aunque los hombres se enviaban muchas veces de prisa, las armadas - no las de transporte, sino las de empresa marítima o anfibia - se demoraban muchas semanas en tener todo apercibido, en juntar todas las naos y galeras, y todos los pertrechos, bastimentos y municiones. 

Este tiempo se podía invertir en ejercitar a los soldados, fueran nuevos o viejos. Lo ideal, sería mezclar los unos con los otros. En todo caso, queda constancia de que se formaban escuadrones, se afrontaba, se escaramuzaba y se disparaban salvas de arcabucería y mosquetería, con lo cual los soldados, aunque fueran bisoños, no se iban a tomar Túnez, Argel o desembarcar en Inglaterra, sin haber pegado un tiro ni haber formado en escuadrón, por muy nuevos que fueran.

Pero si la armada era de transporte, la tendencia era, que si el tiempo y la logística lo permitiese, los soldados se embarcasen sin demora, a ser posible, en el plazo de pocos días. Entonces el manejo de las armas o la formación de escuadrones no tenía tiempo.



4. Las armas de los soldados viejos


4.1 El gusto de los bisoños. 

El caso de los arcabuces gruesos de la munición de Barcelona de 1552


se dieron aq[uí] hasta ciento y veynte [arcabuces de la munición de Málaga] a los dichos soldados y cassi otros tantos se les trocaron y dieron por otros arcabuzes muy gruessos que recibieron en Bar[celo]na de los de la municyon que alli ay, los quales en la verdad no son pa[ra] con que los soldados puedan servir, y puesto q[ue] los arcabuzes de Malaga son buenos los soldados no los quisieron tomar teniendo por cierto que seran proveydos de arcabuzes de Bressa
Francisco Duarte, proveedor general de ejército al príncipe Felipe, gobernador de España
Génova, 15 de julio de 1552 [AGS,E. 1382,80]



por la diferencia q ay entre los mosquetes y arcabuzes de España, y de este estado [de Flandes / ...] por la desigualdad que causara en los Soldados, buscando la ligereza del peso, que tienen menos los de aqui que los de España
Discurso del capitan Cristoual Lechuga en que trata de la artilleria, y de todo lo necessario à ella [1611]


Nótese que el cañón del arcabuz es dorados, probablemente, para esta fecha, de bronce; algo ya no en boga esos años. Arcabucero español de mediados de siglo. 
Códice de trajes [1547] Biblioteca Nacional de España.

 


En junio de 1552 llegaban a Génova 5.000 soldados españoles embarcados en las galeras de España a cargo de don Bernardino de Mendoza: 4.000 que habrían de servir a su rey en Alemania - acudirían al penoso asedio de Metz; mal empresa para foguearse - y 1.000 que habrían de marchar a servir a don Fernando Gonzaga, gobernador de Lombardía, en la guerra por el control de Parma, en sustitución de otros tantos que acudirían al ejército de Carlos V en Alemania.

Eran soldados bisoños que se habían juntado en Andalucía - en principio, para ir a Nápoles - y que fueron desde Málaga por la costa pasando por Barcelona. Al parecer, tres compañías de soldados castellanos que estaban en el Rosellón se les sumaron en Rosas, plaza donde solían empalmarse las galeras.

La armada había embarcado 1.000 arcabuces de la munición de Málaga [o sea, de los almacenes reales allí] para repartir entre la infantería  que no se habían repartido a los soldados en España. 
En cambio, en Barcelona, a algunos soldados se les habían entregado "arcabuzes muy gruessos" de la munición de la ciudad, los cuales los propios oficiales veían que eran demasiado pesados para ser de servicio.

Bien porque entre los bisoños había soldados viejos - cosa habitual - bien porque los oficiales del rey chismorrearon censurando los gruesos arcabuces de la munición de Barcelona, parte de los soldados los bisoños, los cuales, a priori, no debían tener mucha idea del armamento que debían usar en la guerra, prefirieron renunciar a los arcabuces gruesos de Barcelona, trocándolos por los de Málaga, que Duarte consideraba buenos. Pero otros, esperando que se les entregaría en Lombardía arcabuces de Brescia, presumiblemente, más ligeros parece que no quisieron tomar tampoco estos de Málaga [4.1a]. 

Francisco Duarte reunió los 778 arcabuces gruesos de la munición de Barcelona con la intención de retornarlos a aquella plaza, embarcándoles en algunos escorchapines que habían de regresar, si bien a última hora, se decidió postergar el envío y retenerlos en Génova. 

Por contra, según indica Giuliano Gosellini, secretario de Fernando Gonzaga, en la guerra de Parma, el ejército de Lombardía contaba a primeros de julio con 700 españoles nuevos armados con solas espadas. 

O sea, que mientras se devolvían estos arcabuces, suficientes para armar a casi 800 hombres, se enviaban soldados a guerra viva con solas espadas, básicamente, porque estos habían rechazado las armas por pesadas, esperando, eso sí, que recibirían armas mejores en Lombardía.


Si los soldados nuevos podían tener su criterio, aunque no fuera este muy bien aparejado ¿qué se podía esperar de los soldados viejos, fogueados en años de guerra viva?



4.2 El gusto particular de los soldados viejos 


También se tomaron unos pocos de mosquetes buenos para muralla y algunos coseletes para cavallos ligeros y algunos morriones, que éstos, por ser del talle de los que traen los italianos, no serán a propósito de nuestra infantería, pero sónlo para arcabuceros de a cavallo

Don Juan de Acuña Vela a Felipe II, Lisboa, 20 de marzo de 1587. AGS, GA. 204-170. en BMO 3.1]


se ordenase que de Milán viniesen seis mil coseletes y 12 mil morriones grabados, porque los blancos la experiencia ha mostrado que es cosa perdida, y los soldados no arrostran a ellos y los dejan luego perder
El Consejo de Guerra a Felipe II. 7 de septiembre de 1588, Madrid [AGS,GA, 235,71, citado en BMO 4.3]



En lo que toca a los cosoletes y murriones de la munición de V.Mt, digo q yo había hordenado, q se trayesen con diligencia a Sant Michel, y q de allí me trayesen luego a este exer[ci]to CC cosoletes, y CCC morriones pa[ra] repartir, entre todas las compañías de Infanteria española, de los dos tercios q aca estan / por q ay en ellas muchos buenos soldados viejos y hombres muy honrados, y conoscidos q estan desarmados / por q no han havido Armas, ni donde podellas hazer, ni comprar a su proposito / y uno destos Soldados viejos antes se yrá desarmado a una bateria o a una batalla, q no con armas de las q en esta tierra se pueden haver de talles cortos a la tudesca.

El virrey hazia quenta, e yo por su mandado tengo asi hecho el rrepartimiento / que de los D cosoletes y iU morriones q tenemos, se dexen los trezientos cosoletes y setecientos morriones, para repartir entre las vanderas de Infant[eri]a española, q trahe Vasco de Acuña / porq se sabe que trahen pocas armas, com prosupuesto e determinacion q quando vengan los otros quinientos cosoletes e mill morriones que se havrian ya de haver enviado desde Bresa, se les daran a los dichos españoles nuevos, otros treszientos cosolettes y seiscientos o setecientos morriones y de esta manera los unos y los otros quedaran armados honestamente, y assí le paresce al dicho Virrey, q se debe proveer esto / si V.Mt no fuere servido de otra cosa
Carta de Francisco Duarte, comisario general del ejército imperial en Francia, a Carlos V, data en Ligny, a 24 de julio de 1544
[AGS, Estado, Flandes, 500, 156.2]


Coselete español de la década de 1540. Códice de trajes [1547] Biblioteca Nacional de España.



Por la carta queda claro que los soldados viejos españoles denostaban armarse a la tudesca, hasta el punto de preferir acudir a los lances desarmados a la espera de recibir coseletes italianos labrados en Brescia [Bresa en la carta].

Para ponernos en situación, Duarte se refiere a los dos tercios que había en Francia en verano de 1544, los de Luis Pérez de Vargas [tercio de Lombardía] y el de Álvaro de Sande [de Sicilia], que habían acompañado al Emperador desde Italia en 1543 para tomar el ducado de Gueldres y que ahora luchaban contra el ejército de Francisco I. 

En dichos tercios se había reformado/disuelto el tercio itinerante de don Pedro de Guzmán, o sea, unos 4000 veteranos de Italia a los que se habían sumado el verano anterior 2643 bisoños embarcados en Laredo en la escuadra de Álvaro de Bazán, a los que se habían de sumar, ese verano de 1544, 3400 bisoños bajo el mando de Vasco de Acuña llegados, también por mar.

El 15 de julio se había intentando tomar por asalto Saint Dizier, encomendándose el asalto a varias banderas de españoles [al menos 5] de los tercios de Vargas y Sande respaldados por alemanes de la coronelía de Jorge de Ratisbona [Regensburg]. Murieron en el intento entre 300 y 400 hombres.

Es increíble que alguien prefiriera ir a un asalto desarmado, quizá aquí Duarte exageraba, pero lo que está claro es que no les gustaban las armaduras alemanas, probablemente, porque las armaduras se diseñaban para llevarlas encima de la ropa, y la moda española era muy diferente, de modo que el coselete alemán sería incómodo de colocar y de "vestir" encima de la ropa a la española [4.2a]. 

Los españoles tenían la ropa con la cintura a la altura de la cadera, mientras los alemanes la llevaban a la altura del ombligo. De ahí que fueran casi incompatibles las armaduras o coseletes alemanes para sr vestidos sobre la ropa española, o al menos, hubieran sido muy incómodos de llevar.

Abanderado alemán de 1545. Nótese que el talle o cintura estaría a la altura del ombligo. Desde ahí cuelgan las escarcelas, cuyas launas - o láminas - permitirían bastante libertad de movimientos. JacobWapen Koebel. Des heyligen Römischen Reichs Teutscher nation. Colección de abanderados alemanes de 1545.

Otro abanderado alemán de la misma serie. 


A toda la problemática de precios altos, escasez, problemas de aprovisionamiento, etc, debía sumársele algo que, por paradójico que sea, no puede dejar de tenerse en cuenta: los señores soldados tenían un gusto o querencia por un determinado tipo de armas. 

No siempre las armas de munición cumplían esos requerimientos, y no eran del talle requerido, o no eran grabados, como en el caso de los morriones, y por ello denostados, o eran muy pesados, como los arcabuces de Barcelona de 1552.



4.3 Cómo se aderezaban los soldados viejos


En las galeras de Napoles se traen 12 compañías de infantería española de aquel tercio, que , en la muestra última que se tomo en los Alfaques de Tortosa, tenían 2,076 soldados, todos arcabuceros, mosqueteros y coseletes.
Relación del estado en que está lo del armada y ejército de S. M. y del número de gente y 
lo demás que hay y se va juntando para ello. 
En Madrid á 20 de febrero de 1580. [4.3a]
 

Infantería entraron aquí, en las diez banderas del Reino de Nápoles, mil y seiscientos y sesenta y tres soldados, que son: dozientos y ochenta y cinco coseletes gravados, ciento y sesenta y siete blancos, dozientos y quatro mosqueteros, y nuevecientos y ochenta y seis arcabuzeros
Don Alonso Martínez de Leyva a Felipe II, Lisboa, 8 de agosto de 1587 [AGS, GA, 200,113 y 114 en BMO 3.2]


Los que se escaparon dejaron morriones, coseletes y arcabuces en grandísima cuantidad. 
Relación del reencuentro que se tuvo con los rebeldes á los 20 de octubre 1568, una legua 
de Tilemon



Los soldados viejos iban considerablemente mejor armados que los nuevos, sobre todo, aquellos que se acababan de embarcar en España.

Los soldados viejos podían adquirir armas de diversas formas:
  • por saqueo de ciudades - los españoles en Milán el año de 1526 saquearon a los armeros, que eran famosos, precisamente por su producción de armamento - 
  • pagándolas de su bolsillo a armeros locales o mercaderes - había mercaderes que seguían los ejércitos y ofrecían armas, incluso en campaña
  • como botín de combate o más bien despojo de guerra, tomándolas de hombres caídos en combate, o bien de las que se abandonaban en el campo de batalla para correr más aprisa: Hubieron grandes despojos de caballos y armas, y cadenas de oro y dinero y otras cosas [4.3b]. 
  • recibiéndolas de la munición del rey, de manera idéntica a los soldados bisoños; o sea, entregadas por el mayordomo de la artillería a sus maestres de campo o capitanes, y recibidas de estos por los soldados, descontadas a las siguientes pagas - cuatro o cinco - el importe prorrateado del valor de las mismas, o dadas como pagas.

Los tercios de infantería vieja solían estar integrados por gente lucida y bien aderezada, en los cuales había muchos con armas grabadas, pero no siempre era así, y había tercios en los que cada cierto tiempo se hacían repartos de armas de munición - descontadas de sus sueldos - para que, por ejemplo, una pica seca pasase a servir como coselete.

Este aderezamiento solía estar vinculado a un hecho concreto, por ejemplo, a la salida del tercio de su alojamiento ordinario para realizar una campaña determinada, pero también se mejoraba el soldado al transcurrir un tiempo de guerra viva, o simplemente, estando "amolentado" en las guarniciones de Italia.


La carestía de las armas era un factor limitante en el amejoramiento del soldado, pero también a veces había cambios organizativos, por ejemplo, cuando se introduce el mosquete en 1567. 

Ese año de 1567 vemos que en el tercio de Cerdeña se producen cambios por la introducción del mosquete a razón de 15 armas por compañía, pero, antes de partir para Flandes, parece que la mayoría de los hombres se aderezan, dejando muchos de ser picas secas.
El tercio tenía en junio 685 picas secas, 316 coseletes y 576 arcabuceros, mientras que al mes siguiente – con la adopción del mosquete – había 228 picas secas [un 67% menos], 553 coseletes [un 75% más], 654  arcabuceros [un 13,5% más] y 118 mosqueteros nuevos. 

El tercio sufrió pues una innovación particular y a la par una mejora general.

La guerra en Flandes bien lo mereció.

También, había que luchar de vez en cuando contra la costumbre de la nación española de servir con muchos arcabuces. Puntualmente, los capitanes generales debían ordenar que cierto número de soldados tomasen picas, pues no había suficientes soldados para formar escuadrón. 
Marchando a Berbería, se consideraba muy importante contar con un buen número de picas secas para formar escuadrones sólidos contra la caballería alárabe, y el coselete era un arma poco adecuada para aquellos climas.

Además, las picas se rompían, las espadas se quebraban, los arcabuces reventaban y las armas defensivas envejecían y pasaban de moda. 

Picas rotas, espadas quebradas a los pies de la barrera. Torneo a pie de españoles, realizado en Bruselas, el año de 1569. Grabado de Franz Hogenberg. Rijksmuseum.



Para cambiar el armamento, incidían, por tanto, varios factores: tanto el deseo, necesidad y posibilidad del soldado de mejorarse, como cubrir las necesidades del ejército.

El armarse con armas más galanas, por ejemplo, podía conseguir que uno acabase combatiendo en las primeras hileras, junto a los capitanes, y acabar siendo reconocido y aventajado en el sueldo. 

Si uno quería prosperar en la milicia, debía lucirse.

Había también, claro, la posibilidad de lucirse delante de la casa real, no solo en batalla, sino en ocasiones festivas:

Ya era algo tarde quando con gran estruendo de pifaros y atambores armado y a punto de combatir entró en el patio el Maestre de campo don Aluaro de Sande con dos vanderas en que yuan trezientos soldados viejos Españoles en orden de tres en tres : muy luzidos de armas y ricamente adereçados de sobreuestes y penachos.
Torneo de pie de soldados españoles

El Felicissimo viaje del Muy Alto y Muy Poderoso Principe Don Phelippe, Joan Cristòfor Calvet d'Estrella [1552]


5. Conclusión. La clave de un modelo de éxito


yo no puedo aprovecharme de españoles bisoños y rotos porque han de meterse luego a combatir, que ha diez meses que no se pasa día que no se haga, y los que son de la cualidad que digo si no están alojados uno y dos años y muy regalados, no salen de servicio.
El duque de Alba al rey, 24 de febrero de 1573


he mandado que se levanten en estos reinos cuatro mill infantes y se lleven á ella los dos mill dellos, porque los otros se han de enviar á Lombardía, y en su lugar se han de sacar dos mill soldados de los viejos para que se junten con los que han de ir ahí, porque importa que haya gente plática y útil 
Felipe II a Gonzalo de Bracamonte, maestre de campo del tercio que luego fue de Cerdeña. Madrid, 9 de marzo de 1565


V. M. envía cuatro mil españoles. En Córcega hay mil y docientos; en Lombardía hay tres mil de los viejos; en Pomblin y Porto Hércules habrá seiscientos; en Napoles cuatro mil; en la Goleta se podrán sacar mil con los seiscientos que yo meti; aquí habrá ochocientos con los que tengo en Zaragoza [Siracusa], Trápana y esta ciudad, contando en ellos los seiscientos que el virey de Napoles me invió; de manera que por todos son catorce mil y seiscientos 
Don García de Toledo al rey, sobre los preparativos para el socorro de Malta. Mesina, 26 de mayo de 1565




Los 1.263 bisoños a cargo de Julián Romero que arribaron frente a las playas de Ostende el verano de 1572, puede que fueran mal armados hasta el punto de que no hubiera un coselete, ni un morrión en todos ellos. 
Puede que el duque de Medinaceli se lamentase que si los veían de la manera que venían, se perdería la reputación.  
Pero el hecho es que el peso de la guerra no recaía sobre ellos: había cuatro tercios de españoles viejos en Flandes que eran el nervio del ejército [Nápoles, Sicilia, Lombardía y Flandes]. 

También en 1568 habían llegado por mar, embarcados en Laredo, 2.427 españoles, que formaron el llamado tercio de bisoños, que después se conocería como tercio de Flandes, y que, en primera instancia, se dedicó a ocupar guarniciones, donde tuvieron tiempo para aprender todo lo necesario a su oficio, y a aderezarse convenientemente.

Bien fuera ocupando plazas fuertes, bien fuera disolviéndose en otras unidades en procesos conocidos como reformas, los soldados bisoños podían tener la oportunidad de aprender su oficios "regalados" o al lado de soldados viejos. 
Reformados en tercios viejos sus déficits en experiencia y armamento no pesarían tanto, pues se verían relegados a las puestos centrales del escuadrón como picas secas, o a las últimas hileras de las mangas o guarniciones de arcabuceros.

Además, en el ejército había tropas alemanas, habitualmente sobradas de picas, y bien pertrechadas de coseletes, para poder formar escuadrón con ellas.

Los bisoños, aunque no suelen venir bien armados, eran una parte del ejército, y no la más importante, en un modelo que cosechó grandes éxitos a lo largo de todo el siglo. 







Notas y referencias bibliográficas

El artículo tiene referencias e imágenes para todas y cada una de las décadas del siglo. No obstante esto, creo muy conveniente realizar artículo aparte para la evolución del armamento para el periodo comprendido entre 1495 y 1515.

Décadas y número de referencias e imágenes por cada una d ellas
1500: 16, 1510: 11; 1520: 18; 1530: 31; 1540: 72
1550: 18; 1560: 35; 1570: 29; 1580: 50; 1590: 17.

Es evidente que algunos periodos han quedado infrarrepresentados. Esto se debe a la abundancia de fuentes impresas, de archivo que he estudiado o de imágenes: los reyes no representaron todas sus campañas, o lo hicieron de modo sesgado, como los tapices de la batalla de Pavía donde la practica totalidad de soldados de infantería son alemanes, porque a Van Orley así le pareció conveniente. 

En todo caso, es fácil llegar al compromiso de establecer un tipo de armas con muchas variantes para el periodo largo de 1525-1550, y otro, más definido en cuanto tipología, para el periodo 1565-1595. 

Será necesario volver de aquí a un tiempo, con más documentación inédita de archivo, para profundizar en los periodos que han quedado menos estudiados
.


Abreviaturas:

BMO: La batalla del Mar Océano. Corpus documental de las hostilidades entre España e Inglaterra (1568-1604), 10 tomos

MHE: Memorial histórico español

CoDoIn: Colección de documentos inéditos para la historia de España, 112 volúmenes. La mayoría de citas que no tiene más referencia que el autor y la fecha, proceden de esta colección documental. 

AGS: Archivo General de Simancas



[*] La traducción del relato del secretario de Ferrante Gonzaga, a la sazón gobernador de Lombardía, es mía. El original es el que sigue:



[1] Mas recibió el dicho dia del dicho tesorero Alonso Sánchez, cuatrocientos y treinta y siete ducados de á trescientos y setenta y cinco maravedises cada uno, por el precio de ciento y veinte y seis arcabuces y cincuenta y nueve picas que de las armas de la munición de la 
dicha armada que vino de Milán , por orden á boca de S. A., se dieron á los capitanes Juan de Ulloa Carreño, Diego Valiente y Andrés de Iturbia , para armar sus compañías que quedaron en los presidios de Pomblin , puerto Ercoles y Orvitelo, y á Juan de Espuche, gobernador de la dicha Pomblin, á razón de tres ducados cada arcabuz con sus aderezos, y un ducado por cada pica: hacen cuatrocientos y ochenta y un escudos, nueve reales y 
veinte y dos granos de á los dichos diez reales. 

Relación del dinero que Juan Morales de Torres , pagador del armada de S. M. , ha recibido para la paga y gastos della, dende quince de junio 1571, hasta último de enero de 1572 años. 



Había muchas cosas de munición; de hecho, había pan de munición, y ropa de munición. En este caso, munición era sinónimo de algo entregado por el ejército.  

Así pues, cuando hablemos en este apartado de armas "de munición", nos referiremos a armas suministradas por la corona. 

Las municiones también eran el conjunto de pertrechos necesarios para el servicio de la artillería o la infantería, como la pólvora, el plomo o la mecha para los arcabuceros o las balas de cañón.

Munición, del mismo modo que hoy, era sinónimo de calibre.


[1.1a] También del marinero:
Ha de procurar y dar orden de manera que todos los marineros que se recojan traygan a lo menos sus espadas
García de Vallejo a don Antonio Hurtado de Mendoza, Laredo, 29 de mayo de 1587 [AGS, CMC, 2.ª época, 1208-26 y 27 en BMO, 3.1]


[1.1b] Había pragmáticas u ordenanzas sobre el uso de armas. 
Se podía ir con espada y daga. pero no con daga solo. 
No se podían llevar armas defensivas. 
No se podían tener arcabucillos de menos de cuatro palmos de vara de cañón. Solo la getnte de guerra podía llevar arcabuces

Ejemplo curioso, esta advertencia para el gobierno de Cataluña:
En lo del abuso de las armas, segun dicho es, conuiene que tengays mucha [a]duerten(pia, assi dentro de Barcelona como por la tierra, porque se anda tan desonestamente, que no puede ser mas, trayendo por Barcelona, señaladamente de noche, rodelas y lanças y otras armas prohibidas; y fuera de Barcelona arcabuces, scopetas y ballestas. 
Instrucción del rey a Francisco de Borja, lugarteniente general en el principado [Toledo, 26 de junio de 1539]

Efectivamente, fuera de la ciudad, la cosa era peor:
En lo que toca a la justicia, los ladrones andan en quadrillas de cinquenta y sesenta arcabuzeros y vallesteros; y don Francés es testigo de vista, por hauer topado anteayer tres leguas de Barcelona vna quadrilla destos
Francisco de Borja a Carlos V, Barcelona, 27 de agosto de 1539


[1.1c] Otros ejemplos sacados de la jornada de Inglaterra, relativos a la leva de compañías de labradores y "gente inútil":

he enviado a alistar y poner por memoria todas las personas que estén en edad de servir en la guerra, para que visto por Vuestra Majestad, mande cerca del armarlos lo que convenga, que por ser todos labradores aun espadas debe haber entre ellos pocas al presente.

El marqués de Poza a Felipe II, 2 de julio de 1588, Valladolid [AGS, GA, 225,271, transcrito en BMO 4.3].


Los 400 soldados gallegos que envió el conde de Lemos y algunos que vinieron de Monterrey, son tan inútiles que aun para gastadores no pueden servir [...] pues ninguno dellos sabe qué cosa es arcabuz, espada ni ningún género de armas 

El duque de Medina Sidonia a Felipe II, La Coruña, 19 de julio de 1588 [AGS, GA, 225, 45; transcrito en BMO 4.3]



[1.1d] El ducado de oro de España [375 maravedíes (ms)] estaba tasado en 1576 en 68 sueldos de Génova. Así pues, estas espadas de Milán costaban algo más de un escudo, 444 maravedíes, mientras que el sueldo de infante - sin la ventaja de arcabucero o coselete, era de 3 escudos o 1.050 ms, o sea un 42% del sueldo para pertrecharse mínimamente.


En el mismo documento, se deduce un tipo de cambio:

1 libra genovesa = 20 sueldos Genª = 1/4 escudo, o sea, que el escudo estaría tasado en realidad en 80 sueldos de Génova.

Relación de las armas que han de venir del estado de Milán para enviar al Reino de Cerdeña. [AGS,E,1417.155, Génova, mayo de 1584]


[1.2] Dueñas Beraiz, G. (2001). La producción de armas blancas en Bilbao durante el siglo XVI. Gladius, 21, 269–290. 




[1.2.1b] Los tercios, René Quatrefages. 1983


[1.3] Armeros milaneses en Navarra: la producción de Eugui. Godoy, J. A. (1999).  Gladius, 19, 231–260. 

El informe de José Aparici y García referido, es el "Informe sobre los adelantos de la comisión de historia en el Archivo de Simancas de 1848, que, aunque decimonónico, tiene el gusto por el detalle que aquí tanto apreciamos.


[1.3a] La colaboración de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa en la conquista del Reino de Navarra (1512-1524, Orella Unzue, J. L. (2020), Sancho el Sabio : revista de cultura e investigación vasca, pp. 67-107


[1.3b] Especular sin datos que dicho pleito tuvo que ver con una hipotética afección al gremio de fabricantes de coseletes es, para mí, inevitable, pero lo cierto es que se siguieron fabricando coseletes, petos y espaldares en Marquina, como prueba el caso burgalés de 1569 referido más adelante. 


[1.3c] Tranzada era cualquier pieza que se pudiera dividir horizontalmente, como las escarcelas. Un peto tranzado era un peto que tenía una pieza inferior volante independiente a modo de escarcelas llamada trance.



véase. Glosario de voces de armería de Enrique de Leguina [1912]


[1.3d] La contribución de la ciudad de Burgos y su jurisdicción a la pacificación de las Alpujarras, 1569-1570, Ángela Pereda López. Núm. 30 (2021): Guerra y territorio en la Monarquía Hispánica, Varia, Páginas 345-373. Obradoiro De Historia Moderna, (30)

Se trata esta leva de un caso que no tenía lugar frecuentemente, en el que el rey nombraba el capitán, pero eran el concejo y el tesoro real a medias quiénes cubrían los gastos. La ciudad de Burgos pidió, precisamente, que el castillo de Burgos - casa de munición de la corona fundamental para el sistema militar español [véase apartado 2.2] - les librase las armas necesarias, pero al final hubo de recurrir al mercado de armas nacional por vía de armeros particulares.

En 1588, en otro momento de crisis por el descalabro de la Armada de Inglaterra, otras villas ofrecieron hombres armados:

Huete. La ciudad de Huete ofrece servir á S. M. con una compañía de 250 arcabuceros armados y pagados por cuatro meses y con 12.000 ducados en dinero por aquella ciudad y su tierra y villas eximidas, remitiéndose á Juan Sánchez de Moraga y á Hernando del Castillo, regidores. 



[1.3e] En el inventario iluminado aparece Un peto por sí grabado y dorado con sus ramales para los hombros, de launas las correas.

El peto del soldado del asalto no tiene ramales para los hombros, pero las correas sí disponen de launas.





[1.7a] Burgos en la sublevación de los moriscos de Granada, Teófilo López Matas, Boletín de la Real Academia de la Historia, Volumen 141, 1957.


[1.7b] Aunque no he sido capaz de trazarla para poder aportar más datos al respecto, es lo más probable: en Cerdeña no había posibilidad de formase un ejército que necesitase 4.000 rodelas, y sin embargo era una isla donde recalaban continuamente armadas de galeras. 



[1.8a] Cabe tener en cuenta otros detalles de esta fracción del tapiz: el morrión es de color blanco, la rodela, bastante blanquecina. Evidentemente, no son representaciones perfectas de la realidad. Los tejedores de tapices no eran pintores que mezclaban colores para obtener el tono deseado: compraban hilo de color, y tejían lo que podían con él. 

En la misma serie se puede ver otro detalle que evidencia lo que aquí expongo:



Este coselete lleva un brazal de cada color. Aunque había piezas negras, parece fruto del compromiso histórico-material del tejedor y no la representación exacta de un coselete muy particular. 



[2a]De hecho, en la relación del artillería, pelotas y municiones del castillo de Perpiñán de 1543 se relacionan nada más y nada menos que 500 paveses, arma que se dejó de usar a principios del XVI, pero que podía servir para empavesar - proteger - varias galeras. 

También en 'Colibre' [Colliure, otra plaza marinera del condado del Rosellón, había 70 paveses.


[2.2a]  La Funció militar del port de Barcelona al segle XVI, Barriendos i Vallvé, Mariano. Treballs de la Societat Catalana de Geografia, 1988, Vol. 15, p. 11-19,


[2.3a] La colaboración de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa en la conquista del Reino de Navarra (1512-1524, Orella Unzue, J. L. (2020), Sancho el Sabio : revista de cultura e investigación vasca, pp. 67-107


[2.4a] Carta de Juan de Enderica y Pedro de Enderica a Juan Rena sobre la compra de mercancías, el envío de piezas de escopeta hechas en Marquina y Durango y el temor a la falta de soldados y bastimentos en Navarra. ES/NA/AGN/F004/AP_RENA,Caj.28,N.17-1


[3.2a] El meticuloso rey, conocido como el rey prudente - aunque Parker de motivos sobrados para sostener lo contrario - no pudo dejar de anotar esta clausula, lo que vendría a evidenciar que quizá esto podía suceder. 

Las causas de ello, como apunta Juan de Ayala hablando acerca de soldados nuevos - en este caso, ingleses - pudiera ser en que no estaban acostumbrados a llevarlas y acababan fatigados. 

La solución, transportar dichas armas en carros:

segun me a dicho, y dara toda la priesa posible para hallarse le mas presto que pudiere en Cambray; la gente hizo ayer gran jomada, y con ser nueva, y no usada a traer armas, llego a este alojamiento de manera que no puede partir oy; hazerlo a mañana, plaziendo a Dios, y avemos hecho cuenta de hazer cinco jomadas y ser e1 mattes en Cambray, que sale a cinco leguas cada dia une con otro. Si yo pudiese hazelles abreviar mas el camino, trabajallo he, haziendoles poner las armas en carros, pues de aqui a Canbray es toda tierra segura.

Juan de Ayala a Felipe II, cerca de Saint-Omer, 5 de agosto de 1557.

Quizá, simplemente eran descuidados, las cambiaban por comida, o las jugaban a dados y cartas, o incluso los vendían, como algunos de los soldados españoles que desamparaban sus banderas en Lisboa:

En lo que loca al aviso que se dio de la provisión que los desta cibdad hacían de arcabuces, comprándolos á los soldados que se iban, escrebí á Zayas que no habia que hacer cuenta de aquello, porque cuando se comprasen cincuenta arcabuces parecerían mil
El duque de Alba al rey, Lisboa, 19 de enero de 1581



[3.3a] Don Alvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz de Mudela. Angel de Altolaguirre y Duvale [1588]


[4.1a] El texto completo de la carta de Duarte no tiene desperdicio:



[4.2a] Agradezco a todos los compañeros de Facebook su participación en la discusión que dio pie a la solución del caso, en especial, a Santiago de la Peña Miravalles, que aportó la clave: los alemanes se vestían con la ropa en la cintura natural - a la altura del ombligo - los españoles la bajaban a la altura de la cadera.



[4.3a] Una traslación más exacta del original:

en las galeras de napoles se traen XUI cnpªs de Infanteria española de aquel tercio que en la mra ultima que se tomo en los alfaques de tortosa tenian II V LXXVI soldados todos arcabuzeros mosqueteros y coseletes.... II V LXXVI.


[4.3b] Relación de la batalla de San Quintín, tomada de un códice de El Escorial, en CoDoIn 9.

Cuando nuestra infantería llegó á socorrer nuestra caballería, la vitoria era conocida: no hubo hombre de los nuestros que no tuviese prisionero francés. Hubieron grandes despojos de caballos y armas, y cadenas de oro y dinero y otras cosas.