Mostrando entradas con la etiqueta Oficiales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Oficiales. Mostrar todas las entradas

Capitán de los tercios de infantería española

El capitán era el primer oficial de la compañía, en quien residía su mando y dirección.

El capitán recibía una patente que le declaraba como tal, donde se recogían sus obligaciones y atribuciones. Si la compañía era de nueva creación, recibía además la conducta, documento que le permitía hacer la leva [la recluta] de los soldados en las localidades o zonas que le asignaran, y que permitía asimismo la colaboración activa de las autoridades correspondientes.

Para la mayoría de soldados, era el mejor puesto al que podían aspirar en su carrera. Debían saber leer y escribir - aunque hubo excepciones - y amén de llevar el mando táctico de la compañía, tenían la postetad de nombrar a todos los oficiales mayores y menores, y asimismo determinaba la distribución y concesión de las ventajas extraordinarias, lo que generaba dentro de la compañía una cierta red clientelar. No eran infrecuentes las críticas a los que "se sentaban en la mesa del capitán", estableciendo categorías entre los soldados.


A la izquierda, un oficial, quizá un capitán, con un morrión y coselete grabado. En la mano, una media pica. A su lado, un coselete con galanas armas, pero no de la calidad del oficial. Asalto nocturno de la villa de Ardres en 1596, detalle. [Patrimonio Nacional]




Armas e insignias


El capitán de las compañías de picas debía llevar siempre un coselete, espada y rodela y celada fuerte [a prueba] y pica cumplida de 27 palmos.


El capitán de las compañías de arcabuceros llevaría igualmente rodela, pero iría sin coselete, sirviendo con arcabuz como el resto de soldados.


La insignia del capitán era la jineta, que llevaba su paje de jineta, soldado con cargo a la compañía, que también podía llevar la rodela del capitán.


Detalle de la lámina 19a de "La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna", impreso hacia 1530, donde podemos ver tres capitanes de compañías de arcabuceros españoles, que llevan coseletes cumplidos - sin celada ni morrión, con una gorra emplumada - y sostienen jinetas en sus manos. La espada es algo más larga de lo que se recomendaría unas décadas más tarde. 




El capitán Juan Osorio de Ulloa tras vadear "la mar océana", durante la operación para tomar Zierickzee en 1575. La escena es un detalle de un grabado que ilustra la "Primera Década de las Guerras de Flandes", de Famiano Estrada, y se trata de una edición de 1681, por lo que no puede reflejar la moda de la época que pretendía retratar; solo hace falta ver los morriones de los soldados que aparecen alrededor y el sombrero de ala ancha, que en 1575 no estaba de moda. Aún así, este puede ser el retrato de un capitán del siglo XVII, con su jineta en la mano. 



Cometidos

Siendo capitán de picas, debía servir en la primera hilera de las picas, para como escribiera Brancaccio, "ser de los primeros que en peleas y batallas ha de ensangrentar la pica".

Debía en todo caso conocer el manejo de todas las armas - así para adiestrar como para dirigir a las tropas, debiendo en ocasiones el capitán de una compañía de picas dirigir una manga de arcabucería, o media manga.

El capitán de arcabuceros, serviría en la manga de arcabuceros en el escuadrón. Indicamos que este ejército había de ser muy dinámico, y un capitán había de dirigir tanto una manga en el escuadrón, como un asalto a una trinchera o una encamisada, pero se asumía que los capitanes de arcabuceros en "los más pláticos" y a ellos se les solía conceder el privilegio de dirigir las operaciones más delicadas.

Debía tener conocimientos de defensa y ataque de plazas fuertes, y también de escuadronar, aunque esta tarea dejamos declarada era oficio del sargento de la compañía bajo la dirección del sargento mayor del tercio.



Escuadra del capitán

El capitán de la compañía disponía de su propia escuadra, un conjunto de 25 soldados que servían bajo las órdenes de un cabo de escuadra. Esta escuadra estaba formada por caballeros principales, oficiales reformados y entretenidos, y se incluía en ella a estos soldados para que tanto los oficiales reformados como los caballeros particulares no fueran gobernados por cabos con menos experiencia en la guerra  o menos categoría social.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica como cuando entró a servir en 1574 en la compañía de Don Juan de la Cueva, el cabo de escuadra del capitán era Luis Pérez de Vargas, y siendo éste nombrado sargento, fue ocupada su plaza de cabo de escuadra por un alférez llamado Caxero.

A esta escuadra se les encomendaba diversas tareas de consideración, como por ejemplo, las tocantes al cuerpo de guardia.



Capitanes por cartas versus capitanes de canas

Son varias las denuncias - por parte de tratadistas como de veteranos - frente a los nombramientos de capitanes mozos, aún sin barbas, personas de ningún oficio a las que sólo el nombre de sus familias les proporcionaba el título de capitán.

Frente a estos capitanes por cartas - a los cuales disponer de un buen sargento les podía salvar de la deshonra de no estar capacitado para guiar a sus hombres - se recomendaba una experiencia mínima de varios años en el ejército, habiendo pasado por todos los puestos: de soldado a cabo de escuadra, y posteriormente a sargento y alférez. En todo caso, esto no siempre se cumplía.

En las Ordenanzas de 1632 se indicaba el requisito de seis años de servicio más tres como alférez o diez de soldado. Igualmente, dado que muchos capitanes de infantería lo eran asimismo de caballería - cediendo el gobierno de una de ellas en su segundo, pero gozando de ambos sueldos - se dispuso que únicamente se les concediera el mando de una sola compañía. Reducidas las compañías en este año a un único pie, la distinción entre picas y arcabuceros quedó anulada.



Montura

El capitán normalmente marchaba a caballo durante los traslados de la compañía, si bien a la entrada y salida - los momentos en que había que escuadronar - debía desmontar cediendo el caballo a un criado y ocupar su puesto. Eguiluz dejó escrito: "nunca el capitán el día de batalla lleve caballo salvador".



Sueldo

El capitán gozó de un sueldo de 40 escudos mensuales durante la práctica totalidad del periodo analizado.



Ejemplo de carreras militares: los capitanes del ejército de Flandes en 1596

En 22 de marzo de 1596 se hacía una relación de los capitanes de infantería española que había en el ejército de Flandes, tanto los que eran oficiales de los cuatro tercios, como de los capitanes que tenían sus compañías en guarda de diferentes presidios. 

Era un documento que podía servir para que el archiduque Alberto, nuevo gobernador de los Países Bajos, se hiciera una idea de los oficiales de infantería que eran en el nervio del ejército. 

En general, a excepción de los maestres de campo y algunos capitanes particulares, las descripciones eran parcas: "muy buen soldado y hombre de buen gouierno y muy buen sesso" podía ser el resumen de un capitán, pero además de valoraciones cualitativas recurrentes - valiente, muy valiente, de gran ánimo o arriscado, epítetos relativos al valor personal acompañan la descripción de estos 82 capitanes - aparecen datos de interés biográfico para hacerse una idea de quiénes eran estos oficiales.

Complementada esta relación con apuntes de las crónicas de Carlos Coloma, Diego de Villalobos, y otros documentos de época, podemos hacer una aproximación a un nutrido grupo de capitanes en un época especialmente activa de la guerra de Flandes.

Veámoslos en detalle:



Número de capitanes

  1. En el tercio de Luis de Velasco aparecen valorados 17 capitanes, 2 de ellos, sustitutos de otros que han muerto; uno de los sustitutos era ayudante de sargento mayor. 
  2. En el tercio de Antonio de Zúñiga aparecen valorados 8 capitanes, 1 de ellos, un alférez que ha sido promocionado por muerte de un capitán. 
  3. En el tercio de Agustín Mexía aparecen valorados 25 capitanes.
  4. En estos tres tercios, se incorporaron 12 compañías, a 4 por tercio, cuyos capitanes no son valorados por ser recién llegados.  
  5. En el tercio de Alonso de Mendoza, aparecen valorados 9 capitanes.
  6. Amén de los 81 capitanes de los tercios, hay 11 capitanes de infantería en guardia de presidios que también reciben valoración.
  7. En total tenemos 82 capitanes valorados, y otros 12 nuevamente venidos que el oficial que firma el documento no se atreve "a dar relación, porque si bien conozco a los mas, no soy amigo de dezir de nadie lo que no se por prueva".


La infantería española de los tercios, presidios y castillos

  1. El tercio de Luis de Velasco contaba con 1.881 soldados, 166 oficiales y 15 entretenidos. 18 capitanes gobernaban el tercio, por lo que tenían una media de 115 hombres a su cargo, incluyendo oficiales y entretenidos. 
  2. El 3º de Zúñiga tenía 126 oficiales, 4 entretenidos y 1.471 soldados, repartidos en 12 compañías, a una media de poco más de 130 hombres a cargo de cada capitán.
  3. En el Tº de Mejía, había 29 capitanes que mandaban a 213 oficiales y 2.280 soldados, con una media de 86 hombres a su cargo.
  4. El tercio de Mendoza era el que estaba más disminuido: 595 soldados, 43 oficiales y 7 entretenidos en 9 compañías, a 70 hombres - incluidos oficiales - a cargo de cada capitán.
  5. Los capitanes de presidios tenían entre 90 y 200 hombres a su cargo, con una media de 115.
  6. Los 8.100 hombres de infantería española - incluidos oficiales y entretenidos - estaban pues repartidos en cuatro tercios [6.829] y presidios [1.271] amén de los castillos de Amberes y Gante. 
  7. Por último, mencionar que los castillos de Amberes y Gante tenían importantes guarniciones, pero en este caso, los soldados españoles [752 en Amberes y 644 en Gante] que eran gobernados por castellanos y no por capitanes de infantería. 


Edad. Experiencia. Estatus. Nacionalidad

  1. Veinte de los capitanes eran viejos o muy viejos. Por contra, solo once eran mozos.
  2. Entre los viejos, había alguno que se hallaba inútil para servir. Por ejemplo, el capitán Juan Ruiz de Villoslada, "muy viejo soldado", que estaba "inutil de viejo y gordo" se hallaba con su compañía en el presidio de Dunquerque. Pero buena parte de estos capitanes viejos, eran hombres "de mucho servicio": tenían experiencia en el gobierno de las compañías, tenían "noticia de las cosas de la guerra", y su parecer y consejo era muy valorado. De hecho, había un antiguo capitán, Francisco de Aguilar Alvarado, ahora gobernador en Dunquerque, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba [1568-1572]. No solo importaba el físico, la veteranía ayudaba a ejercer el cargo. Aún así, parece que la guerra había evolucionado en este tiempo, pues de algunos de estos capitanes viejos se dice que eran "modernos".  Esto es algo que se va a ver repetido en el tiempo: algunos viejos soldados tenidos en consideración en ternas de maestres de campo eran tachados como capitanes del tiempo antiguo; su escuela de guerra era ya de otra época. 
  3. Entre los once capitanes mozos, había soldados antiguos, o sea, que eran jóvenes de edad, quizá en sus treinta y tantos, pero llevaban sirviendo desde edad temprana, como don Fernando Deça, el cual "ha muchos dias que es soldado". De estos, había algunos "aprobados", que habían demostrado sus méritos, pero también algunos sin un historial de servicio, por los que se apostaba en el futuro, por ser "de muy buenos principios y esperanzas". También había tres que tenían parentesco en altos oficiales del ejército o de los consejos reales. Tan solo el nombramiento de uno de ellos había sido criticado por su juventud.
  4. Ocho de los capitanes reciben el título de "caballeros".
  5. Entre los capitanes, había dos portugueses. Los portugueses podían servir en tercios de portugueses, o de españoles, mezclados los unos con los otros, pues tenían la misma consideración. 


Ocupación

  1. La práctica totalidad - 71 - eran capitanes ordinarios de los cuatro tercios de infantería española que había en Flandes: los de los maestres de campo don Luis de Velasco, don Antonio de Zúñiga, don Alonso de Mendoza y don Agustín Mejía.
  2. Cuatro de los capitanes eran, además, maestres de campo de sus tercios, lo que era norma habitual.
  3. Dos de los capitanes de la lista eran sargentos mayores. El capitán Martín López de Ayvar era sargento mayor del tercio de Luis de Velasco, pero no tenía compañía. Pedro Ponce de León lo era del tercio de Agustín Mejía. En los otros dos tercios habría sargentos mayores, pero sin título de capitán. Estamos en la época en que los sargentos mayores tenían más autoridad que los capitanes. Así, Lopez de Ayvar gobernaba "el tercio en ausencia de su maestre de campo". 
  4. Nueve eran capitanes de compañías en presidio, algunos eran castellanos o gobernadores. Al menos uno tenía un tercer oficio, como Juan de Ribas, capitán de infantería y gobernador de la Esclusa, que también era superintendente de la gente de guerra de las fortalezas y presidios de Flandes. 
  5. Un capitán del tercio de Agustín Mejía había sido teniente del castillo de Amberes, había defendido una plaza, y al final, amén de la compañía del tercio, gobernaba la plaza de Terramunda. Vemos, por tanto, que los capitanes pueden compaginar el oficio de gobernar una plaza, y comandar una compañía de infantería de un tercio, que, en principio, había de estar disponible para salir en campaña.  


Carrera previa. Reformados y entretenidos.
  1. Tres de los capitanes habían sido ayudantes de sargento mayor, y otros dos habían sido ascendidos desde su oficio de alférez. Pero al menos cinco de los capitanes eran capitanes reformados: oficiales cuyas compañías habían sido disueltas, y que habían permanecido en el ejército sin mando en compañía, pero con título de capitán. Al estar sirviendo en el ejército, se les había preferido para proveerles las compañías antes que darlas a otros oficiales "vivos" como alféreces. 
  2. Muchos de estos capitanes reformados servían como entretenidos en el ejército. A diferencia de otros oficiales reformados, como alféreces o sargentos, que servían ordinariamente en compañías sin mando, pero con "autoridad", los capitanes no servían en compañías, para no hallarse en la tesitura de tener que obedecer a otro capitán, así que servían como entretenidos: personas que podían realizar tareas que en ejércitos posteriores serían propias del estado mayor. Don Pedro de Borja, por ejemplo, era un capitán entretenido que servía al maestre de campo Antonio de Zúñiga. Bartolomé de Torralba, capitán y sargento mayor, era entretenido en el tercio de don Agustín Mejía. Si hubiera habido una vacante en sus tercios por muerte de un capitán, Zúñiga o Mejía hubieran podido proponer al archiduque Alberto, capitán general del ejército, sus nombramientos, antes que darle la compañía a un alférez. 
  3. En los cuatro tercios había una nómina de 26 entretenidos - no necesariamente capitanes -, y, en todo el ejército 99, buena parte - 38 - sirviendo en los castillos de Gante y Amberes. Coloma apunta a un nutrido grupo de 25 o 30 capitanes reformados que combatieron a caballo en la batalla de "Dorlán" el 24 de julio de 1595 junto al conde de Fuentes. 
  4. Los capitanes reformados podían seguir sirviendo en el ejército, con la opción dicha de optar a vacantes, incluso en otras armas, como en la caballería. En general, salvo reforma disciplinaria, no había demérito en la reforma, porque era una mera cuestión organizativa: las compañías estaban tan disminuidas que se tenían que agrupar.
  5. Seis de los capitanes listados en marzo de 1596 habían sido nombrados bajo el gobierno del archiduque Ernesto [enero 1594 - febrero de 1595]. mientras que otros nueve habían sido nombrados por el conde de Fuentes durante su interín [febrero de 1595 - febrero de 1596]. Sumados a los tres sustitutos por muerte del capitán, tenemos que 18 de los 82 capitanes, casi el 22%, llevaban menos de dos años en su cargo. Esta alta tasa de renovación puede deberse, como veremos, a su alta mortalidad. 
  6. Siete de los capitanes habían venido de España con el archiduque Alberto. Cinco de ellos eran capitanes de banderas nuevas [bisoños reclutados en España el año anterior], y dos eran capitanes de los presidios de Lombardía [Alessandria de la Palla]. El archiduque se había hecho acompañar de 23 compañías, por lo que solo el 30% había sobrevivido a la reforma: el resto de compañías serían disueltas, sus soldados repartidos en las compañías viejas, y sus oficiales reformados, o sea, desproveídos de mando.
  7. Algunos de estos capitanes que hicieron el camino español con bisoños de España eran capitanes reclutadores o itinerantes: su carrera se basaba en reclutar tropas en los partidos que se les asignaban, y en conducirlas a los teatros de guerra o presidios donde eran necesarios. Así, Francesc Gay, capitán catalán que llevó en esta ocasión 161 soldados de Cataluña, ya había conducido tropas para Italia en 1593. Después de 1595-1596, volvió a reclutar una compañía para Flandes en 1599, y una cuarta en 1601 para servir en Milán. Para estos capitanes itinerantes, no era un menoscabo en sus carreras ser reformado, sino una oportunidad para continuar con su carrera como reclutadores. 
  8. Cinco de los capitanes "nuevos" eran parte del antiguo tercio de don Pedro Manrique que había servido en el Franco Condado contra los franceses. De un total de 36 compañías que tenía el tercio, solo habían sobrevivido 5, un 14%. Dado que eran tropas veteranas, lo lógico hubiera sido que hubiesen tenido más continuidad que las compañías de bisoños que hicieron la escolta al archiduque. Es probable que los meses que pasaron junto a la persona de Alberto, propiciaran que estos capitanes de la escolta tuvieran menos tasa de reforma que el tercio de Manrique, pero también hay que tener en cuenta que estas banderas venían menos "henchidas": 23 de ellas tenían menos de 80 soldados, y 12 menos de cincuenta. Solo había 4 compañías de este tercio que tenían más de 100 soldados. 
  9. De estos doce capitanes "nuevos" - los siete de la escolta del archiduque y los cinco del tercio de Manrique - no se hacía valoración por no ser conocidos. 


Heridos
  1. En la lista aparecen un par de capitanes "estropeados" por la guerra ya en marzo de 1596: Gonzalo Mexia, "coxo de un arcabuzazo en una pierna que le dieron en Durlans", y Francisco de Salcedo [Saludo en la lista], "manco de una pierna que le quebraron en Durlans". Estos dos capitanes eran del tercio de Agustín Mejía. Es relativamente normal que ambos capitanes fuesen heridos en el mismo encuentro, tenido lugar en Doullens [Dorlan] el 24 de julio de 1595. Salcedo acabó muerto en el asedio de Hulst [infra 6]
  2. En el asalto a Calais, el capitán Diego de Durango, que llevaba la vanguardia con la gente del tercio de don Alonso, padeció la voladura de la mina de cuyo fuego quedó casi abrasado, aunque curó después.
  3. En el asedio de Ardres, el maestre de campo y capitán Luis de Velasco, recibió un pistoletazo en el brazo.  

Se ha identificado al oficial con coselete dorado como el maestre de campo Luis de Velasco, que se halla delante del archiduque Alberto. A su lado, otro capitán con sombrero y coselete dorado empuñando una jineta, y al lado, un jovencísimo paje de rodela y jineta. El capitán Alonso de Contreras con catorce años de edad, el año de 1597 narraba: "Llegué á Palermo y luego me recibió por paje de rodela el capitán Felipe de Menargas, catalán; servíle con voluntad, y él me quería bien". 
 Asalto y toma del campo atrincherado de Hulst, detalle.  





Mortalidad

  1. De los 82 capitanes listados en marzo de 1596, 12 habían muerto a finales de año. Tenemos apunte de ocho de ellos: dos murieron en Calais, uno en Ardres y cinco en la toma de Hulst. Con esta tasa de mortalidad del 14%, la esperanza de vida quedaría reducida a 7 años, pero lo cierto es que conocemos historiales de largas carreras como la del viejo capitán Francisco de Aguilar Alvarado, que venía sirviendo desde tiempos del duque de Alba, y que ahora ponía su experiencia en la defensa de la plaza de Dunquerque.
  2. En el asalto que se dio a Calais el 24 de abril de 1596, los franceses volaron una mina que estaba hecha bajo la batería. Juan Alonso de Sotomayor sufrió la voladura siendo quemado y muerto. El capitán Hernando de Isla, valiente y arriscado soldado [...] quedó abrasado el rostro y las manos, cayendo y rodando todos envueltos entre piedras y polvo. Isla, del tercio de don Antonio de Zúñiga murió inopinadamente, puesto que fue sin orden al asalto, como aventurero. 
  3. En el asedio de Ardres, murió el capitán Sebastián [o Hernán] Gómez de Contreras, cuando se hallaba en las trincheras, que se habían comenzado a abrir el 8 de mayo.
  4. El capitán Luis Manrique dio el asalto a un rebellín de la plaza de Hulst al mando de doscientos soldados españoles. Tras lograr tomarlo, queriendo, con ardor juvenil, arrimarse hasta el propio rastrillo de la puerta por donde se entraba a la villa y trepar por él, le alcanzó un mosquetazo, de que cayó muerto dentro de la propia villa.
  5. Durante el asedio de Hulst, los capitanes Palacios y Patricio Antolínez, murieron acometiendo el dique del fuerte de la Estrella, peleando pica a pica con los enemigos.
  6. En el asedio de Hulst, estando en las trincheras esperando la orden de asalto, una bala de cañón disparada por los defensores, se llevó a nueve o diez soldados, entre ellos, al capitán Francisco de Salcedo, del tercio de don Agustín Mejía, hiriendo también al capitán Saavedra.
  7. En Hulst, dando un asalto a la muralla, el capitán Antonio Sarmiento recibió un mosquetazo, siendo atravesado de un ojo al colodrillo. Según Coloma, que refiere el caso con detalle, vivió a pesar de las heridas, pero según el apunte de la relación, falleció.  
  8. Vemos que, recurrentemente, los capitanes encabezan los asaltos y facciones, con lo que asumen un gran riesgo, sufriendo muchas bajas, en combates cuerpo a cuerpo, por disparos de armas de fuego y artillería, o por explosiones. 


Valoración personal positiva

  1. Valor. Como hemos apuntado al inicio, la mitad de los capitanes son considerados hombres valientes, recibiendo diversos epítetos: valiente, muy valiente, arriscado, de mucho ánimo, etc. Sin duda, el valor personal era imprescindible a la hora de hacer carrera y señalarse, pues se afrontaba la muerte en cada asedio, asalto, facción o batalla, y los oficiales encabezaban a sus soldados en dichas acciones, asumiendo un riesgo muy grande. 
  2. En general, claro, el valor era encomiable, pero en un caso, el del capitán Hernando Zapata, se indica "valiente capitan solo para pelear". El capitán debía reunir otras aptitudes además del valor personal.
  3. Entre esas aptitudes, se valoraba que fuera inteligente - aparecen repetidos los epítetos "de buen sesso", de buen entendimiento - y sensato: cuerdo. 
  4. Además de inteligencia y sensatez, debía reunir cualidades para el mando: de buen gobierno o bueno para gobernar, esto es, buenos para mandar hombres, eran calificativos que vemos repetidos. 
  5. En general, los capitanes reciben buenas valoraciones: "de buena opinión", "acertado" "buen soldado", "de mucho servicio" u "honrado", eran consideraciones que se repetían.
  6. Muchos de los capitanes eran apreciados por sus soldados y compañeros: ser "estimado" y hacerse "estimar de los amigos" era algo valorado positivamente.


Valoración personal con apunte negativo
  1. Por contra, aparecen unos pocos capitanes con malos apuntes personales, aunque su valoración general fuese, en general, buena.
  2. Del nombramiento del capitán don Jerónimo de Miesco por parte del conde de Fuentes, se había murmurado, porque demas de ser mozo, D. Luis de Velasco le tuvo preso por cosas feas. 
  3. Al capitán Simón Antunez, portugués, no le tenían por hombre de gouierno. O sea, lo consideraban inapropiado para mandar hombres por el motivo que fuera. Llegó a ser maestre de campo.
  4. El capitán Hernando de Isla, del que hemos apuntado murió en el asalto de Calais, era uno de los más briosos y arriscados capitanes que hubo en Flandes [...] reconoció muchos puestos y baterías; ayudó á dar grandes victorias ; sus hechos fueron excelentes , sus servicios importantes, sus consejos muy acertados y su ánimo invencible. Esta impulsividad también se traducía en el trato, pues se le consideraba como hombre de demasiada colera.
  5. Hernán Tello, gobernador de Durlans, era hombre de mucha diligencia y servicio y que tiene ánimo y entendimiento para cualquier negocio, cosa que demostró en la toma de Amiens, pero al mismo tiempo era "interesable" en materia de gobierno. O sea, que anteponía su interés personal en el ejercicio de su cargo. Esto se podía traducir en exacciones en su labor de gobernador, o en fraudes en el ejercicio de capitán. Como fuera, murió en la defensa de Amiens, defendiendo la plaza por su rey.


Parentesco

  1. Como solía pasar en la época, algunos capitanes tenían familia en el ejército. Esto puede haber sido causa de su promoción en la milicia, aunque en los casos referidos solo se apunta el parentesco sin atribuirle demérito al oficial.
  2. El capitán Domingo de Idiáquez era hermano del capitán Martín Idiáquez. Tenía una larga carrera, habiendo sido teniente del castellano de Amberes
  3. El capitán Gonzalo Mejía, "cavallero mozo", era sobrino del maestre de campo don Agustín, en cuyo tercio servía. 
  4. El capitán Marco Antonio Angulo era cuñado de Esteban de Ibarra, secretario del Consejo de Guerra, pero de él se decía "ha mucho tiempo que sirve". 
  5. El capitán don Juan de Silva, "cavallero mozo", era sobrino de don Alonso de Vargas, gobernador de la caballería ligera del ejército de Flandes. 
  6. El capitán don Diego de Villalobos y Benavides, "caballero mozo" era cuñado del pagador del ejército de Flandes desde 1595, Hieronimo Walther Zapata. 
  7. Es probable que los tres caballeros mozos fueran promocionados por sus parientes, lo cual no quiere decir que no tuvieran méritos para el cargo. 

Carrera posterior
  1. El capitán portugués Simón Antúnez, que, según el informe, no era tenido como "hombre de gobierno", llegó a ser maestre de campo del antiguo tercio de Sicilia en Flandes, a partir del año 1601. Con opinión de animoso capitán, vivió para desmentir la valoración negativa que de él habían escrito. 
  2. Pedro Sarmiento, había sido alférez del maestre de campo Sancho Martínez de Leiva en 1589, y en 1590 capitán del tercio de Antonio de Zúñiga. En la relación de 1596 aparece valorado como "hombre de gouierno y muy buen sesso". En 1598 fue nombrado sargento mayor, cuando el maestre de campo del mismo tercio era Carlos Coloma. En 1605 era maestre de campo de su propio tercio. Fue castellano en Azores, maestre de campo en Nápoles, y castellano en Nápoles hasta 1626.
  3. El capitán Juan Ruiz de Villoslada, fue castellano en Lombardía.
  4. Alonso de Tauste o Tausto, uno de los capitanes que hizo el camino español escoltando al archiduque Alberto, llegó a ser castellano en Sicilia.
  5. Alonso de Rivera o Ribera, fue virrey y capitán general de Chile.
  6. Pedro de Ayvar o Aybar, fue gobernador de Grave.
  7. Francisco de Aguilar y Alvarado murió en su cargo de gobernador de Dunquerque
  8. Domingo de Idiáquez continuó como gobernador de Terramunda.
  9. Baltasar de Ortigosa u Hortigosa continuó como gobernador de Dixmude.
  10. Baltasar Becerra, que estaba en 1596 con su compañía de guarnición en Dunquerque, llegó a ser gobernador de Dixmude.
  11. Juan Ramírez continuó como gobernador de Sasso [Sas - de - Gand]
  12. Diego Rodríguez de Olivares continuó como gobernador de Neoporte [Nieuwpoort]
  13. Hernán Tello murió el septiembre de 1597 en la defensa de Amiens frente a los franceses, habiendo recibido un arcabuzazo por debajo del brazo derecho. Tenía cuarenta años de edad. 
  14. Tristán López de Luna pasó a Nápoles, donde sirvió como entretenido del virrey.
  15. Como vemos, de los capitanes que tenemos noticia - de los maestres de campo hay bibliografías con enlace - la mayoría acabaron como castellanos o gobernadores, y algunos hicieron carrera en las Indias, aunque lo normal era que acabasen sus días organizando la defensa de una plaza fuerte, buen cargo para un militar experto que estuviera ya demasiado viejo para servir con pica o arcabuz. 








Alférez

El alférez era el segundo oficial de la compañía. Aunque las atribuciones que nos refieren los tratadistas son menores en número - e importancia - a las que había de ejecutar el sargento, en ausencia del capitán era quien gobernaba la unidad.

Nominalmente su obligación era la de portar la bandera, la cúal, una vez era arbolada simbolizaba la propia persona del rey, y el alma misma de la compañía, siendo de enorme vergüenza el perderla en la batalla.

De hecho, las victorias se contabilizaban en muchas ocasiones tanto en enemigos muertos - siempre estimados - como en banderas ganadas... y viceversa con las derrotas.

No obstante esto, el alférez solía disponer de un sotalférez o abanderado que era quien portaba la bandera durante la batalla o durante la marcha, no así en la revista de la compañía [al formar el escuadrón para el alarde] ni al iniciar ni al culminar las marchas, o al entrar en el cuerpo de guardia.

Alféreces de compañías de arcabuceros españoles según grabado de 1530, La cavalcata dell'Imperator Carlo V nel suo ingresso in Bologna

Durante la batalla el alférez solía ocupar bien puestos de combate en las primeras líneas, o algún puesto organizativo en una de las mangas, pero en ocasiones mantenía la bandera en lugar de cederla al abanderado, que quedaba resguardado en medio del escuadrón. Alonso Vázquez relata un suceso para él "extraordinario" sucedido en 1582:

y en este medio , uno de los rebeldes, con extraña osadía y ferocidad no vista, se entró por las picas hasta las banderas y mató á un Alférez y le quitó la que tenia en las manos, y tuvo tan buena suerte, que se la llevó sin que se lo pudiesen estorbar [...] Parece cosa increíble que estando las banderas en el centro de un escuadrón de picas pudiese un soldado hacer semejante efecto [...]

Alonso Vázquez valoró como muy audaz la hazaña del rebelde, pero en todo caso, lo que nos interesa del relato es que era el propio alférez quien sostenía la bandera, perdiendo la vida en su defensa.

Detalle de un escuadrón de picas con las banderas ocupando el centro. Cuarto tapiz de la serie de Vermeyen sobre la conquista de Túnez.



A parte de esta simbólica y - en esta época - fundamental labor, el alférez tenía mano en la organización de las guardias, y debía llevar las listas de la compañía, teniendo "la cuenta de la paga de los soldados".


Insignia y armas

Queda declarado que la insignia del alférez era la bandera de la compañía, pero cediéndola al abanderado, el alférez servía normalmente con pica y coselete en la primera hilera del escuadrón.

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica al detallar como ha de formar la compañía al entrar al cuerpo de guardia, como se ve pasar al:
Alférez, que entra a hora bien armado con su bandera terciada, al ombro derecho, cogidas las puntas, y cabos de la bandera con la mano sinisestra, lleuando delante su abanderado con su venablo al hombro y ni mas,ni menos su atambor ypifano, y entiendese que el abanderado ha de ser hombre, ya hecho con su espada, y no se consienta que sean los tales abanderados muchachos rotos, y sin espada y apenas çapatos, como en la paz, le he yo visto a ojos del General

Vemos pues que en esta época el alférez llevaba un venablo - un arma de hasta corta - que cedía a su abanderado para retomar de éste la bandera que debía llevar en tales ocasiones como la entrada al cuerpo de guardia.


Requisitos

En la ordenanza de 1632 se fijan cuatro años de servicio en guerra viva o seis de servicio efectivo para poder acceder a la plaza de alférez, quedando - como en el resto de oficiales de la compañía - a criterio del capitán la elección de la persona para este cargo, no obstante que a partir de este año se fijó como requisito la aprobación del ascenso por parte del Maestre de Campo.
Lo normal era que el alférez hubiera sido anteriormente sargento, pero el criterio no era fijo.


Pagas

El alférez recibía tres escudos como soldado y doce escudos de ventaja por su oficio.

Sargento


El sargento, según queda constancia por la práctica totalidad de tratados militares y relaciones de hechos de armas, era el alma de la compañía: el capitán que contara con un buen sargento tenía la disciplina y el buen orden en el combate asegurados.

Del sargento nos relata Eguiluz:
El oficio y cargo de Sargento es el más necesario, trabajoso y vigilante,
de una compañía de infantería, y de quien depende todo el cuidado de ella
[...]
El sargento se encargaba del adiestramiento, de repartir los alojamientos [junto al Furriel] de comprobar el estilo de vida de los soldados [importante esto cuando vivían alojados en casas de particulares y podían desmandarse] y revisarles el armamento, de organizar las guardias y hacer las rondas, de organizar las marchas y de formar los escuadrones [la parte que le tocaba de  ordenar los hombres de su compañía siguiendo instrucciones del sargento mayor del Tercio] proveer munición, dirigir medias mangas, asistir mangas gobernadas por el capitán... En el sitiar plazas organizaba los trabajos en las trincheras, y era quien tomaba las órdenes del maestre y del sargento mayor...

Vemos pues, que con todas estas atribuciones - aunque siempre bajo las órdenes del capitán - era verdaderamente el cimiento sobre el que quedaba asentada la compañía.

Insignia
El sargento tenía como insignia la alabarda, aunque también usaba la corcesca. La insignia, en una época en que los uniformes no eran comunes - no comenzaron a serlo hasta el último tercio del XVII - era fundamental para ser reconocido de los soldados, sobretodo, los de las otras compañías:
Y aquel día, diziendo en el camino un sargento a un soldado aventajado que se apartasse del escuadron o le siguiesse, le respondio el soldado (no conociendo que era sargento, si bien le veia con alabarda) no quererlo hazer, metiendo la mano a la espada para acuchillarle, desorden que fue ocasión de prenderle
Comentarios de lo sucedido... Bernardino de Mendoza

Quedó ajusticiado este soldado y su cuerpo puesto en un carro con un cartel que advertía contra futuras indisciplinas: "por desobediente a los oficiales". Tal vez en otro caso, de no haber llevado su insignia, este soldado se hubiera salvado alegando no conocerle. Era muy común que el sargento dispusiera de un criado que le portara la alabarda o la corcesca, y que fuera en su seguimiento, pero este criado, a diferencia del paje de jineta del capitán, se lo pagaba de su bolsillo.


Armas

Excusará armas pesadas, trayendo coracina, o camisa de malla, o cuera de ante y el morrión leve. Solían estos oficiales tener jineta, pero ya los más pláticos la han dejado y usan de alabardas, las cuales traen detrás de sí en los alojamientos para ser conocidos, y respetados.
Diálogos del arte militar, de Bernardino de Escalante [1583]

Las armas que un Sargento debe servir, y que le están muy bien, son un buen morrión galano, y un coleto bueno de ante, y unas buenas mangas de malla, y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta, porque ha de ser de coscoja, o de fresno muy bien labrada, y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo y llena de brocas que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere, de manera que ella no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas. Pues vaya rondando con la alabarda de noche a oscuras cuando ha llovido, para bajar algún pendiente resbaloso, y arrímesa a ella, que le lisiará el rostro, o le rompe los vestidos; pues caiga con ella, que se sacará un ojo [...]
Discurso y regla militar, Martín de Eguiluz [1595]

Evidentemente, este alabarda es un arma de belvedere [bella vista] guarnecida y muy decorada para que el oficial se luzca con ella. Entiendo que la alabarda de munición, la que se entrega a los combatientes, no tendría el asta de madera "tan" dulce, ni el hierro sería de belvedere.

[el sargento sirve] En la Guerra con una alabarda que sea mas recia, que galana,y un buen morrión, y si para entrar en las trincheras, y de mas ocasiones, que se ofrecen traen algunos peto, y morrión fuerte aunque estos son pocos, porque para tales ocasiones los toman de sus amigos y la presteza,y trabajo de vn Sargento no requiere carga, en la Paz traen una alabarda galana,y morrión dorado.

porque al principio que fue criado este oficio servía con un ginetón, que cierto es más a propósito, porque el alabarda es arma que en muchas ocasiones embaraza con sus garabatos y puntas, y más fanfarrona que provechosa, y de aquí han tomado el decir jineta
Teorica, practica y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso [1622 ]


Elección y requisitos

La elección de este oficial era libre por parte del capitán. Se hacían diversas recomendaciones acerca de la veteranía mínima que había de tener un sargento. En las ordenanzas de 1632 se dispuso que debía haber servido cuatro años bajo bandera en guerra viva o seis efectivos de servicio [en caso de no estar en guerra] debiendo certificar su oficio mediante los documentos correspondientes [certificaciones de los oficiales del sueldo].
Vemos que estas recomendaciones - y normas - no se siguen estrictamente, y que cuando se ha de levantar una compañía en España, los capitanes obtenidas sus patentes hacían sargento a quien tenían a disposición, no acreditando en muchas ocasiones experiencia más allá de los relatos que pudieran dar. También son notorios casos de corrupción respecto a la compra de cargos. En todo caso, vemos que siendo las compañías tan dependientes de este oficio, no recalaba habitualmente en personas "indignas" sino que recaían sobre "personas de calidad", como Alonso Vázquez, que tuvo el gobierno de la compañía de Luis de Godoy desde que había muerto este, habiendo quedado sin oficiales.


Emolumentos

El sargento tenía de paga los tres escudos por su plaza de soldado, y cinco escudos de ventaja por su oficio de soldado durante la mayor parte del periodo analizado.

Tambor [Atambor]

El tambor o atambor [más común la segunda forma en los relatos contemporáneos] de la compañía, tenía como función principal tocar las cajas, medio principal para transmitir órdenes durante la batalla, así como para los distintos movimientos que una unidad debía hacer: reunirse, iniciar la marcha, deshacer la formación para descansar, etc... Amén de esta función, el tambor generalmente se encargaba de realizar comunicados, ya fuera a las propias tropas [publicar bandos, u órdenes dadas por la plana mayor] o al enemigo:
el Maese de campo manda un atambor de los franceses que en la villa estaban, que se rindiesen. García Cereceda, "Tratado de las Campañas y otros acontecimientos..."

Tambor español. Detalle del tapiz nº4 de la serie de Jan Cornelisz Vermeyen sobre la conquista de Túnez, 1535. Patrimonio Nacional

 
Amén de los toques de órdenes [a la orden, recoger, caminar - más o menos rápido según el son-dar arma, batería, llamar, responder, adelantar, volver las caras, parar, calar las picas...] el toque del tambor tenía su sentido anímico, y así se tocaban a la entrada y salida de las plazas, sones con carácter lúdico.

en esta orden comenzó el ejército de caminar, y al subir de una ladera de un valle tocaron las trompetas [1] y atambores, que hace mucho al caso para animar la gente; Guerra de Tremecén

Los tambores durante la marcha debían repartirse proporcionalmente a lo largo de la columna, para transmitir las órdenes. En el escuadrón, durante la batalla, se colocaban en las hileras centrales, junto a las banderas y los pífanos.

Cuando una plaza era rendida por pactos, entre las condiciones para la salida de la guarnición se indicaba si salieran tocando las cajas o no, imponiéndose la segunda, evidentemente, la más restrictiva, para que se denotara que los soldados de la villa rendida salían claramente derrotados. Cuando moría alguien notable, o se sufría una derrota importante, para denotar el bajo estado de ánimo, se destemplaban las cajas, o sea, se destensaba la piel cuya vibración sobre el armazón producía el sonido, para producir un sonido flojo o pobre.
y el Conde [de Alcaudete] mandó juntar á su enterramiento [de su sobrino] á todos los Capitanes con sus banderas, las cuales iban casi tendidas por el suelo, y los atambores todos destemplados, los cuales hacían un sonido muy doloroso; y bien era razón, porque él lo merescia y murió en tal demanda
El Tambor Mayor del Tercio era el encargado de mandar tocar la orden que correspondiera al resto de ellos, así como darles instrucción. El tambor debía conocer los sones de los tambores de otras naciones, para así identificar la acción que se produciría a continuación de la orden transmitida.

En teoría, la caja de los tambores de nación española se pintaba con alguna franja roja, color divisa de la casa de Borgoña, igual que los soldados llevaban plumas, bandas, fajas o cruces rojas cosidas en sus prendas para distinguir al príncipe al cual servían.

El tambor tenía un sueldo de tres escudos de soldada, y otros tres escudos de ventaja por "conocer su oficio".


Ceremoniales

En los funerales de oficiales y soldados particulares, parece que se acompañaba al difunto a la tumba tocando tambores y pífano:
Cuando falleció el capitán don Alonso de Carvajal - del tercio de Vasco de Acuña - el 24 de julio de 1544 por las heridas recibidas durante el asalto a Saint Dizier, su cuerpo fue llevado a la tumba escoltado por una compañía de infantería española - asumo que la suya propia - precedido por dos tambores y un pífano que tocaban una melodía llamada "La derrota de Marignan" [2]. Es curioso, pues la batalla de Marignan fue una célebre victoria de las tropas francesas sobre la infantería suiza, y a priori, el tema poco o nada tiene que ver con la historia militar española, por lo menos, de modo directo, pero cabe suponer que sería una tonada popular en la época. 



Mensajero

Comos los trompetas en la caballería, a los tambores se les encargaban 'embajadas' para llevar peticiones formales al enemigo, pues podían acercarse al campo dándose a conocer con sus sones.

un atambor del Landgraf  iba al campo del Emperador a pedir se diesen unos prisioneros por otros, y como era costumbre que el trompeta o Atambor había de ir tocando para ser conocido por mensajero para que no recibiese daño, y como el Atambor caminaba sin tocar, el Duque de Alba le dixo donde vas. 
El Atambor dijo: señor al campo del Emperador con un mensaje. 
Pues porque no vas tocando, dixo el Duque
Señor, dijo el Atambor, porque aquí está cerca el campo de Langraf y no pensé topar gente
El Duque dijo: pues tu no vas tocando a alguna bellaquería debes de ir. ¡Ahorquen este bellaco!
Y como le tomaron algunos mozos para ahorcarle, los caballeros le suplicaron le perdonase, y así le perdonó.
Historia y primera parte de la Guerra que don Carlos V...  movio contra los Principes y Ciudades rebeldes del Reyno de Alemania. 
[1548] Pedro de Salazar


NOTAS

 [1]: Las trompetas eran el equivalente de los tambores en la caballería

[2] Secretaria de Guerra, Mar y Tierra, legajo 28, editado por Gustav Bergenroth en Calendar of letters, despatches, and state papers relating to the negotiations between England and Spain preserved in the archives at Simancas and elsewhere, volumen 7. p.270

Sotalférez = Abanderado

Leyendo "Vida y hechos de Estebanillo González", que aunque Albi de la Cuesta lo presentaba en su bibliografía como libro de autobiografía de soldado es una novela picaresca, un "Lazarillo de Tormes", he leído acerca del sotalférez.

Aunque en un momento lo escribe como sota alférez, y en otro sotoalférez, el puesto que ocupaba el autor que narra su autobiografía era el de abanderado, o sea, portador de la bandera, que es un puesto que queda definido en el organigrama de los Tercios, y que ya hemos comentado.

Sea como fuera, a Estebanillo cuando lo despidió su amo - el alférez Felipe Navarro del Viamonte, del Tercio de Sicilia [estamos en 1619-1621] - y le reclamó el dinero que le adeudaba, habiéndose alistado con 13 años, obtuvo la respuesta que sigue:
"El ser abanderado es oficio de la primera plana, cuyo sueldo tira el alférez [...] a los abanderados no se les da otra cosa que comer y beber y un vestido cada año".

Efectivamente, Martin de Eguiluz se quejaba de los muchachos "que cogida su bandera a cuestas, apenas la pueden llevar", y recomendaba que no se pagase el sueldo del abanderado al alférez, sino que se diera a aquel en mano, pues aquella paga "no es de juro del alférez, ni le ha de meter en cuenta de su sueldo".


Los abanderados son necesarios para llevar las banderas, porque entre la nación Española los Alféreces no las toman, si no es para pelear con ellas, o cuando van sus capitanes delante con las compañías a las
guardias, o a pasar delante del Rey, o del Capitán General. Por ello conviene que los tales abanderados, sean hombres bien tratados, de buenas disposiciones, y fuerzas, porque nunca deben llevar las banderas
a los hombros, sino de camino, y entonces siempre ha de ir una levantada, de manera que los soldados la vean, y las demás revueltas a las astas, se pueden llevar a los hombros. Cuando los Alféreces las
llevaren, deben de rato en rato levantarlas, y jamás arrastrarlas, ni dejar que toquen en tierra, porque representan poder real con instrumentos para dar órdenes visibles: son señales de la unión, y hermandad que ha de haber entre los que la siguen. Que si antiguamente cuando alguna bandera caía en tierra, se tenía por mal agüero, y todos acudían con gran diligencia a levantarla, no es bien que adrede las arrastre nadie.
Disciplina militar de Sancho de Londoño. 1568

En su "Teorica, practica, y exemplos compuestos por el Capitan Bernardino Barroso", impresa en 1622, el autor explica al detallar como ha de formar la compañía al entrar al cuerpo de guardia, como se ve pasar al:
Alférez, que entra a hora bien armado con su bandera terciada, al ombro derecho, cogidas las puntas, y cabos de la bandera con la mano sinisestra, lleuando delante su abanderado con su venablo al hombro y ni mas,ni menos su atambor ypifano, y entiendese que el abanderado ha de ser hombre, ya hecho con su espada, y no se consienta que sean los tales abanderados muchachos rotos, y sin espada y apenas çapatos, como en la paz, le he yo visto a ojos del General

En la Ordenanza de 1632 se indica:
34. Y, porque, siendo las banderas la principal insignia de mis ejércitos, importa a la decencia della que los abanderados que la llevaren, cuando se marcha o los alféreces se ponen a caballo, sean personas de mejor hábito y de más porte del que se ha acostumbrado y que traigan espada, ordeno y mando que se haga así en lo de adelante y que por esta razón se les crezca algo el sueldo que se ha dado a los de hasta aquí.

En 1685 se indica que el abanderado llevará un venablo mientras que el alférez ocupa el centro del escuadrón con la bandera cuando se entra al cuerpo de guardia. En combate, el alférez serviría con una pica, y el abanderado mantendría la bandera en el centro del escuadrón. 

Armamentos de los Oficiales: Armas o Insignias

Capitanes. Jineta como insignia. Pica, mosquete o arcabuz como arma.

La jineta era antes que un arma para el combate, su insignia, y también, un arma claro, con la que podían impartir disciplina. Como el capitán tenía un paje de jineta a sueldo del ejército, ni siquiera tenía que llevarla en mano propia.

Capitanes españoles seguidos por tambores, en la entrada en Bolonia de Carlos V para su coronación como Emperador [1530]. Se puede ver la jineta en la mano, y a diferencia de los alféreces de la siguiente imagen de la misma serie, no portaban celadas guardándoles la cabeza, sino galanas gorras emplumadas.
Los capitanes de las compañías de piqueros servían con pica, y los de las de arcabuces, con arcabuz.
Por ejemplo, el capitán Quesada, de una compañía de arcabuceros, durante la batalla de Pavía, sirvió con el mismo arma que sus infantes hasta que "con el gran escuecimiento que tenía su arcabuz" hubo de tomar "un ginotón o vero lanzón" para continuar combatiendo.

Esto mientras duró el sistema de 10 compañías de picas y 2 de arcabuceros por Tercio, cuyo fin tuvo lugar en teoría, con la ordenanza de 1632, que establecía 15 compañías por Tercio sin distinguir especialidades. No obstante, para el siglo XVII, esta distinción entre compañías era algo poco frecuente.

Un ejemplo de manual de 1610, era que debía haber 2 capitanes por cada manga de mosqueteros, 1 por cada manga de arcabuceros, 1 por cada guarnición del escuadrón de las picas [compuesta de arcabuceros] y el resto [ si quedaba alguno] servían en la primera hilera de las picas. Antes de esto, los capitanes servían en la primera hilera de las picas, los que eran de compañías de piqueros, y los demás gobernando mangas de arcabucería.
Estos demás, podemos asumir que serían dos, como en el reglamento, o asumir que serían según la ocasión, habiendo tercios de 17 y 20 compañías, habría más de dos capitanes arcabuceros.


Alféreces y abanderados. Alabardas y Banderas.

El venablo era el arma del alférez, aunque también podía llevar una alabarda, la cual le era transportada por un criado. El oficio del alférez era portar la bandera, pero generalmente, delegaba esta función en el abanderado.

Alféreces españoles acompañando a Carlos V en su entrada en Bolonia para su coronación como Emperador [1530]

El abanderado llevaba la bandera en las situaciones que no se requería al alférez: durante la marcha, por ejemplo. Martin de Eguiluz en su discurso y regla militar, refiere las cualidades del abanderado [porte físico] para que sea capaz de abatir la bandera con una sola mano, y la lleve bien alta, y dice que en caso de no cumplir con esos requisitos: "puedele borrar, por no ser apto, y no pagarle aquellos tres ducados, que son del abanderado, que a él se le ha der aquella paga"


Sargentos. Alabardas, jinetones y corcescas

Respecto a los sargentos, llevaban la alabarda - o la hacían llevar por un criado a su costa - como insignia, pero también había quien portaba la corcesca [una variante de la partesana] o el jinetón, según gustos. Lo mismo el alférez. En la batalla, los sargentos que quedaban en el escuadrón de las picas, se habían repartir por las primeras hileras: uno por cada una, para garantizar que se mantuviera el orden, se ejecutaran las órdenes que transmitirían los tambores, y se realizaran los relevos: que cuando muriera el piquero de la primera hilera, el segundo no fuera remiso a ocupar su lugar. No sé si realizarían esta función alabarda en mano, o con la pica.
Los sargentos que iban con las mangas de armas de fuego, servirían [suposición mía] como sus capitanes, con arcabuz o mosquete, gobernando, si la ocasión lo requería, una media manga, o sustituyendo a su capitán a la cabeza. Aunque también he leído que debían situarse en la parte posterior de la manga, para "animar", a sus hombres: para que no se perdieran por el camino. Entonces, a estos efectos de disciplina, igual era mejor una alabarda.

Sargento conduciendo las tropas durante la recuperación de San Cristóbal
Respecto a la corcesca, la cita de Martin de Eguiluz, respecto a portarla el sargento:
"Las armas que un Sargento debe servir [las armaduras] y un ginetón, o corcesca algo grande de hierro, que es mejor que alabarda [...] así para pelear [...] como para rondar, y para traerla de ordinario, que es más ágil y fuerte el asta [...] y más larga que la del albarda, que la tiene débil, por causa que es dulce la madera para poderla guarnecer de terciopelo [...] que se rompe fácilmente [...] porque si el asta fuese de leño fuerte, no habría quien pudiera sustentar el peso de la alabarda, ni se podría guarnecer de brocas, pues el hierro no es más de belvedere [que] no sirve sino de vista. Yo me he hallado mejor con la corcesca, que con el albarda en cinco años que ejercité todas dos armas".
Evidentemente, este alabarda es un arma de belvedere [bella vista] guarnecida y muy decorada para que el oficial se luzca con ella. Entiendo que la alabarda de munición, la que se entrega a los combatientes, no tendría el asta de madera "tan" dulce, ni el hierro sería de belvedere.

Sargento con alabarda, capitán con su jineta y alférez con su bandera, seguidos del tambor y de los soldados de la compañía. ¿Podrían ser un alabardero, un paje de jineta o un soldado armado con jineta y un abanderado? Pudiera ser, pero los personajes parecen destacados en la imagen, y se podría decir que son los tres principales oficiales de la primera plana de la compañía.



Sargento Mayor y ayudantes. Bastón de mando

La obligación del sargento mayor en el campo de batalla era la de ordenar los escuadrones, iba a caballo, armado con una coraza, y llevaba un bastón en la mano [que era su distintivo] espada [como todos los soldados] y cabe suponer que llevaría un par de pistolas.

Un bastón de mando, en este caso, en manos del duque de Feria, con cargo de capitán general, durante la expugnación de Rheinfelden [1634]
Su insignia era el bastón, e iba pintado de manera que se le reconocía por las marcas su grado [para distinguirlo del bastón del maestre de campo, del preboste y de otros que llevaban bastón] y el Tercio donde servía. No combatía, bastante trabajo tendría el hombre con lo suyo, y empleaba su insignia para ordenar las filas a bastonazos, de los cuales, el soldado no debía ofenderse. Se supone que los bastonazos los daría cuando no se ejecutaba según su deseo, y no por sistema.
Sus dos ayudantes llevaban bastones, y eran, antes que nada, mensajeros entre el maestre de campo, el sargento mayor y los capitanes, o aún los sargentos. Iban a caballo, y no combatían.

Todo esto, refiriéndome a batallas, porque en asaltos, todos estos señores podían ser uno más, arrimando el hombro y subiendo la batería pica en mano.

·

Tercios o Regimientos: Maestres de Campo o Coroneles

Amén del nombre que recibían la unidad y los oficiales, y de cierta diversidad de responsabilidad de estos, había una cosa fundamental: quien nombraba los oficiales del regimiento o del Tercio.

En el caso del regimiento, era el coronel quien nombraba los oficiales. En el caso del Tercio, era el Rey, delegando su autoridad en la persona del Capitán General, quien realizaba los nombramientos de capitanes y otros oficiales mayores.

Como escribía Brancaccio:
Diferenciase el Tercio del Regimiento que antes se usaba, en que la elección del Sargento Mayor, y de los Capitanes, se hace por el General, como también de los demás oficiales mayores; y en los Regimientos estaba a disposición de los Coroneles elegir para estos cargos a quien les parecía, y ha parecido a mejor orden, ya porque sirven en los Tercios Capitanes de mucha mayor virtud y calidad, porque también no pudiendo los Maestres de Campo disponerlos a su modo, los obliga a vivir con mucha mayor rectitud y observancia.

Las unidades valonas pasaron estar organizadas en regimientos a Tercios en el año de 1602, reiterando las peticiones el Archiduque Alberto hasta que se lo concedieron. Uno de los arguentos para ese cambio, recogido en el libro "Los soldados del rey" era el que sigue:
"de esa manera él [como Capitán General] podría designar los mejores individuos para las plazas de oficiales, al tiempo que se reducirían las facultades de mando de un coronel a las de un maestre de campo y la administración de justicia estaría bajo el control del auditor y demás oficiales necesarios"

Los coroneles de las unidades valonas [en el caso de los regimientos alemanes tenemos el exponente] tenían un papel de dueño del regimiento, un carácter un tanto mercenario [los alemanes eran mercenarios sin paliativos] y por lo que vemos, excesivas atribuciones en el gobierno de su unidad, que para mejor servicio, acabaron recortándose, cambiando el pie regimental de las unidades valonas, a Tercios, donde el General podía nombrar los oficiales mayores [sargento mayor, capitán, alférez y sargento] teniendo así un vínculo directo con estos, y no indirecto, a través de los coroneles.

Españoles, italianos y portugueses sirvieron organizados en Tercios, aunque hubo coronelías de italianos.
Borgoñones [del Franco Condado, también súbditos del rey] y Valones [naturales de los Países Bajos], pasarían de servir en regimientos a servir en Tercios en 1598 y 1602, respectivamente.
Los irlandeses sirvieron en Tercios, aunque no sé a partir de que año. Y esto es curioso, porque no eran súbditos, y su carácter era marcadamente mercenario, como en el caso de los alemanes, que servirían siempre en regimientos.

·

Preeminencia del Sargento Mayor sobre el Capitán

En "Los sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alexandro Farnese", pueden encontrarse varias referencias a Tercios gobernados por capitanes, en ausencia de sus maestres de campo. 

¿No tenían sargentos mayores?


Lelio Brancaccio, en "Il carichi militari" de 1610, relata que en tiempos de Farnesio se impuso definitivamente, que el sargento mayor, antes de ascender a este cargo, debía haber servido como capitán, pues anteriormente, podía ser su último cargo el de alférez, lo cual, acababa originando problemas, pues amén de que el sargento mayor tenía menor autoridad, en ausencia del maestre de campo, era un capitán quien gobernaba el Tercio, originándose numerosas rivalidades entre capitanes por el gobierno de la unidad, que en teoría, eran todos iguales.


Sancho de Londoño, en 1568, narraba:
faltando el Maestro de Campo, era subrogado en su lugar el Capitán del tercio más benemérito.


Aunque el ejemplo no es quizás el más adecuado, porque puede tratarse de una situación excepcional, un ascenso de un alférez a sargento mayor, en 1585, narrado por Alonso Vázquez:

y al alférez Juan Pelegrin, que con tanta satisfacción habia gobernado esta compañía, no habiendo ninguna vaca que poderle dar en aquella ocasión, mandó Alexandro fuese á la villa de Dunquerque por Sargento mayor, que por ser hombre inteligente y que sabia todas las lenguas de aquellos países , le pareció para las pláticas de aquel puerto seria su persona de importancia, como lo fué en todo lo que se ofreció


Se puede entender que queriendo recompensarle, y no habiendo vacante de capitán, lo hicieron sargento mayor.


Y un Tercio gobernado por un capitán, en 1583, el de Pedro de Paz, que quedó en manos del capitán Juan del Águila, hasta que a la muerte de aquel, en 1584, se le proveyó el mando de ella, primero como gobernador, y luego como maestre de campo. Se refiere, eso sí, que era el capitán más antiguo del Tercio.


De los ayudantes del sargento mayor, dice Brancaccio que se escogen entre los alféreces, y que su aspiración ha de ser obtener una compañía, un título de capitán, que no pueden castigar a estos, y que su autoridad emana de los maestres de campo [y entiendo que de los sargentos mayores] y que los capitanes los han de obedecer por ser transmisores de las órdenes de áquel.


En 1596, por contra, tenemos noticia del capitán Martín López de Ayvar, que era sargento mayor del tercio de Luis de Velasco, pero no tenía compañía. Se indica que López de Ayvar gobernaba "el tercio en ausencia de su maestre de campo". 

Ya hemos llegado a la época en que un sargento mayor - aunque con título de capitán - podía gobernar un tercio, y no se entregaba al mando al capitán más benemérito.




Valoración de Julián Romero en 1559

Una carta de Julián Romero - entonces capitán y castellano de Damvillers - a Guillermo de Orange, a 17 de octubre de 1559, es muy aclaratoria a este respecto. Existía una disputa entre el capitán Jordán de Valdés y el sargento mayor Pedro de Ayala, el cual había prendido un soldado de la compañía de dicho capitán, y Valdés protestaba que el apresamiento no era conforme al uso, pues el sargento mayor no tenía autoridad para ello, sin autorización del maestre de campo.

Romero le explica a Orange las atribuciones de los diferentes cargos en la milicia, respecto al asunto organizativo y disciplinario, y concluye que:

"el cargo de capitán es mucho mas preminente que el del sargento mayor, y quando aya servido muy bien y hartos años de sargento mayor por muy gran mid les azen capitan y en esto vera VS quan mas premienente cargo es ser capitan q sargento mayor / que de capitan viene al maese de campo y de sargento mayor no viene sino a capitan"