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Los tres albaneses y la gracia real. Un ejemplo de vida moral y material y de administración económica en un ejército del XVI.

Tres caballeros albaneses, con sus típicos bonetes altos, llamados capeletes, en el Códice de Trajes de 1547 [Biblioteca Nacional de España]

Aunque son fundamentalmente las crónicas - que no solo dan vivacidad y realismo al relato, sino, sobre todo, continuidad - y la correspondencia, tanto de soldados como de oficiales del rey, las fuentes que más información proporcionan sobre hechos y campañas de los ejércitos de la época, también las fuentes contables nos hablan de aspectos organizativos que quedan normalmente en segundo plano, por lo que es imprescindible acudir a ellas para intentar trazar un boceto de la vida de aquellos hombres, que en todo caso, quedará siempre incompleto.

A veces, como es el caso, se encuentran pequeñas joyas como esta, que hacen volar la imaginación y al mismo tiempo, nos aportan datos valiosos acerca de la organización económica de un ejército de mediados del XVI. 

Redactada con lenguaje burocrático, esta pieza, alberga, sin embargo, escenas que podrían ser sacadas de las novelas de Alejandro Dumas:


El Rey


Don Rodrigo de Mendoça, gentilhombre de nuestra boca y comendador de la Moraleda [? roto] y Bernaldino de Romaní, nuestro criado, que por nuestro mandado entendeys en rescevir las cuentas de los gastos de nuestro exercito:


Quintin Brunink nos ha hecho relacion que el año pasado de quinientos y quarenta y tres viniendo un criado suyo que se llamaua Martin VandeScuren de Cambresy a Valencianas · trayendo en su poder dozientos y cinquenta y quatro escudos de Italia de cierto vino que había vendido de la municion que estava a su cargo · tres albaneses cauallos ligeros q estauan alojados en la dicha Cambresy saltearon y mataron en el camino al dicho Martin VandeScuren y le quitaron y robaron los dichos dozientos y cinquenta y quatro escudos / los quales no se pudieron cobrar de los dichos albaneses / aunque se hicieron todas las diligencias possibles y Luys Perez de Vargas hizo justicia del uno dellos por hauer pasado los otros dos a Francia con los dichos dineros / ny vosotros selos haueys querido pasar en cuenta de su cargo / y nos suplico y pidio por merced q pues los dichos dineros eran del vino que hizo vender de lo que estaua a su cargo y fueron robados por nuestra gente q estaua en la dicha guarnicion y no se perdieron por culpa ni negligencia suya mandasemos que se les resceviesen en cuenta · o como la nuestra merced fuese / y Nos, acatando lo sobre dicho y por q hauemos sido certificado ser assy verdad havemoslo hauido por bien / por ende yo vos mando q rescivays y paseys en cuenta al dicho Quintin Brunink los dichos dozientos y cinquenta y quatro escudos de Italia y por cada uno de ellos treynta y seis placas solamente por virtud desta nuestra gracia sin le pedir otro ningun recabdo por q asy nescessario es yo le hago merced dellos,



fecha en Colonia. A nueve de mayo de 1545


Yo, El Rey


Por mandado de Su Magd


Francisco de Erasso


Fuente: AGS, CMC, 1ª Época, legajo 587, folio 50

Editado: expansión de abreviados



Aunque los hechos referidos no están fechados a día y mes, sabemos que a 8 de noviembre Carlos V dio orden de hibernar a su ejército y que el tercio de Vargas pasó a acantonarse en la provincia de Cambrai junto a tres mil alemanes. Por eso, asumimos que el robo se produciría en noviembre o diciembre de 1543. 

El 24 de noviembre, el tercio de Vargas estaba en Cambresis para serle tomada la muestra y recibir la paga de octubre. 



En los ejércitos del XVI había multitud de oficios que a día de hoy llamaríamos logísticos y de los cuales, entonces, no se encargaban militares, sino oficiales del rey:

Tenedor de los bastimentos, despensero del hospital, comisario de las barcas, aposentador o municionero, eran oficios imprescindibles para el buen funcionamiento del ejército. 

A estos oficiales, en ocasiones, simples agentes privados contratados para una sola actividad, que necesitaban comprar bienes – trigo, harina, ganado vivo, carne salada, vino, cerveza, etc – o contratar servicios – molienda, panadería, carreteros, construcción de hornos... – se les daban unas libranzas en moneda sonante o en especie, por las cuales debían responder 'al maravedí', o mejor dicho, a la mínima unidad de moneda que se usase en la zona. Cuando lo que se les entregaba no era dinero, sino productos de la munición del ejército imperial, los oficiales habían de responder por cada saco de harina, por cada bota de vino, por cada caja numerada y acerrojada de pan cocido que se les entregaba hasta que era vendido, y a partir de aquel momento, por el dinero recaudado con la venta a los soldados de los productos, pan, vino o carne. 

A Quintin Brunink, del cual no se menciona oficio en la carta, se le había encomendado la venta del vino en el Cambressy [probablemente, Chasteau en Cambresis], esto es, en la provincia de Cambrai. 

El vino que gestionaba Brunink, 'de la munición de su majestad', sería vendido a los soldados que se hallaban en esa provincia, unos 3000 lansquenetes alemanes y unos 2400 infantes españoles del tercio de Luis Pérez de Vargas, que era su maestre de campo.

En la provincia también había varias compañías de hombres de armas y caballos ligeros, fundamentalmente italianos, pero también, como hemos visto, albaneses.

Brunink vendía el vino a los soldados de infantería y caballería. Lo hacía con ganancia para el Rey: el vino se compraba al por mayor, y se vendía a un precio superior al de adquisición. Lo que ganase, descontados los gastos en su tenencia y distribución – su sueldo, el de sus ayudantes, los carreteros y carros cuando se alquilaban, etc – debía entregarlo a los oficiales del sueldo, que, por lo que parece, y para infortunio de su criado Martin Van De Scuren, debían estar en Valenciennes, a unos 30 kms de Chasteau en Cambresis [o Le Cateau Cambrésis]. 

A Valenciennes había de llevar Van De Scuren, [quizá Van Der Scure] el dinero ganado en la venta de vino por su amo, al tiempo que presentaría los números de la venta del vino, y los oficiales del rey, a cambio, le darían un recibí y anotarían en sus libros el 'alcance' de la cuenta de Brunink debidamente finiquitado. Este alcance era la diferencia entre lo ingresado y lo gastado, que era, por lo que vimos en este caso, de 254 escudos, una cifra baja para el rey, pero importante para un oficial menor, como había de ser Brunnink De no ser satisfecho dicho alcance por los oficiales del sueldo, el rey le podría reclamar dicha suma, considerada una deuda que no prescribía jamás, y que se podía adeudar por toda la vida de Brunink y la de sus herederos.


Grupo de capeletes, caballos ligeros albaneses en 1535. 4º tapiz de la serie La conquista de Túnez. 

Algún avispado soldado albanés de la caballería ligera del ejército imperial, o tuvo noticia del traslado de la moneda sonante, o simplemente, conociendo al criado de Brunink, que quizá vendía él mismo o asistía a la venta del vino en la plaza señalada para tal fin, barruntándose la carga que podía portar, se conchabó con sus camaradas, lo siguieron, asaltaron, robaron y asesinaron. 

Martin VandeScuren, sin duda iría armado y si no se defendió dejando herido a sus asaltantes, sería porque no tuvo ocasión, tomado por sorpresa y superado en número, armamento y habilidad en el oficio de las armas por parte de los tres albaneses.

Porqué uno de dichos asaltantes pudo ser apresado por Luis de Vargas mientras los otros dos habían huido a Francia es cosa que no sabemos. Pero dada la baja probabilidad en la época de descubrir el culpable de un crimen cometido en un camino, a no ser que hubiera testigos, o que los asesinos tomaran ropa o algo que les relacionase con el difunto - quizá la misma bolsa en que VanDeScuren llevaba el dinero - es probable que regresasen con el botín a la plaza donde se hallaba su compañía, a seguir con su vida de soldados como si tal cosa, a la espera de la nueva campaña que llegaría con la primavera de 1544. 

Quizá una indiscreción, - aquí comienzo a especular - como gastar más dinero de la cuenta, dio indicios a otros compañeros del delito, que lo delataron. Los dos más avispados o prudentes se fugaron a Francia. Aquí intervino la justicia militar de la mano del maestre de campo Luis Pérez de Vargas y se ajustició a uno de los culpables, lo más probable, siendo un robo con asesinato, es que el albanés fuera ahorcado. Por lo general, en la época, se daba tormento, esto es, se torturaba al sospechoso hasta que hubiera confesado su crimen, delatado a sus compinches y explicado todo lo que sabía.

Por lo que parece, no se recuperó su parte del botín. ¿Le traicionaron sus compañeros huyendo con su parte? El relato es incompleto, y la especulación puede dar lugar a multitud de historias que por verosímiles, no dejan de ser una mera invención.

También cabe tener en cuenta, que los ladrones, en esta época, amén de avariciosos, podían ser descuidados:

Al principio deste gobierno robaron en una quinta valor de veinte ducados una cuadrilla de seis ó siete, que iban á vengarse de unos hombres que los habían maltratado. Hice mucha diligencia por saber quien eran 

[...] 

Dos dias después pareció una ropilla de un soldado de los que allí se hallaron, y habia mudado el traje, y por el rastro della pesqué dos, y otro dia los hice ahorcar, y no les habían tocado cuatro reales de parte. 

Don Juan de Silva a Don Cristóbal de Mora. Julio de 1594

Como vemos en este ejemplo, los ladrones no solo les robaban el dinero sino la ropa, que acaban usando o guardando o vendiendo, cosa que pudo suceder en nuestro crimen, pues la ropa era una de las posesiones más valiosas que una persona, como en este caso, un criado, tenía.  



Quistiones

¿Por qué huir a Francia?


La caballería ligera albanesa, también conocidos como estradiotes o capeletes, eran soldados que iban con poca o ninguna armadura; a veces servían con solo cotas de malla y sin celada para protegerse la cabeza. Eran soldados cuyos cometidos eran explorar, hacer guardias y si acaso, hostigar a tropas de infantería o incluso 'picar' en la retaguardia de un escuadroncillo de caballos ligeros, para huir rápidamente. Aunque podían participar en las batallas, normalmente, dispuestos en retaguardia, no se esperaba de ellos que pudieran oponerse a soldados armados con arneses de tres cuartos – hasta la rodillas – como iban los caballos ligeros italianos o españoles.

Para la mayor parte de las personas extranjeras lo habitual era, no solo no adoptar las modas de vestimenta locales, sino hacer gala de las propias de su nación. Para los soldados, lo mismo: uno no adoptaba galas de labriego siendo soldado. Para dos soldados de caballería albaneses haber caminado por tierras del imperio vestidos con las ropas propias de un soldado albanés, era haber ido llamando la atención a cada paso. Y aunque la comunicación era lenta, y entre enviar y recibir mensajes, los albaneses podían haber llegado a su tierra sin que de ninguna ciudad libre o imperial se hubiera recibido en el ejército notificación de su paso, la probabilidad de que alguien les hubiera retenido, y pedido información e incluso documentación escrita de que habían sido licenciados por el ejército era alta, pues un oficial cualquiera de cualquier villa podía retenerlos. Evidentemente, un correo profesional podía hacer en sus jornadas 120 quilómetros a la posta, esto es, cambiando de montura en emplazamientos habilitados para ellos, pero es poco probable que se hiciera tal esfuerzo por un crimen tan bajo. 

Marchando a Francia, los dos albaneses, además de que podían escapar a la jurisdicción imperial, que abarcaba, en teoría, todas las tierras al norte y este de Cambrai, se hallarían en tierras del rey Francisco I, a la sazón enemigo del Emperador con el que se combatía en Luxemburgo y otras tierras de frontera. Los albaneses, que eran mercenarios, podrían encontrar entre las huestes de Francisco I un capitán de su nación al que servir, o sino, en una compañía de estradiotes griegos o incluso croatas, donde serían bienvenidos por sus habilidades militares equiparables a las de los croatas y griegos. Por otro lado, desertar para huir de la justicia y pasarse al servicio enemigo era algo relativamente habitual en la época, y los desertores solían ser bien acogidos porque eran ganancia para el propio ejército y merma para el contrario.

Es probable que en Francia incluso les admitieran en otro servicio, en alguna compañía de caballos ligeros italianos, si estaban convenientemente armados, o si se armaban a la ligera, no como estradiotes, sino como celadas o lanzas, adquiriendo material - armaduras de tres cuartos, lanzas de ristre, celada, etc - con el dinero robado. 


¿Por qué no fue Van De Scuren escoltado a Valenciennes?

Con una pequeña escolta, de 4 caballos ligeros – en la que no hubieran estado estos tres albaneses, claro – Van De Scuren podía haber hecho el camino de ida y vuelta en dos jornadas yendo al paso, y haber regresado a Cambresis con vida para seguir distribuyendo vino de la munición del rey sirviendo a su amo Brunnink.

Sin embargo, vemos que muchos correos del rey - oficiales de cierto rango, pues los despachos reales eran algo de suma importancia - a los cuales se les encargaba el transporte de importantes sumas de dinero, incluso de varios miles de escudos, cantidades para pagar a varias compañías o incluso dar un socorro a un tercio entero, se desplazaban por territorio amigo sin escoltas.


Pequeñas escoltas de imponentes hombres de armas, parece que solo se reservaban para grandes cantidades de dinero, y eso, si se temía la presencia de enemigos. Hombres de armas españoles pasando revista en Barcelona, año de 1535

En otra apunte de este legajo, vemos, por ejemplo, que Jofre de Goycolea, correo real, fue escoltado por 12 hombres de armas de Mosieur de 'Beltangle', cuando llevaba 4000 escudos – 13,52 kgs de oro - a Metz, 'por recelo de franceses' el 11 y 12 de mayo de 1544.

Pero ojo, a estos hombres de armas hubo que pagarles por sus jornadas. 

Los correos y otros muchos oficiales del rey no tenían un sueldo fijado al mes: se les pagaba a tanto la jornada, o a tanto por la tarea encomendada. 

Esta escolta de 12 hombres de armas incrementaría los gastos del transporte de dinero realizado por el correo, pero en el caso dicho parece que fue Juan de Argarayn, comisario del ejército, quien decidió ordenar la escolta. Por dos días de escolta, estos hombres de armas percibirían un escudo por cabeza, lo cual excedía con mucho a su sueldo, de 12 florines al mes en caso de hombres de armas alemanes [8 escudos y 1/3 al mes], sueldo que seguían gozando, y que sería librado por el pagador del ejército. O sea, que una escolta de 12 hombres de armas costaría 12 escudos, una suma nimia, para proteger 4000 escudos del rey y conducirlos en salvaguarda. 

Si a un correo del rey se le oponían ciertas dificultades burocráticas para el transporte de dinero y sobrecostes, ¿qué problemas no se encontraría un criado de un tenedor del vino? ¿Y quién pagaría la escolta? Pues, probablemente, de haberla necesitado, su amo Quintin Brunink. Podemos pensar que o ni se pensó en la posibilidad, o se descartó por evitar los costes asociados a ella, que podían ser, como digo de apenas 4 escudos por dos jornadas pagando a 4 caballos ligeros. 

En todo caso, la mayoría de ejemplos de transporte de dinero de sumas medianas y grandes se hacían sin escolta, o no consta que la hubiera.



¿Por qué, teniendo una parte no menor del ejército imperial alojado en Cambrai, no había oficiales del sueldo a los que entregarles la suma en dicha plaza?

En la época los ejércitos tenían pocos oficiales militares, y muchos menos oficiales del sueldo u oficiales que hoy diríamos de logística, como eran los comisarios y furrieles. Las funciones administrativas las ejercían unas pocas personas asistidas por secretarios y escribanos, siendo las atribuciones de cada oficial bastante claras, aunque no tanto como a finales del siglo XVI con un ejército permanente, como se puede ver en Flandes [1]. 

El ejército de Flandes en 1543 disponía de un contador, Iñigo de Peralta, encargado de emitir y registrar las libranzas, un veedor, Sancho Bravo de Lagunas, que ratificaría las cuentas, y un pagador, Gonzalo de Molina, que haría efectivas las libranzas. 

Después, esa estructura se podía replicar en cada arma: infantería, caballería y artillería. Y también cada tercio, por ejemplo, podía disponer de su contador. También podían designarse comisarios, que tendrían funciones tales como realizar las muestras. En el caso de la infantería española era Gutierre de Cetina, el célebre poeta. 

Así pues, en Cambresis se encontraría el contador del tercio de Luis Pérez Vargas y en Cambrai los oficiales del sueldo de la coronelía alemana, pero, por lo que parece, ningún oficial que tuviera mano en los cargos del vino de munición. El resto de oficiales mayores del sueldo es probable que estuvieran cerca de la persona del capitán general, Fernando Gonzaga, o en su defecto, con el Emperador, y acaso ambos coincidieron en Valenciennes, en la provincia de Hainaut, donde sabemos que Carlos V estuvo entre el jueves 15 y el lunes 19 de noviembre

Como fuese, esta estructura centralizada y algo rígida, hacía necesario el desplazamiento de correos y otros oficiales reales, transitando por caminos con cuantías de dinero no menores, hasta de varios quilos de oro, para poder pagar a las distintas unidades acantonadas en plazas diversas, o poder hacer pagos para adquirir mercancías básicas como el grano con que hacer el pan. 


¿Por qué los oficiales no quisieron admitir la cuenta de Quintin Brunink?

Como vemos, tuvo que ser el rey Carlos quien le hizo la merced de dar por perdido el dinero robado por los tres soldados albaneses. Los puntillosos Mendoza y Romaní no quisieron hacerlo, incluso con el supuesto del asesinato de quien portaba los doscientos cincuenta y cuatro escudos y el ajusticiamiento del albanés que confirmaría toda la historia.

Los oficiales del sueldo, pues, le apretaron las tuercas a Brunink negándole la admisión de la cuenta: o sea, que Brunink debía aportar el dinero que 'había perdido', aunque hubiera pruebas del robo violento por parte de tropas que servían al Emperador. Brunink, claro, protestó y reclamó, y hubo de ser el Emperador quien concediera la gracia de perdonarle la deuda, eso sí, año y medio más tarde.

Las personas a las que el rey encomendaba su hacienda y posesiones debían responder hasta las últimas consecuencias. Y evidentemente, cuando más abajo se estuviera en el escalafón, más riesgos se corría de que la exigencia se transformara en intransigencia, y viceversa, la indulgencia podía pasar a ser manga ancha si el cargo y la persona que lo ejercía era de alta cuna o de reconocido prestigio: 

El embajador veneciano Alvise Mocenigo explicó que alguien le había hablado al Emperador del latrocinio llevado a cabo por Juan Jacobo de Medici, marqués de Marignan, capitán general de la artillería en esta campaña, en la cual se estimó gestionaba unos sesenta o setenta mil escudos al mes. Interpelado, el Emperador respondió: 'Yo conozco bien la naturaleza del marqués, y aún así, con aquel defecto, me place" [2].


¿Qué suponían dos cientos cincuenta y cuatro escudos a repartir entre tres albaneses?

Pues ochenta y cuatro escudos y un tercio por albanés [3].

Un soldado de caballería ligera italiana ganaba en 1543 seis escudos y medio al mes; quizá los caballos albaneses algo menos, pero no mucho menos, porque un soldado de infantería ganaba 3 no siendo arcabucero ni coselete, y el mantenimiento del caballo no era un coste menor. Los caballos que estaban a cargo del barrachel de campaña del tercio, por ejemplo, cobraban 5 escudos al mes, haciendo funciones de policía militar. 

La cuestión es que los tres albaneses mataron al pobre VandeScuren por el sueldo de poco más de un año. Una buena presa, tampoco para retirarse, pero más de lo que ahorrarían durante toda una campaña, y desde luego, un buen botín en caso de haber tomado una ciudad por asalto, en una época en que amplios sectores de la población no tenían ahorros en metálico. 

Según se mire, un botín por el que no valía la pena matar, ni arriesgarse a morir en la horca, o una pequeña fortuna.

Quizá, simplemente, como dijo el duque de Alba, había hombres que habían nacido para el remo – para ser condenados a galeras – o para la horca.



Conclusión


Las estructuras administrativas de los ejércitos imperiales eran imperfectas e infradotadas, pero muy meticulosas en lo que a control económico se refiere. La razón más plausible de porque todos los oficiales mayores del sueldo y gran parte de los menores eran españoles, reside en la tradición administrativa heredada de los Reyes Católicos, cuyas armadas y ejércitos de ultramar - las campañas del Gran Capitán - sentaron las bases de una administración moderna. Moderna, respecto a la edad medieval, claro, y sin parangón en otras tierras imperiales, con experiencia en la organización de ejércitos multinacionales, como se pudo ver en las jornadas de Túnez [1535] y Argel [1541], o en la practica diaria de los ejércitos de Italia, fundamentalmente, del de Lombardía. 

Aún así, sabemos perfectamente que se cometían fraudes y robos a la hacienda real, desde los capitanes de las compañías a los capitanes generales de las distintas armas, pasando, inevitablemente, por todos los oficiales del sueldo, cuya connivencia, interesada, era imprescindible para escamotear el dinero de las arcas reales.

Al final, cuando años más tarde el contador mayor de cuentas del reino ratificaba que las cuentas eran buenas, era porque los números cuadraban. Si las dos mil cuartas de trigo que se compraron en Nancy costaron, efectivamente, 1000 escudos o el comisario pagó 900 y se repartió la diferencia con el Bailyo de la ciudad, que le firmó un papel que sostenía que efectivamente habían costado 1000, es algo que nadie podía saber. Lo que contaba era el papel.

El papel, como se suele decir, lo aguanta todo. Y si no había papel que lo justificase, es que había malversación. En todo caso, no todo se decidía con la "celeridad" de este caso. Al contador Francisco de Pantoja se le otorgó otra merced real el 16 de agosto de 1564, dando por recibido y pasado en cuenta un alcance no liquidado de 67 escudos y 1/2 por la compra de ganado en el dicho ejército de Flandes ese mismo año de... 1543.


Por otra parte, poner tales cantidades de dinero ante la vista de un grupo de hombres, profesionales de la violencia, en muchas ocasiones, sin muchos escrúpulos, y ávidos del oro y la plata que era, para bastantes, la única motivación para servir, podía, efectivamente, espolear aquella violencia por la que se les contrataba, pero, en sentido adverso. Si estaba bien robar, asesinar y saquear al adversario, ¿quién decía que hacerlo con los propios estaba mal, quién marcaba el límite de lo bueno y lo malo?

Pues el rey, claro. 

Vemos que el maestre de campo Luis Pérez de Vargas es, en Cambrai, la autoridad encargada de hacer las pesquisas y averiguaciones sobre la perdida del dinero, y el encargado de ejecutar la justicia. 

Aunque sabemos que en el ejército de 1544, era Sebastian Schertel el preboste general o capitán de justicia con 136 caballos a su orden para imponer la ley y que había dos auditores generales, entre ellos, el español Juan Duarte, cuando el ejército se hallaba disperso, debían ser las estructuras particulares las que tomasen el mando. 

Vargas disponía en su tercio de un barrachel, Juan Curi, que con 6 caballos ligeros hacía la función de policía militar. La caballería ligera debería contar con una estructura equivalente, y superior, pero con la dispersión de la hibernada, quizá se hallaba en otro lugar, junto a su capitán general Francisco de Este.

Como sea, parece claro que el albanés apresado no tuvo audiencia - lo que equivaldría a un juicio de hoy - ni se le reservaría otra cosa que justicia sumarísima. 

Como sea, una breve noticia administrativa nos aporta mucha información y nos da pie a explicar aspectos menos divulgados de la vida militar.



Notas


[1] Véanse los trabajos de Alicia Esteban Estríngana, especialmente, Guerra y finanzas en los Países Bajos Católicos. De Farnesio a Spínola (1592-1630)].

[2] E questo S°r molto auaro, et ha fama di hauer robbato assai nel carico, che'l ha hauuto dell'artegliaria hauende hauuto gran commodita di farlo, perche la spesa di quella era di 60 in 70m. scudi al mese, et un tratto, che fu detto a Cesare, che'l robbaua, Sua Mta. rispose, lo conosco bene la natura del Marchese, ma esso mi piace anco con quel diffetto. 

Relación de Alvise Mocenigo, embajado de Venecia ante el Emperador Carlos V, en 'Dos años en la vida del emperador Carlos V [1546-1547], por Vicente de Cadenas y Vicent

[3] Haciendo una equivalencia, que no está basada en ningún cálculo económico, más allá del sueldo de un mes, pero que a mí, me ha servido para hacerme una idea, equivaliendo un maravedí a un euro actual, 1 escudo de 350 mrs. serían 350€. Y por lo tanto, un soldado de infantería española o italiana, pica seca, ganando 3 escudos al mes, sería un mileurista: 1050 maravedíes al mes. 

Así pues, los 84,5 escudos de la parte del botín podían suponer casi 30.000€. 

A peso de oro, los 84,5 escudos eran 285,61 gramos del metal precioso a 3,38 gramos la pieza, oro de 22 quilates. A 45€/gramo, cotización de hoy en día, suponen 12.852,45€.


Por tres ducados al mes. Los ingresos y el poder adquisitivo de un soldado de los tercios de infantería española del siglo XVI

Allende de la libertad de la vida [...] del sueldo que gozan y robos ordinarios, a los comienzos todos se permiten grandes esperanzas y piensan de acrecentarse en los grados de la milicia como en hacienda y volver prósperos y ricos a sus casas
Historia de Carlos V, por el Dr. Bernabé del Busto, capellán y cronista del Emperador, RBME L-I-6, f. 122r-199r


El Emperador preguntaba qué gentes morían, si eran gestileshombres y personas de pro. Se le informó que todos eran pobres soldados. Entonces, dijo que no había peligro de que muriesen, y los comparó a las orugas, las langostas y los saltamontes, que se comen los brotes y otros frutos de la tierra, añadiendo que, si fueran gentes de bien, no servirían en sus filas por seis libras al mes...
Testimonio de Ambroise Paré, cirujano de los sitiados en Metz [1552] citado por Jose María Jover Zamora


Por junio se hicieron en Castilla dos mil soldados para poner en Cataluña que los catalanes pidieron gente castellana. Y publicábase que eran para Italia cuando los hacían, porque fuesen de mejor voluntad, a causa que no pensasen que eran para Flandes, porque algunos soldados que de allá venían daban muy malas nuevas de la tierra diciendo que no bebían vino ni tenían pan, y que la tierra era frigidísima y estéril de todas cosas para se poder allá mantener, y así era la verdad
Noticias de varios sucesos acaecidos desde el año de 1521 hasta el 1558, por Florián de Ocampo


Revista de las tropas en Barcelona previo al embarque para la jornada de Túnez. El Emperador a caballo junto con su guardia de alabarderos. En el centro, vemos oficiales del sueldo, que toman notan de lo que ven en la muestra. Segundo cartón de la serie de Vermeyen para conmemorar la jornada de Túnez [1546-1554]. Museo Histórico de Arte [Viena]

Intentaré en este artículo condensar varios aspectos económicos que afectaban a la vida material y también moral del soldado de la época. El soldado en la edad moderna, antes del surgimiento de los ejércitos nacionales de conscripción universal, acudía al ejército con muchas motivaciones, pero una, sin duda, era la material: gozar de un sueldo con el que poder sustentarse. 

Cada cierto tiempo alguien había de recordar aquel viejo aforismo: que el nombre de soldado viene de sueldo, y el que no lo tiene, no puede recibir tal nombre ni servir como tal.

Y así era, que los primeros en olvidarse de la obligación del pago eran los príncipes y señores a los que servían, siempre con unas finanzas precarias, acuciados por las deudas y al borde del colapso.

Entremos, pues, en materia:

Primera línea de arcabuceros españoles frente al escuadrón de piqueros. Túnez, 1535. Detalle del tapiz nº4 'Ataque a la Goleta' de la serie 'La conquista de Túnez' de Jan Cornelisz Vermeyen


Yten, que Vuestra Excelencia provea y mande que las pagas que de aquí adelante obieremos de aver sean en moneda de oro por hebitar engaños que en los pagamientos usabamos y con los mercantes avemos por lo qual nos crecen el precio de vituallas y rropa y ansí que los escudos sean todos yguales


Yten, que estas seys pagas que al presente ovieremos de aver sean las cinco en oro y una en plata de moneda buena, tostones, o jullios, o blancos enteros por ser moneda trabucante 

Yten, pedimos seamos pagados en tabla por mano de pagadores y en presencia de contadores porque justamente seamos pagados del nuestro débito y porque no nos sean tiradas cosas desaforadas sin las de verse la paga como hasta aquí se ha hecho por nuestro capitanes
Capítulos, condiciones y firmezas que piden los soldados  españoles amotinados.
1538-07-18 AGS. EST,LEG,1371,168-169

*Moneda trabucante: moneda de peso algo mayor que el legal

En estos capítulos que reclamaban los cerca de 2700 'galanes amotinados' en el norte de Italia en el verano de 1538, vemos reflejadas muchos de los problemas relativos a la paga de la época:

1) Aquello que motiva el descontento, los nueve meses que hace que no se cobran - desde octubre de 1537 - aunque se acuerda un remate de solo seis pagas, siendo las otras dos pagaderas al embarque en el armada de Levante.

2) La carestía que los mercaderes y vivanderos imponen en la ropa y las vituallas, los dos elementos básicos de gasto del soldado.

3) La petición de que las pagas se realicen en una moneda sonante determinada - ofrecen tres alternativas - y de que el valor de los escudos fuera igual, sin duda, para evitar la 'ganancia en la moneda', concepto que veremos en este artículo.

4) Que las pagas les fueran pagadas por oficiales del sueldo, y que los capitanes no interviniesen en ello, para reducir los fraudes.
De hecho, el resto de soldados que quedaron bajo las banderas. o sea, que no se amotinaron, recibieron cinco pagas de mano de sus capitanes, la mayoría de los cuales fueron arrestados acusados de fraude por el marqués del Vasto, quedando reformadas 27 compañías en solo 8.




1. El sueldo en moneda contante

En lo del sueldo que hobiere de haber la dicha gente, trabajad que sea lo menos que ser pudiere y que no sea mas sueldo de como se les suele dar a los ingleses a lo mas largo como se da a suizos que es tres ducados al mes y es el mayor sueldo que jamas se dio a peones
Carta de Isabel, reina de Castilla a Duque de Estrada, Segovia, 3 de octubre de 1503

Hablaba la reina de asoldar tropas inglesas - 2000 peones - para luchar contra el rey de Francia. Estos soldados, a lo sumo, debían cobrar tres ducados al mes, que es el sueldo que quedó fijado para el soldado español desde que se formaron los tercios hasta que se extinguió el sistema.

El sueldo del peón español durante el reinado de los Reyes Católico era, sin embargo, menor de tres ducados y variaba según campaña.
Por ejemplo, Gonzalo de Ayora, defendiendo el Rosellón en 1505 tenía a cargo 100 peones que ganaban 1000 maravedíes al mes [2.67 duc] mientras que siendo capitán de la ordenanza residiendo en la corte, así como en la campaña de Mazalquivir, los 100 peones que el mismo Ayora tenía a cargo cobraban 900. Mientras que los 'lacayos' del Gran Capitán que en 1500 partieron para Sicilia percibían 2 ducados = 750 maravedíes, las tropas que fueron a los Gelves en 1510 y acabaron luchando en Rávena en 1512 ganaban 30 carlines [1] - moneda de Nápoles de valor equivalente a 30 maravedíes - o sea, 900 maravedíes al mes. Como vemos, un sueldo inferior al de tres ducados.

También en esa época hubo diferencias por especialidades: los espingarderos de Gonzalo Fernández de Córdoba ganaban en 1500, 930 maravedíes al mes.

Todo parece indicar que fue durante las guerras con Francia por el dominio de Lombardía donde los infantes españoles van a ver su sueldo crecido - equiparándose al de naciones de mercenarios como suizos y alemanes - y estabilizado, dado el carácter permanente de las guerras, hasta que quede definitivamente fijado en la década de 1530.

En 1525, los sueldos para la infantería española en Italia eran los siguientes:
  • Infante [pica seca o coselete]: 3 escudos
  • Arcabucero: 3 escudos como infante más 1 escudo y un tercio de ventaja por su oficio de arcabucero
  • Escopetero: 3 escudos como infante más 3 reales [27 sueldos] de ventaja

En 1529, quedaban así:
  • Infante: 1050 maravedíes al mes = 3 escudos de 350ms. cada uno
  • Escopetero: 1054 mr/mes
  • Arcabucero: 1400 mr/mes = 4 escudos

En la década de 1530 el oficio de escopetero desaparecería, y el coselete. el piquero armado con armas defensivas - peto, espaldar, brazales, gorguera, celada, escarcelas - cobraría, amén del sueldo ordinario de 3 escudos, 1 escudo "de ventaja" suplementario.

El sueldo quedaría posteriormente fijado, para no cambiar en casi dos siglos, de la siguiente manera, siendo la ventaja de arcabuceros y coseletes de un escudo al mes que quedaba sumado a su sueldo ordinario de tres escudos:
  • Infante [Pica seca]: 3 ducados/mes
  • Arcabucero: 3+1 ducados/mes
  • Coselete: 3+1 ducados/mes

La diferencia entre el escudo y el ducado es de 25 maravedíes y podemos ver relaciones donde se da el sueldo en ducados o en escudos indistintamente.

En la década de 1560 aparecería el mosquetero, y este percibiría 2 ducados de ventaja.

A parte de este sueldo ordinario, el soldado podía percibir ventajas particulares, un sobresueldo que se pagaba en función de méritos durante el servicio. Normalmente, se establecía un montante por compañía: por ejemplo, 50 escudos en ventajas para 'aventajar' a soldados particulares, pero con el tiempo, el número de soldados aventajados iba creciendo. Por ejemplo, en la compañía de Juan de Urbina en 1525, compuesta por 350 soldados, había 44 soldados particulares que recibían en conjunto 151 escudos, más de 3 por cabeza, con lo que podían doblar su sueldo.

Sueldo de la gente de guerra. Un mes de sueldo de 300 infantes españoles. Pagas sencillas de 3 esc[V]d[os] cada uno, con la ventaja de 1 escudo para el arcabucero y otro tanto al coselete. Los cabos de escuadra recibían una ventaja de 3 escudos sumado a su paga sencilla de 3 escudos. "Las ventajas de personas particulares" eran personales en función del mérito. Copias de estos documentos donde se señalaban los sueldos se hacían llegar de la corte a los capitanes generales, y viceversa: los capitanes generales recordaban a su rey lo que se había pagado en tal campaña a cada oficial, y demandaban el mismo sueldo para sus servidores, o un determinado número de plazas, por ejemplo, el número de gentileshombres que el capitán general podía tener a su servicio.  


Las ventajas particulares de cada soldado normalmente eran de 3, 4, 5, 6, 8 o 10 escudos:

Relación soldados aventajados del tercio de Álvaro de Sande [año 1544]. AGS, E, 500. 103 


Los soldados, mientras el sueldo no llegaba, podían recibir un 'socorro' o 'entretenimiento' de hasta 1 real por día. A veces se otorgaban socorros puntuales, como los 4 ducados que recibieron en 1544, unos 350 españoles que tras la derrota de Cerisoles, habían estado presos en Francia y habían sido liberados en las fronteras del Rosellón [AGS, E, 500, 49]. 



1 Escudo = 350 maravedíes
1 Ducado = 375 maravedíes



2. El sueldo en moneda sonante

mandamos que se le paguen ocho ducados corrientes, moneda de Napoles, que son siete escudos y un cuarto de escudo cada mes
Ordenanza de Génova [1536]

porque los españoles e italianos, dándoles XXXVI placas por un escudo, se ternan por bien pagados. Y si les dieren escudos del sol, volverán la demasya. Pero con los alemanes, sino fueren pagados en las monedas que corren en Alemaña, como son escudos de Italia o florines doro o talares, V. Mat ha de perder tres placas en cada escudo, porque según la promesa que tienen de V. Mat escrita en alemán, si se les hoviessen de dar placas en pagamento sería menester darles XXVI placas por cada florín de XV baços, de manera que la perdida está conoscida y clara.
Parecer de Francisco Duarte, comisario general y proveedor del ejército imperial en Gueldres, fechada en Valenciennes, 27 de septiembre de 1543, AGS, E. leg. 499 134.

Mas recibió en la dicha Mesina el dicho dia 13 de setiembre , trescientos y ochenta y nueve escudos de oro y ocho reales y cinco dineros de Genova, de á catorce tarines por cada escudo, moneda de la dicha Mesina, que cada tarin vale veinte granos, y cada grano veinte y cinco reales 
Relación del dinero que Juan Morales de Torres, pagador del armada de S. M. , ha recibido para la paga y gastos della , dende quince de junio 1571, hasta último de enero de 1572 años. 


Como se puede ver por los extractos anteriores - una ordenanza, un parecer de un comisario general y un documento contable de un oficial del sueldo - una cosa era la moneda en que se hacían las cuentas, y otra, la moneda en que se efectuaban los gastos y se pagaba a los servidores del ejército. 
Normalmente, la moneda de pago era la moneda de uso en la tierra en que se hallaba en aquel momento el ejército, aunque en un mismo país se aceptaba y eran normales los pagos y transacciones en moneda extranjera, siendo a veces más popular la moneda de un determinado país al tener mayor valor de ley el metal precioso que la moneda corriente del propio territorio: mayor pureza de la plata u oro, metales con que eran labradas. 

Los soldados recibían la paga habitualmente en monedas de plata, aunque también les fenecían las cuentas en moneda de oro, según la disponibilidad de la misma. 

Moneda de Nápoles con la efigie de Carlos V. Medio carlín de plata.


El dinero no se giraba - trasladaba - en especie - lingotes o monedas - sino por letras de cambio. Pero de hecho, lo normal es que no se girase en absoluto, entendiendo el giro como el procedimiento por el cual alguien transfiere dinero, pongamos un caso común, de Sevilla a Amberes. 
Para efectuar un giro, uno debía de disponer del montante, y lo habitual era que los reyes de España no tuvieran nunca el efectivo. 
Por lo tanto, se acudía a un sistema crediticio: los Fugger de Augsburgo, los Spinola de Génova, o los banqueros de Amberes prestaban el dinero al rey y lo ponían en la plaza que éste necesitara, y sus factores [agentes] en España, Nápoles u otros territorios de la corona, lo cobraban una vez el rey había recaudado los impuestos [2] o recibido los metales preciosos de la flota de Indias y disponía del efectivo para poder efectuar el pago. 

En este sistema crediticio, que también era, no lo olvidemos, para el caso que nos ocupa, un sistema de transferencia de dinero, los banqueros cobraban unos intereses compuestos de entre el 25 y el 30%, produciéndose periódicamente, casi de forma inevitable, diversas bancarrotas de la hacienda real. 

Había ocasiones, sin embargo, en que el dinero se transportaba directamente, normalmente, por vía marítima, a veces por la posta. 
En 1538, por ejemplo, se perdió un correo con 6000 ducados en una riada en Lombardía. 
Se podía transportar dinero labrado, hecho monedas, o más comúnmente, en 'pasta', procediendo entonces a labrar / acuñar, moneda local [3].
En el acuñamiento también se perdía dinero, porque la ceca retenía un porcentaje a modo de pago.

Pesas de oro estandar. Avilatador de oro, plata y piedras [1572]

Geoffrey Parker, en una de sus biografías sobre Felipe II, citaba, como el monarca no acertaba a comprender el sistema crediticio del cual era el principal sostén, a pesar de que Juan de Ovando, presidente del Consejo de Hacienda, le había hecho un memorial de fácil comprensión para aclarárselo, en una época [1574] en que el rey debía 73 millones de ducados e ingresaba menos de 6 en rentas anuales de la Corona de Castilla. 

Ciertamente, este sistema afectó a la disponibilidad de dinero, y por lo tanto, a la regularidad con la que las tropas percibían su salario, pero no es ese el tema de este apartado. La cuestión es que quede claro que una cosa era el dinero de cuenta - en el que se contabilizaban los sueldos - y otra, el dinero sonante, o sea, las monedas que acababan cobrando los señores soldados, para dar paso al siguiente punto, el de la 'ganancia' de la moneda. 



3. La 'ganancia' en la moneda

1. Primeramente, se han hallado en sus cuentas muchas e grandes ganancias para sus altezas así en los ducados de oro, que se los ha cargado mosén Luis a 22,5mrs. por ducado más que valen en Castilla, y al dicho respecto ha hecho valer la moneda de picholes en las pagas que hacía, de modo que al haber sido grande la suma ha sido grande la ganancia [...]
1504. Relaçion de la cuenta que ha dado mosen Luis Peixo así de cargos como descargos y descuentos de artilleria, armas, polvora, vasijas y otras municiones como de las ganancias que han avido en los mantenimientos y cuentas del armada y asi mismo de las ganancias de las monedas 
Ejércitos y armadas de los Reyes Católicos

ítem , que los dichos Contadores hayan de tomar y tomen razón y tener cuenta de todo el dinero que se librare y entrare en poder del dicho Pagador por la paga del ejército, y le hagan cargo dello y del beneficio y aprovechamiento que hubiere para Nos en la distribución de las monedas 
Instrucción a los contadores del sueldo del Ejército de Flandes, 29 de mayo de 1585

porque según lo que gana la infantería española é italiana, y caballería y entretenidos en el escudo de España, Francia é Italia, que son 9 placas en cada escudo, haciendo la computación al precio que recibe los tallares y Philipus tallares se hallará que hay de aprovechamiento á la hacienda de S. M. en todo lo que se ha pagado en estas monedas y otras semejantes á la dicha gente, como se verá por las dichas órdenes, más de á 8 y 9 por 100; 
Carta del contador Pedro Coloma al Consejo de Hacienda [h.1590]


Para efectuar el crecimiento en la moneda, simplemente, se realizaba un tipo de cambio favorable al pagador. En el ejemplo de la nómina de Mosen Luis Peixo para la armada del Gran Capitán que obtuvo el pingüe dominio del reino de Nápoles, vemos que consiguió crecer los ducados en 22.5 maravedíes más de lo que valían en Castilla. O sea, que en Castilla valía un ducado 375 maravedíes, y en Nápoles lo hizo valer por 397.5, ganándole un 6%. Esto era, conforme a las compras y asientos con mercaderes, de manera que salían un 6% más baratas pagándoles con moneda de Castilla, haciendo crecer el valor de cada ducado pagado.

Con respecto a las pagas, se hacía justamente lo contrario: se establecía un tipo de cambio desfavorable al soldado, pagándoles en moneda de plata - carlines en Nápoles, sueldos en Lombardía, placas en Flandes - fijando un cambio inferior al de mercado o al cambio oficial establecido en pramáticas castellanas o placartes flamencos.

Cada moneda tenía un peso y una ley. A mayor ley y mayor peso, mayor valor, y el tipo de cambio se establecía en función de los pesos y de las leyes de los metales preciosos que las conformaban. No había más. Las diferencias que pudiera haber, se debían a la capacidad negociadora de ambas partes. 


Tratado general de monedas, medidas, pesos [1789]. Monedas acuñadas y valor. Vemos, por ejemplo, que el escudo de oro de 1537 [1 escudo = 350 maravedíes] tenía una ley de 22 quilates, menor que en tiempos de los Reyes Católicos, aunque el peso seguía siendo el mismo: con 230 gramos por marco de oro se labraban 68 monedas.

Monedas acuñadas durante el reinado de los Reyes Católicos. El ducado de oro de 375 maravedíes tenía entonces una ley de 23 y 3/4 de quilates y con un marco de oro [230 gramos] se labraban 65 y 1/3 monedas. El escudo era de igual ley, aunque de menor peso [68 escudos por marco de oro] y de 350 maravedíes.

Naturalmente, los banqueros y tratantes de moneda podían aprovechar y especular sobre la relación entre oro y plata. Si el rey de España acudía al 'mercado' con mucho oro y había poca plata disponible - el metal preferido en las transacciones comerciales de precio medio -  el valor de la plata crecía. También se daba el caso contrario, y por eso y otras razones - como conseguir un gran contrato de suministro  - aceptaban los mercaderes y asentistas un crecimiento de la moneda desfavorable para ellos.

Pero por lo demás, el tipo de cambio venía dado en función del peso - comprobable con un sistema de pesado - y de ley - comprobable mediante ensayo [4].

Por lo tanto, aclarado esto, la ganancia en la moneda era una pequeña sisa que los oficiales del sueldo con orden real  ejecutaban a la hora de abonar los emolumentos de la infantería y otros servidores del ejército.

Orden del Príncipe de Parma a Juan de Lastur, pagador general del ejército de Flandes. 1 de mayo de 1585
[...] ordenamos y mandamos al dicho Tesorero general , Juan de Lastur, que todas las libranzas que de aquí adelante se hicieren sobre él, y las que se le ordenaren pagar de las que están hechas sobre el pagador Pedro de Olave, las pague en las monedas que entraren en su poder á los precios en la forma siguiente
A la infantería y caballería española, italiana, albanesa y borgoñona, y hombres de armas, caballos ligeros y arcabuceros a caballo del país, y asimismo á todos los Oficiales del ejército y caballeros, Gentiles-hombres y otras diferentes personas que tienen sueldo y entretenimiento, tanto entre las compañías de caballería é infantería como fuera della: 

Para finales del siglo XVI, esta ganancia podía superar el 15% [ver tabla de cambios de 1585], y podemos asumir que se aplicó sistemáticamente durante todo el siglo, y que no fue hasta finales del XVI, en Flandes, en un ambiente de gran conflictividad entre la soldadesca y las cabezas del ejército, con motines bastante virulentos, cuando se procedió a enmendar el sistema por presión de los soldados.

Curiosamente, no todas las naciones que servían en los ejércitos de los reyes de España tenían un tipo de cambio tan desfavorable como españoles e italianos: a los valones, quizá por ser de la tierra, el descuento era menor, y a la infantería alemana alta y baja, así como a los herrruelos, se les pagaba según corría el valor de la moneda en la tierra, y su sueldo podía estar fijado en moneda alemana o brabanzona [5]. No obstante, también los alemanes protestaban cuando así lo creían, tuvieran o no motivos fundados para ello [notas 5 y 6].

Cabe tener en cuenta que los tipos de cambio oficial se establecían  - "mandado imprimir para que venga á noticia de todo" - y publicaban en forma de placartes "en las principales villas de las pronvincias de estos estados" por lo que los soldados tenían un conocimiento de, primero, cual era el tipo de cambio oficial, y segundo, cuando se les 'fenecían y ajustaban' las cuentas, cual era el tipo de cambio por el cual eran realmente pagados.
Normal entonces, que, sumado este agravio a los atrasos de años [7] en las pagas, se produjera un motín [8] que consiguió que el tipo de cambio fuera menos perjudicial para el soldado.

También podía recibirse parte del sueldo en especie, normalmente, en paño, pero también en vituallas, que evidentemente, era tasado y sobrevalorado a ganancia del rey. Las vituallas y armamento que se les entregaban se les descontaban del sueldo, también con ganancia para el rey, o al menos, para sus oficiales [9].



4. Vivir sobre el país

Por la letra de Vuestra Magestad de vii de septiembre dize Vuestra Magestad que ha entendido que este exército come sobre los pueblos  [...] a la verdad, la manera como aora están alojados, la gente darmas y cauallos ligeros es cosa, avnque limíttada, harto intolerable, porque no ay hombre darmas que no lleua cada mes por vía de conçierto o rrescate viii o x ducados,
Carta del Abad de Nájera a S,M. Vigevene, a 15 de octubre de 1522

An sabydo la verdad, y diz que venecianos dyzen que se quyeren bolber a guardar sus tyerras, y con effecto diz que se les parten cada dia muchos dellos y algunos se passan a nosotros, y éstos dizen que todos están muy pobres y mal probeydos de vituallas en aquel campo, y ansy es que a nynguno de los que los nuestros matan y despojan, o prenden, hallan syno dos, o tres carlines al que más
Carta del Abad de Nájera, 10 de marzo de 1522

estando en Corfú o en aquellas islas poco haría el caso, pues la isla es despoblada y en ella no hay que robar sino piedras y árboles, pero dinero ni ropa ni pan ni vino ni carne, claro está que no lo hallarán
Relación de Francisco Duarte sobre los soldados amotinados en Sicilia, 8 de febrero de 1538


Mientras las pagas no llegaban - evento harto frecuente que podía durar meses - los soldados podían dedicarse a robar y saquear de manera violenta, o hacerla por un sistema 'civilizado' y normalmente incruento, que era el denominado sistema de contribución, o, como decía el Abad de Nájera, comisario del ejército imperial en Lombardía en la década de 1520, por "via de concierto y rescate". Así, un grupo de soldados - en el ejemplo, de caballería - se instalaba en una villa y obtenía dinero o vituallas de los moradores de la misma y de los lugares comarcanos a cambio de que los pobladores no fueran maltratados ni violentados. En el ejemplo, los soldados obtienen 8 o 10 ducados por mes, un sueldo mensual de un hombre de armas de la época [10].

El problema, evidentemente, es que esto no se podía sostener indefinidamente, dado que la mayoría de la población vivía en una economía de subsistencia en la que apenas se producían excedentes ni se podía fácilmente transformar dichos excedentes en dinerario para ser robado por los ejércitos, máxime cuando estos campeaban por una zona durante años, y eran desplazados por ejércitos enemigos que aplicaban la misma política, agotando a sus pobladores, que además, veían alterada, o incluso hasta interrumpida, su actividad económica y productiva debido a la guerra.

porque ya este Estado está tan comido, que, según lo que todos dicen, no se podrá sufrir un mes. Otras partes no hay donde pueda ir. A la gente se 
deben seiscientos mil ducados, é ya no se pueden valer ni comer á discreción, ni destruir sin ella, ni hay qué. 
Lope Hurtado al Emperador. Milán, 12 de marzo de 1526

Pero sobrevivir, se sobrevivía, y desde luego, la vida del soldado, armado, apoyado por sus camaradas y por un mando laxo cuando no partícipe de las mismas tropelías, era mucho mejor que la de un campesino o villano que no tenía muchos elementos para ofrecer resistencia frente a tropas profesionales y experimentadas.

Amén de este sistema de saqueos, puntualmente, se producían eventos que podían cambiar la suerte del soldado: batallas, asaltos, reencuentros...

Otrosí: ordenamos y mandamos que la ropa, prisioneros y otras cosas que la gente de guerra ganare y hubiere en batalla ó reencuentro, ó en combate de alguna tierra o castillo, haya de quedar y sea libremente de aquel ó aquellos que los tomaren ó ganaren, segun la costumbre de la guerra, y que ninguno quite á otro por fuerza lo que hubiere ganado, so pena de la vida
Ordenanzas para el régimen y disciplina del Ejército de Italia, 1 de agosto de 1555

y prendío vn mercadante, que traya mill tallares [11],y vn carro cargado de mercancía
Sumario de la jornada [...] contra el duque de Sajonia [...] año de 1547

De los cavallos se mataron algunos y prendieron cinquenta ó sesenta, y el resto se salvaron; y tomaron [los nuestros] todo el bagaje francés, que importa hasta treinta mil escudos
Relación del suceso de Saint Dizier en 'Relaciones de Pedro de Gante, secretario del duque de Nájera 0'

Los asaltos que daban lugar a los célebres 'sacos', como los de Roma [1527] o Amberes [1576] seguían una ley de guerra: una vez tomada una ciudad al asalto, los soldados que la tomaban disponían de un determinado periodo de tiempo, que no solía exceder los tres días, para proceder a saquear la ciudad, quedando la artillería y municiones en poder del príncipe por el que luchaban.

Así, los soldados que primero entraban por la brecha se dirigían a las casas más ricas para proceder a robarles. Muchas veces los ciudadanos sitiados ocultaban su dinero, enterrándolo o emparedándolo, y los soldados procedían, mediante amenazas o torturas, a descubrir el escondrijo. Evidentemente, no todas las casas eran ricas, y la mayoría de soldados robaría a artesanos y mercaderes de hacienda mediana, pero los ahorros de toda una vida de un zapatero, podían ser una pequeña fortuna para un soldado que hacía meses que no veía la paga. También se saqueaban iglesias, conventos y casas de religión, aunque, en este caso, por motivos de conciencia, los mandos lo prohibían, y alguna vez, incluso lo impedían con mano armada.

A parte del robo de dinero, los soldados podían imponer rescates: se retenía a una persona de alto estatus, de la que se sabía que podía obtener dinero en préstamos o de familiares ricos que se hallaban lejos y se pedía una cierta cantidad a cambio de su libertad. En Berbería, amén del rescate, se tomaban cautivos - esclavos - que eran normalmente revendidos inmediatamente tras el saco a personas con medios para traficar con ellos, o capacidad para mantenerlos.

Otorgar la ciudad a saco era un potente incentivo para que los soldados se lanzasen a tomar una ciudad al asalto, siendo los muros derruidos por efecto de la artillería, y entrando a la plaza por la brecha abierta o por escalas. Si los defensores ofrecían una buena defensa, muchos de los atacantes morirían en el intento, pero una vez entrados en la ciudad, se podían amasar pequeñas fortunas. También, por cierto, el rey o capitán general solía otorgar una recompensa al primer soldado que penetrase la brecha. 

Véase el caso de de Valentino Cebrián, hombre de armas de la compañía del conde de Golissano o Collesano. que dejó testamento hecho en Roma a 2 de julio de 1527:

Legó a su mujer Isabel Gutiérrez 500 ducados y ropa. Pero a parte de su esposa no se olvidó de sus compañeros de fatigas: a Miguel Fluviá, legó caballo y armas, a su escudero Margarit 20 ducados, y a su compañero Tordesillas 12. A Juan de Oliva debía 3 ducados, pero invirtió el dinero en misas en su memoria, pues habiendo muerto, no había podido entregarle la suma adeudada en vida. A parte de ese dinero, Cebrián aguardaba cobrar tres cédulas [seguramente de rescates]: una de doscientos ducados y dos de quinientos. Los mil ducados debía dividirlos con Rodrigo de Rueda, soldado en la compañía de Fernando Vitello.

En septiembre de 1544, el ejército imperial atrapa 50 barcas 'grandes como navíos' en el río Marne. Un soldado español se hizo con un botín valorado en 6.000 ducados: unas cubiertas de caballo, jubón y calzas recamadas de oro sobre terciopelo carmesí.

En 1547, don Sancho Bravo de Lagunas, oficial del sueldo del ejército Imperial, hacía testamento [12]: devo a dos soldados cuyos nombres no me acuerdo çiento y veinte o çiento y treinta ducados que los depositaron en mi la razon desto y sus nombres pareçera por mi libro
Que un caballero debiera dinero, no era excepcional, sino todo lo contrario; que dos soldados anónimos pudieran prestarle a un caballero tales cantidades, tampoco era un caso extraordinariamente insólito. 

De Diego de Monsalve y tres compañeros se dice que tomaron 8000 ducados en Corón [Grecia], en 1531.

Evidentemente, estos casos no eran la norma, y era más probable hallar la muerte que la riqueza, pero el caso es que el fruto de los saqueos, aunque fuera una fuente de ingresos esporádica, no era despreciable y era una de las esperanzas de aquellos hombres codiciosos del saco. También, claro, las historias de estos éxitos correrían de boca en boca por los corrillos de las plazas de Castilla, y animarían a muchos incautos a ingresar en la milicia. 

También tras las batallas podía ganarse dinero y ropa - muy apreciada - saqueando el bagaje del campo enemigo, o tomando los despojos, las armaduras, armas y sillas de los caballos muertos. Había incluso 'desnudadores de cadáveres' que, como su nombre indica, aprovechaban para despojar al muerto de sus vestiduras.

Ansimesmo manda á estos dos hombres que tomasen todo el despojo de los franceses y de sus caballos que quedaban muertos por la campaña, é ficiesen enterrar los muertos. 
Cereceda, Tratado de las campañas... [año de 1529]

La 'cudicia por el saco' provocaba a veces asaltos y ataques indisciplinados, e incluso, que en batalla los hombres abandonaran la orden de combate para acudir a saquear el bagaje enemigo sin haberlo derrotado, provocando importantes reveses, pero ese es un aspecto que aquí no es necesario tratar.

Este aspecto, el de vivir sobre el país, hacía que ciertos destinos fueran preferidos por los soldados, como Italia, y otros, como Hungría o Berbería, totalmente denostados. A esto, claro, se le sumaba la calidad de vida de las provincias italianas, idenpendientemente de la posibilidad de obtener frutos del saqueo:

que los que dirán que assi les pagaban en Italia debriaseles preguntar si ai diferencia de lo de Italia á lo de acá que alla eran tantos i tan ricos los sacos que andaua la gente contenta con la esperança de robar acá no an tenido este remedio.
Carta del Almirante de Castilla al rey de España. Historia critica y documentada de las comunidades de Castilla. MHE v39, p.463



5. Los gastos

Y paresceles que es cosa lícita tomar lo que han menester para sustentar la vida y no morir de hambre ni de frío y por tener que jugar para pasar el tiempo
Relación de Francisco Duarte sobre los soldados amotinados en Sicilia, 8 de febrero de 1538

Soldados españoles jugándose unas cautivas tomadas en Túnez a los dados. Cartón nº9 de Jan Cornelisz Vermeyen de la serie 'La conquista de Túnez', elaborados entre 1546 y 1554


Aparte de en comer, servicios de lavandería, hospedaje, mantenimiento de caballos - no pocos infantes disponían de ellos, hasta el punto de poder formar dos compañías de 100 caballos ligeros por tercio, como es el caso del tercio gobernado por Álvaro de Sande en 1546; según ordenanzas de 1559, 10 caballos por cada 100 soldados - sostén de criados o mozos... los soldados gastaban su dinero apostando en juegos de dados y cartas - hay varias ordenanzas que lo regulan, lo que demuestra su popularidad - en tabernas, en vino y cerveza y prostitutas.
También, claro, encontramos el soldado piadoso que gasta su dinero en limosnas, y el culto que lo gasta en libros o útiles de escritura, como papel o tinta, pues amén de los famosos soldados escritores, cronistas como Martín de Cereceda, o poetas como Garcilaso, también los soldados escribían a sus casas, aunque los correos fueran caros y tardaran meses en llegar.  

Este libro es del señor Padilla, de la compañía del señor don Juan de Guevara. Y junto al abecedario y sobre una prueba de escritura, se puede leer: cauallero padilla hidalgo. 



Había no pocos soldados que tenían mujer lícita - casada y velada - o una amiga a la que alimentar, y fruto de estas uniones también había chiquillos a los que dar de comer y vestir.

Los soldados recibían asistencia sanitaria en campaña, atendidos por los barberos de la compañía, o el médico y cirujano del tercio o del hospital, pero también había médicos particulares siguiendo los ejércitos, algunos, especializados en el tratamiento de heridas - como las producidas por arcabuz - que por fama o por méritos, eran bastante demandados, servicios que había que pagar, así como de las 'medecinas'. Muchos soldados se quedaban 'a curar' en villas y ciudades mientras el ejército marchaba, y durante este tiempo, vivían de lo ahorrado. En campaña o en guarnición era el ejército el que proveía de alojamiento [véase el apartado 8. Los servicios].

En fin, entonces como ahora, había gastos obligados para sustentarse y gastos excusables, que podríamos llamar lujos, pero una de los elementos en que invertían considerable dinero, y que podía clasificarse en ambas categorías era en los vestidos. 
Los vestidos eran símbolo de estatus, y con ricas y llamativas vestimentas los soldados demostraban lo bien que les iban las cosas. 
Aunque a veces, claro, tuvieran que empeñarse.

Viendo los soldados del tercio de D. Juan Manrique y los demás abiertas las puertas á las negociaciones de libranzas para vender sus sueldos (que no poco daño resultó desto), comenzaron á comprar galas y vestidos extraordinarios que no habían menester, ni en la guerra se usan, para hacer sus fiestas
Sucesos de Flandes... Año de 1589

Los señores soldados se dedicaron en aquel episodio a comprar vestidos, los unos moros, y moriscos, los otros franceses y tudescos para imitar a la infantería y caballería de estas naciones, para disfrazarse, hicieron varias compañías de caballería e infantería, construyeron un castillo, todo 'de burlas' [13] y fingieron un asalto y escaramuzaron como 'de veras', corrieron toros, y en fin, hicieron fiestas dignas de un príncipe y de un Emperador, porque algo parecido hacían los príncipes en sus fiestas, como sucedió en 1548 durante las fiestas de Binche.

Carlos V e Isabel de Portugal asisten a juego de cañas celebrado en su honor en Toledo. Marzo de 1539. Obra de Jan Cornelisz Vermeyen
Los soldados imitaban lo que veían y las fiestas solemnes se alternaban con los pasatiempos públicos, como este juego de cañas organizado en Toledo en vida de la Emperatriz Isabel, que asiste con su marido como espectador, con la guardia de alabarderos flamencos a sus pies. Los participantes podían disfrazarse de moros, como fue el caso.  El juego de cañas, como cualquier otro tipo de torneo armado, tenía una componente caballeresca, cortesana, de lucimiento personal y de divertimento. La diferencia era que los príncipes, señores y caballeros tenían rentas para poder gozar de esos juegos. Los soldados, no. Carlos V e Isabel de Portugal asisten a juego de cañas celebrado en su honor en Toledo. Marzo de 1539. Obra de Jan Cornelisz Vermeyen


Todo, para un día, un solo día, de fiesta. Aunque eso sí, muchas damas flamencas quedaron gratamente impresionadas.

A los señores soldados, la verdad, les gustaba vivir bien. Poco después, habiendo perdido el crédito, y hallándose económicamente apurados decidieron amotinarse para conseguir las pagas atrasadas.

En todo caso, no era en lujos sino básicamente en mantenimientos en que gastaban la paga los soldados. Lo normal era ver a soldados descalzos y desnudos. La desnudez, claro, no era literal, ir en paños menores o en cueros, sino relativa: no tener ropa apropiada para pasar el invierno, por ejemplo, o ir con ropa remendada o harapos. La descalzez, a veces, sí era literal. En otras ocasiones, el soldado no iba literalmente descalzo, pero sí  con un calzado inadecuado, unas alpargatas buenas para el verano extremeño, pero nefastas para el invierno flamenco. 

Generalmente, el soldado no gastaba en transporte ni un maravedí, pero a veces había de costearse los fletes para volver a su tierra si, con licencia o sin ella, decidía regresar por motivos varios. Había soldados que disponían de caballos que eran caros de adquirir y costosos de mantener, aunque como caballos no destinados al combate ni a grandes trabajos, fueran de poca calidad, mayormente jacas chicas y cuartagos. 

Había claro, gastos excepcionales, como el hecho por Diego de Monsalve, caballero de Zamora y sus camaradas, Álvaro de Sosa, natural de Toro, Bernardo Sotelo, de Zamora también y Alonso de Cisneros, de Benavente. Se marcharon de Grecia a Zamora a vengar una afrenta sufrida por el padre de Monsalve. Habiendo tenido una suculenta presa en Corón, siendo soldados del tercio de Machicao [1531] decidieron gastarse mancomunadamente parte el dinero para viajar a España y dar satisfacción a la honra de Monsalve: 

La parte que á nosotros toca de esos ducados todos los entregamos y donamos para que dellos y de nuestras personas dispongais á toda vuestra voluntad, y os prometemos y hacemos pleito homenaje como caballeros hijos-dalgo , de os seguir y acompañar hasta que á mucha satisfaccion vuestra recupereis la honra de vuestro padre, y juntamente hacemos juramento de que si dentro de dos años no la satisfaceis á toda vuestra honra y poder , que os hemos nosotros de quitar la vida
Diego de Monsalve, en Capitanes ilustres y revista de libros militares [1851]



6. La ración

En principio, solo se daba ración a las tropas embarcadas o en presidios. A las tropas que estaban en campo, o con el ejército en movimiento, se les daba un sueldo, y con ese sueldo, se compraban sus mantenimientos, desde un par de zapatos de dos suelas, hasta una silla de caballo, pasando por velas de sebo o cera o carne de carnero o vaca y pan, mucho pan, cada día, por supuesto.

En todo caso, con esa ración podemos dilucidar que era lo mínimo necesario que se consideraba para poder sustentarse y el costo que suponía para el infante:

Ración para un soldado. Se calculan 66 raciones para un mes: 16 de legumbres - habas y garbanzos - 16 de pescado - atún, sardina y anchoa, bacalao - 13 días carne salada o tocino, 13 días arroz y 8 días queso. 
La dieta hallándose embarcados no era muy variada, y la mayor parte del aporte calórico procedía del bizcocho - pan recocido o secado al sol. [Datos obtenidos del presupuesto para la armada de 1578]

2 libras de a 12 onzas de bizcocho [60 libras al mes]
1/3 de azumbre de vino [10 azumbres al mes]
1 libra y media de tocino, cecina o carne salada [se consumía solo 13 días al mes: 19.5 libras ]
1 y 2/3 libras de queso [8 días al mes: 13 y 1/3 libras] 
1 y 2/3 libras de atún [8 días al mes: 13 y 1/3 libras] o pescado cecial o bacalao
4 sardinas [8 días al mes]
2 onzas de arroz [13 días/mes]
3 onzas de Habas o Garbanzos [16 dìas/mes] 

Esto, sumado a aceite, ajos, sal, vinagre, suponía un gasto de casi 2 escudos al mes por cada soldado. O sea, que 2/3 del sueldo ordinario se iban en comer. En la misma cuenta, podemos ver que el ejército contaba un coste de 3/4 de real por ración diaria, que con un sueldo de 3 escudos [30 reales], suponía un gasto mensual de 22.5 reales al mes, 3/4 partes del sueldo en mantenerse con vida. 

Evidentemente, todas estas raciones eran libradas con ganancia para la hacienda real. 

estaba la infantería repartida por los villajes, y que del castillo de Dilemburg se les enviaba cada dia ración, es á saber; á cada hombre dos libras de pan, una libra de carne y un pote de vino cada dia. 
Avisos de 10 y 11 de agosto 1568.  CoDoIn v.37

A veces, claro, en condiciones extremas, las raciones se ajustaban. Así, en el asedio de Castelnuovo [1539], los hombres de Sarmiento tocaban, según un bien informado Cereceda a ciento é siete granos de arroz y nueve granos de habas, porque no cabía más en la mesura con que se daba. 

La ropa, calzado y otros bienes que se entregaban al soldado, se hacían a cuenta, esto es, se descontaban del sueldo. Las armas y municiones, incluyendo consumibles como pólvora, mecha y plomo, también:

Y en los de los soldados españoles del tercio de don Pedro de Guzmán [...] como testigo de vista que ellos están tales que no parecen hombres, desharrapados y pobres. Yo ando solicitando que les diesen alguna ropa para cubrirse y pasar este invierno en cuenta de sus pagas de adelante. No sé lo que se podrá hacer. Lo que yo certifico a Vuestra Señoría es que vi por mis ojos dos soldados de ellos muertos de frío en la centinela donde hacían la guardia
AGS, Estado, Leg 499. 191 194



7. El valor de las mercaderías

y los soldados están sin blanca y desnudos y no hay cosa a buen precio sino el agua que llueve a cántaros y el lodo hasta la rodilla, y con todo esto no se deja el açada de la mano haciendo trincheas y otros reparos
Carta de Iñigo de Peralta, contador del Ejército Imperial en Francia, 13 de octubre de 1543. AGS, Estado, Leg 499. 163

Tanto en presidio, como en camino como en campo, el precio de las mercancías estaba tasado, y, en teoría, no se podía vender producto alguno por encima o por debajo de ese precio. En el campo, el comisario del ejército pactaba con los vivanderos un precio para las mercancías. En ruta, se pactaba con las autoridades locales por donde debía pasar el ejército. Naturalmente, esto se hacía con autoridades aliadas o amigas. 

Por carta de Francisco Duarte, comisario general del Ejército en Gueldres en 1543 [14]  sabemos que los españoles aceptarían el cambio de 36 placas [moneda local] por escudo de sueldo. El tipo de cambio era de 26 placas por florín de 15 bazos. 
O sea, que un soldado español o italiano del ejército imperial en estos años finales del reinado de Carlos V que tuviera de sueldo nominal 3 escudos, cobraría en moneda sonante de Flandes 108 placas = 62 bazos y 1/3 = 872 peniques y 1/3. 
 
Veamos precios de comidas y bienes tasados en el campo sobre Metz [1552]:

Comida y bebida
1 libra de carne de vaca o carnero - 5 peniques
1 libra de carne de buey graso - 6 peniques
1 libra de queso parmesano - 2 baços
1 libra de queso de Holanda - 1 y 1/2 baços
1 libra de salchichón o sobrasada - 2 baços
1 libra de embutido cocido - 1 y 1/2 baço
1 libra de sal - 1/2 baço
1 libra de aceite - 1 crayce

1 mossa de vino nuevo - 1 baço
1 mossa de vino viejo - 1 y 1/2 baços
1 libra de vinagre - 1 y 1/2 baços

Útiles
1 libra de candela de sebo buenas de Flandes - 1 y 1/2 baço
1 libra de candela de sebo de la tierra delgadas - 1 baço
1 libra de cera en hachas o velas - 5 baços
1 libra de jabón en pan o ladrillo - 2 baços
1 mano de papel muy bueno y delgado - 1 y 1/2 baços
1 mano de papel grueso - 5 crayces

Calzado y ropa
1 par de zapatos de una suela - 5 baços
1 par de zapatos de dos suelas - 7 baços
1 par de estivales de baquetas - 2 florines: 30 baços
1 par de estivaletes cortos para soldados de pie sobresolados - 12 baços
1 par de estivales de cordovan de una suela - 2 escudos
1 par de estivales de cordovan de dos suelas - 2 escudos y 2 reales
1 gorra de paño negro - 4 reales o 8 baços
1 gorra de paño colorado - 5 reales
1 jubón de tela llano estofado de algodón - 1 escudo
1 calzas para un soldado llanas y aforradas del mismo paño de cualquier color que no sea escarlata o grana  - 2 y 1/2 escudos
las mismas calzas teniendo guarnición o tafetán - 3 escudos

Piquero desarmado o pica seca con rodela caído en las playas de Túnez, 1535. Detalle del tapiz nº8 'Batalla en los pozos de Túnez' de la serie 'La conquista de Túnez' de Jan Cornelisz Vermeyen. Nótese la gorra roja con la que se cubre, producto de lujo, aunque rojo era el color con que debían marcarse los seguidores de los ejércitos de los Austrias


Tasas de sastrería y calcetería
1 hechura de jubón llano y estofado - 4 reales o 8 baços
1 hechura de calzas llanas - 4 reales

Tasas de herradores, silleros y precios de cabalgaduras
1 herradura en caballo o acémila - 2 baços
1 herradura en jaca pequeña o mula - 1 y 1/2 baços
1 silla de caballo de arzones grandes de buen cuero, no siendo armada - 2 y 1/2 escudos
1 silla de caballo de arzones pequeños, de cuartago o de jaca - 2 escudos
1 guarnición de cuerno de baqueta doblada - 2 escudos
1 guarnición de cuerno de baqueta sencilla - 1 y 1/2 escudos
1 par de estribos barnizados - 4 reales o 8 baços
1 freno común de caballo - 20 baços
1 par de espuelas barnizadas con sus correas de cuero - 5 baços
por aderezar una silla de caballo y rehinchirla - 2 baços
por aderezar una silla y echarle alguna barra, o chapa de hierro en la fortificación de los arzones - 4 baços

Con estos precios, uno podía comer sin pasar hambre pero sin cometer excesos, vestirse con decencia pero sin lujos y no pasar mucho tiempo a la luz de las velas. Y claro, mejor no tener caballo ni amiga, ni mozo ni deudos ni amigos que sentar a la mesa. 

El pan, que era parte fundamental de la dieta, se solía dar 'de munición': el ejército contrataba panaderos, transportaba harina y llevaba hornos portátiles para tener pan fresco cada día. 
 
Pero lo normal es que los precios acabarán hinchados por la normal carestía de la guerra, y los soldados acababan pasando hambre por no tener que comer. De ahí que fuera normal que se desmandaran a buscarse el sustento.

A veces, claro, había vaivenes en los precios en función de su abundancia o carestía:
Bien creo que su Magestad tendrá mas cómodo para esperar, por la abundancia que tiene de vituallas ; porque son tantas, Dios sea loado, que siempre hay trescientos carros de pan y vino sobrados en el exercito: y las vacas á medio escudo, y á ocho rs. vi una; no embargante que el vino vale á dos rs. el azumbre, y tres libras de pan por real
Carta de Bernardo de Aldana, capitán de arcabuceros a caballo del ejército imperial en Alemania [1546]

En muchas ocasiones, era el propio ejército quien, habiendo hecho presas de importancia, las ponía bajo custodia para dar de comer y de beber a los soldados. En plazas de Berbería y otras aisladas amenazadas por los turcos [como en Grecia] se hacían cabalgadas para capturar ganado, que era vendido en el presidio o consumido por los propios soldados que lo habían tomado. Cereceda habla con curiosidad de la toma de búfalos, animal á modo de un buey, sino que son negros y de más extrañas faciones

El vino era considerado un alimento, y se bebía normalmente aguado, aunque la ración diaria de 1/3 de azumbre [1/3 de 2.016 litros = 0.672 l] casi una botella de las que a día de hoy encontramos en el mercado, parece bastante alta. Había, claro 'soldados viciosos'. 
A veces los soldados cometían excesos, y asaltadas unas bodegas o atrapadas unas barcazas cargadas con botas de vino, se emborrachaban allí mismo hasta la inconsciencia, olvidándose de su deber. Pero lo normal era la escasez y la sobriedad. 
  


8. Los servicios

Estando en guarnición, o alojados en villas y ciudades durante una guerra. los soldados recibían servicio de sus huéspedes [hoy diríamos hospedadores]. 

Los huéspedes, siempre según sus posibilidades, debían darles pan, carne, pescado y vino, o cerveza donde no lo hubiere, en dos comidas, una a la mañana, al yantar, y otra, a la noche, a cenar. 

Cada dos soldados, les proporcionaban un lecho o colchón con sus sabanas y cubierta como ropa de cama mudada cada quince días. Unos manteles y dos pañizuelos como ropa de mesa, mudada una vez por semana. 

Para cocinar y comer, una olla con sus platos y escudillas de estaño o barro y escudillas necesarias. Un cubo para sacar agua y un candelero o candil. 

Un haz de leña de cinco pies de largo y cuatro y medio de ancho para dos soldados cada mes, y en el verano la mitad. También el patrón podía compartir su fuego en lugar de dar la leña.

1 arroba de heno para cada caballo, sin obligación de dar cebada. En ocasiones también recibían paja para el animal. 

Este servicio, regulado y pactado con las autoridades locales, era pagado por el ejército. 



9. La carestía

y dende adelante como la mas de la vitualla se perdió, lo que quedó vendíase tan caro que un pan de una libra de 16 onzas valia un quevir de nueve mrs., y destos panes habia menester hombre tres ó cuatro para hartarse á una comida; valia una tortuga catorce quiles; vendíanse unos pajaricos pequeños en tres ó cuatro quibiles, valia un gato medio ducado, valia de unos espárragos que allí habia cada espárrago á maravedí, valía de unos cardos montesinos pequeños cada uno dos ó tres quiles ,
Relacion de los sucesos de las armas marítimas de España en los años de 1510 y 1511, con la toma de la ciudad y puerto de Tripol por el conde Pedro Navarro

Una cosa eran los precios ordinarios, pero puntualmente, sobretodo en tiempo de cerco de una plaza fuerte, los precios se multiplicaban haciendo imposible vivir con un sueldo medio. En ocasiones, como en el caso de la armada de Pedro Navarro, simplemente, no había que comprar ni que comer. 

A veces, sucedía justamente lo contrario, y tras una gran presa o cabalgada [en Berbería] el mercado se llenaba de productos, y se podía comprar un buey por un ducado [Cereceda, 1533].



10. La camarada

Vivir en camarada era lo que salvaba al soldado español de la miseria y de las penalidades, a decir de varios autores de mediado el XVI, y en la ordenanza de 1632 se estableció que vivir en camarada era obligatorio, y no debía quedar soldado sin ella [15]: 

por­que un soldado solo no puede con su sueldo entretener el gasto forzoso como juntándose algunos lo pueden hacer, ni tiene quien le cure y retire si está malo o herido

Viviendo en camarada, 5, 6 u 8 soldados se juntaban y compartían gastos, ahorrando dinero y socorriéndose en tiempos de penalidades. También, evidentemente, se establecían fuertes lazos personales. Parece que el origen de la palabra viene dado de la voz 'cámara', o habitación, puesto que los soldados compartían cama - cosa bastante normal en la edad moderna; incluso al hospedarse podía uno compartir cama con un desconocido - y que de esa voz se derivó camarada, para describir la cuadrilla que hacía parte de la vida militar en común, y acabó derivándose el término camaradería, que expresa los lazos de afecto y solidaridad establecidos entre personas. 

El acceso al crédito también era más fácil si se realizaba de modo mancomunado, respondiendo unos por otros. 

Evidentemente, como en todo, había clases, y existía la camarada del capitán, que sentaba a su mesa a sus favoritos, soldados particulares y entretenidos. 



11. Las posesiones materiales y el ahorro

Los vestidos se guardaban en baúles y arcones junto con el menaje - ollas, escudillas, etc - que constituían la propiedad básica del soldado junto con el dinero en monedas o joyas que podían haber ahorrado. El dinero se podía guardar en un cofre herrado. 
Todo junto, se denominaba comúnmente 'ropa' - aunque a veces se hacía la distinción de 'ropa y dineros' - ropa que  se guardaba en 'bagajes' en los carros que el ejército ponía a disposición de las tropas. El 'bagaje' era también usado para referirse al conjunto de las pertenencias del soldado. 
Desvalijar la 'ropa' del bagaje enemigo era una de las motivaciones para ganar una batalla o tomar por asalto una plaza. Los pactos de rendición de plazas fuertes más generosos otorgaban a los rendidos salir de las villas con la ropa y dineros:

«Yo, Francisco de Borbon y Conde de Enguien, somos contentos de que el ilustre señor Pirro Colona y señor Conde con el Maese de campo y capitanes y soldados hayan de salir de la villa de Carignan, dejando el artillería y municiones, y quellos lleven todas sus armas y banderas y atambores y pifanos y caballos y bagaje y ropa y dinero, con que salgan con las banderas cogidas y atambores callados hasta ser pasados el Po 

También poseía el soldado las armas con las que combatía, que podían haber sido entregadas por los oficiales del rey, pero que descontadas del sueldo, eran propiedad del infante. 

El soldado, siempre en movimiento, debía viajar con poco y se establecían ratios de carros cada X personas, para evitar que a los largos trenes del ejército, con la artillería, municiones, pertrechos y bastimentos, se les sumasen infinitos carros con las posesiones de los soldados. Pocas, sí, pero multiplicadas por miles de 'bocas', sumaban dos o tres centenares de carros. Lechuga propone en su tratado de 1611 un total de 659 carros para transportar las balas, pólvora, armas de respeto y pertrechos necesarios para un ejército medio. Si se le suman 200 o 300 carros más para impedimenta de los soldados, más los carros de los vivanderos, más los bastimentos, se acrecentaban los problemas logísticos, aunque fueran carros ligeros, no como los carros de cuatro caballos para llevar pelotas del artilerría. 

Será muy necesario que V. Mgd. mande prevenir a la cavalleria y infanteria Alemana alta y baja que no traigan tantos carros y bagages y otros inpedimientos que suelen, que son la ruina de los exercitos, dándoles desde luego orden que no puedan traer si no tantas carretas por ciento o por tanto número de cavallos, y reduciéndolo a lo menos que se pudiere.

Los señores que servían en en ejército, por contra, en los carros llevaban sus 'casas'; esto es, llevaban todo lo necesario para sí y sus criados para vivir en el campo con cierto lujo, lo cual podía sumar varios carros para un solo servidor del rey. Por ejemplo, el capitán general de la artillería del ejército de Flandes en 1586, recibía del ejército 6 carros de cuatro caballos para tiendas y menaje. Por contra, Lechuga estimaba que 50 carpinteros del artillería, compartían 2 carros de tres caballos para todos ellos. 

A veces, no toda la ropa se llevaba a campaña. Por ejemplo, no se hacía cuando el tercio estaba alojado en una plaza de Brabante, por ejemplo, y se le destinaba a combatir por un determinado tiempo, o asediar una plaza. Entonces, parte del bagaje del soldado se quedaba en la plaza donde residía normalmente, y llevaba consigo lo necesario.

Viendo el Maese de campo el mandado é orden del Marqués del 
Vasto, y como la distancia del camino fuese grande, manda á todos los capitanes que ellos y sus soldados mandasen con algunos soldados todas las cabalgaduras y bagaje de sus compañías á la villa de Cortamilla, y que ellos, con sus compañías, estuviesen apercibidos para ir por mar. 
Tratado de las campañas...  Cereceda [año de 1539]

Por seguridad, el dinero y las joyas no siempre se llevaban consigo. Había la opción de dejarlo en manos de mercaderes y el soldado portaba una póliza que le acreditaba como el propietario. Los problemas, claro, venían a la muerte del soldado si no había hecho testamento y declaración de bienes.

Ese año de 1538 se envío a Hungría un tercio de 2000 hombres a cargo de Cristóbal de Morales desde Italia para combatir bajo las órdenes del rey Juan, anterior enemigo de Fernando I, hermano del Emperador. Llevaban 3000 bagajes. 
Estando embarcados en el río Eno, en dirección Linz [y luego a Viena por el Danubio] una de las barcazas se hundió, vigilia de San Bartolomé, muriendo 150 soldados y más de cien mujeres y mozos, 250 personas. 
Se dijo que se hundieron con la barcaza cerca de 10.000 escudos, y el rey Fernando dio orden de que se buscase el dinero para entregárselo a los demás soldados, sus parientes y herederos.
Estos 10.000 escudos entre 150 soldados, con un solo alférez muerto, hacen un promedio de 66 ducados por soldado, la paga de algo más de un año y cuatro meses [48 ducados/año] para un arcabucero o coselete de la época [16]. 
Los ahorros de toda una vida.  



12. Testamento

El difunto, estando ausente de su patria, muchas veces no dejaba sino deudas y 'cargos de conciencia', o sea, mujer e hijos no legitimados. Y muchos soldados morían sin haber hecho testamento, adueñándose en muchas ocasiones los oficiales de sus compañías o los capellanes de los bienes que hubiera dejado, lo cual fue motivo de protesta de muchos soldados, que se consideraban legítimos herederos de las posesiones de sus camaradas muertos. Aunque claro, también camaradas y criados del difunto tomaban posesión de sus bienes.

Cuando había testamento y herederos declarados, y dichos herederos - normalmente parientes - se hallaban en España, se hacía almoneda pública o subasta de los bienes, y el dinero se giraba a los herederos. 

Existía el concepto de 'las pagas de los difuntos', esas pagas atrasadas no cobradas en vida que podía reclamar el heredero, si había testamento, claro. En ocasiones, gozar de estas pagas por parte de los camaradas vivos fue motivo de reclamación en algún motín, pues eran normalmente hurtadas por los oficiales de las compañías.

Los que tenían parientes, solían testar en ellos, normalmente la mujer, si bien, parece que - aunque el dato es del siglo XVII - la mayoría de soldados, cerca de la mitad, lo hacía en compañeros de armas. Otros herederos eran oficiales y capellanes. Los albaceas también solían ser camaradas del muerto. 


Modelo de 'pacto y concierto que hazen dos que estan en guerra' para declararse herederos mutuamente. También acordaban de repartirse las ganancias a partes iguales, como hacían los aventureros en las Indias, lo cual pone de manifiesto el sentido de empresa particular que daban algunas personas que se alistaban en los ejércitos. Escrituras y orden de particion y cuenta, y de residencia judicial, con una instruccion particular a los escribanos... (1577) - Diego de Ribera 



El hecho de que se publicara en Flandes bajo el gobierno del Archiduque Alberto [1596]  un Vando general en lo qve toca a los testamentos, y bienes de difvntos y la forma qve se ha de tener en los secrestos, y depositos de la gente militar que trataba de regular, y evitar, en la medida de lo posible, los fraudes y robos que se hacían sobre los bienes de los soldados muertos, prueba que no todos los soldados, ni mucho menos, morían pobres de solemnidad. 




NOTAS

[1] 
y sábado siguiente, pagaron á toda la gente 30 carlines de Napoles, que valen 30 maravedises cada uno, 
Relación de los sucesos de las armas de España en Italia en los años de 1511 y 1512 con la Jornada de Rávena.
Cabe tener en cuenta que esta es la relación de un soldado. Sobre dicha relación no podemos albergas demasiadas dudas, pero el tipo de cambio expresado puede que no fuera real de mercado, sino que fuera con ganancia de moneda.

[2] Por contra de lo que es tenido por común, eran los impuestos recaudados y no la plata de Indias los que sostenían el sistema, aunque el oro y la plata que traían los galeones cada año aportaban liquidez temporal y desahogo a la hacienda real.


[3]
Como quiera que sea V. A. devria mandar que la plata se labrase, y si no se pudiese acabar para que venga á tiempo en su armada, que se traiga en posta, porque si se aguardase á traer después, correria peligro; y en fin acá se podria proveer que se labrasen reales ó otra moneda á propósito , de la tierra, en que se perdiese poco
Bruselas, 3 de febrero de 1554

[4] Las monedas generalmente no se ensayaban porque se confiaba en que el metal en pasta hubiera sido ensayado a su llegada a la ceca y el acuñamiento era garantía de su calidad.

[5]
Artículo 8. 

ítem, que se cuente á razón de treinta dias por mes, como és la costumbre, y ha de tener cada uno de los soldados cada mes de sueldo 4 escudos de moneda de Alemania, á razón de 15 baços por florín, ó 70 cruces de las dichas monedas á 25 placas cada florín, moneda de Brabante, ó el valor del en cual quier moneda, conforme á como corriere adonde se le hiciere el pagamento, y el dicho pagamento será ocho dias antes del mes ú ocho después, conforme á como estuviere pronto el dínero para pagarles; y si en caso el dinero se tardare diez y seis dias más, y no estuviere pronto, tendrán paciencia, y no por esto dejarán de hacer sus guardias ni otras cosas que se les ordenare, tocante al servicio de S. M., como conviene á buenos y honrados soldados.
Artículo Briff de Alemanes Altos

[6]
En llegando aquí el aviso de la paga que viene para el ejército, acudieron á mí el conde Federico y todos los cabos de la infantería alemana á quejarse, de que el oficial del pagador les habia dicho, que no se les habia de dar la moneda de la paga al placarte del rey, sino como valia en  el país en que nos hallamos, y que esto era contra sus stalbriff, y contra las órdenes que habia para ello [...]
é informándome de que su stalbriff decia lo contrario, los desengañé que sin nueva orden de V. A. , yo no permitiría que fuesen pagados al placarte del rey, sino como corre la moneda en Bolduque,
Carta del Almirante mi señor, á S. A el Archiduque Alberto, fecha en el campo á 4 de octubre de 1599.

[7] así, mandó luego que á la nación española e italiana les hiciesen sus cuentas y se les pagase todo el sueldo que se les debia, y por la muestra que habían dado, á los 13 de Agosto fueron pagados y satisfechos de todo lo que se les debia, que eran treinta y siete pagas , y se les dieron en oro á los 20 de Setiembre
Los Sucesos de Flandes y Francia en tiempos de Alexandro Farnese, por Alonso Vázquez. Año de 1585.

[8] en la alteración última de Cutra y del tercio que fué de D. Juan Manrique de Lara, entre otros capítulos, prometimos que en lugar que hasta aquí se les contaba 39 placas por cada escudo de su paga que de aquí adelante se les darán por él y se les contarán 10 reales de plata castellanos; es necesario que se haga con la demás infantería española y caballería lo mismo, que tanto con ella como con la demás gente de guerra del ejército se tome forma y mude el estilo, y poner precio en cómo se han de contar los escudos y las demás monedas, declaramos que de hoy dia de la fecha de ésta en adelante, toda la infantería y caballería española, y asimismo toda la infantería italiana, borgoñona y caballería italiana y albanesa, y la demás gente de guerra que por lo pasado ha sido pagada al dicho precio de escudos de á 39 placas y tratada en conformidad de la dicha infantería y caballería española, todos los escudos que hasta aquí han contado por 39 placas, se cuenten y hagan buenos á la dicha gente de guerra, infantería y caballería, al dicho precio de 10 reales, y que dándoles 10 reales ó su valor, hayan de recibir los escudos y cualquier otras monedas de oro ó plata al precio que corrieren y valieren en estos Estados, tanto por este placarte nuevo, co;no adelante, sin que se les hayan de dar á menos precio ni reducción como hasta aquí se ha hecho cuando se les han contado los escudos de su paga por 39 placas, que se les han pagado los' escudos de oro de Italia á 48 placas, no obstante que valian, por orden y curso, á 57 placas; y los demás escudos de Castilla y Francia al respecto , y las otras monedas de oro y plata á más bajo precio del que tenían curso, por algunas consideraciones y respetos. 
Orden que el príncipe de Parma dio al pagador Gabriel de Santisteban, 1 de agosto de 1590.


les concedió la paga entera de su remate y que desde aquel día en
adelante se entendiese ser el escudo de la paga del soldado de a diez reales con nombre de un Felipe, moneda que en aquel país vale cincuenta placas, quitando para siempre una cierta computación de moneda, entendida apenas por los contadores más pláticos y dañosa no solamente a los soldados, pero también al rey
Carlos Coloma, Las guerras de los Estados Baxos desde el año de 1588 hasta el año de 1599

y asi se resoluio el Duque embiarme à mi con doze comisarios para fenecerles y ajutarle sus quentas. Lo qual se hizo con algunas dificultades que se ofrecieron y allanaron. Por lo que no auia medio para componer fue que querian los soldados que se les hiçiefe el pagamiento contádoles los escudos à razon de diez reales Españoles, porque segun cierta quenta vieza seles computauan a treienta y nueue placas respeto de que quando se hizo este computo las placas eran de mas valor y por esta causa el soldado no tenia el justo valor de diez reales por ducado. Pero aun que tenian razon era de tan gran consequençia en daño de la hacienda Real que montara en todo el exercito mas de vn millon, y asi el Duque nunca quiso venir en ello, si bien les prometio que de alli adelante se les pagaria à diez reales por cada escudo sin otra reducion,como se hizo.
Antonio Carnero, Historia de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes

[9]
3. Item, se ha hallado en la dicha cuenta muchas y grandes ganancias en los mantenimientos y provisiones que mosen Luis tuvo y repartió por los de la armada a más del precio que costaban [...]

4. Item, se ha hallado buena ganancia en cierta suma de petos que mosén Luis repartió y descontó a los del armada, que eran aquellos petos y arneses blancos, y otras armas y braçales y ferramentales que se trajeron de Milán [...] 

Cuentas de Mosén Luis Peixo [1504], Ladero Quesada, obra citada.

[10] Un caballo ligero español o italiano a mediados del XVI ganaba 6 y 1/2 escudos al mes en Flandes o Alemania.
En la década de 1540, 6 escudos en el estado de Milán.
En otra relación, sin fechar, pero de la misma época, 5 escudos de sueldo.

Los hombres de armas del estado de Milán, en 1548, ganaban 9 escudos y 17 sueldos, moneda de Milán, cada mes, más unas 'tasas' de 2 escudos y 2 sueldos por caballo al mes.

[11] Tallar = Tálero, moneda de plata alemana de valor 1 florín y 7 stivers [el ducado español del momento valía 1fl:19st]

[12] 1547 Testamento e inventario de don Sancho Bravo de Lagunas, comendador de Peraleda. Editado por Anastasio Rojo Vega

[13] El relato completo no tiene desperdicio. Hicieron los soldados fiestas propias de reyes. Y no es una exageración:
Viendo los soldados del tercio de D. Juan Manrique y los demás abiertas las puertas á las negociaciones de libranzas para vender sus sueldos (que no poco daño resultó desto), comenzaron á comprar galas y vestidos extraordinarios que no hablan menester, ni en la guerra se usan, para hacer sus fiestas; y aunque es fuera de propósito escribirlas, por hallarse en este medio los soldados en tanta ociosidad, las apuntaré. Hicieron una compañía de Moros Alárabes ó Boharies ; otra de caballos ginetes con lanzas y adargas, vestidos á la morisca; otra de infantería francesa, y una corneta de raytres con otra de tudescos infantes, y otra de lanzas españolas, y de infantería otra compañía desta nación. 
Fabricaron un castillo en la plaza de Malinas con sus cortinas y torreones, bien aderezado , y le pusieron guarnición , y todas las compañías de las naciones que he referido le sitiaron y batieron de la misma manera que lo sabian hacer de veras; y estas burlas parecieron tan bien como se podía desear por la diferencia de trajes con que cada nación se vistieron, que fueron tan costosos, que no menos que el buen nombre y opinión que tenian les quitó, como adelante escribiré. Concurrieron á ver estas fiestas todas las damas de los lugares y villas de los contornos de la de Malinas; hubo toros á uso de España, que aunque en Flandes son mansísimos y no se acostumbran á correr, el algazara y vocería de la compañía de los alarbes y demas que habian formado , hicieron á los toros salir de su naturaleza , pues ya que no se embravecieron , al menos regocijaron la plaza , con que las damas flamencas lo quedaron por extremo. Hubo muchas y gallardas escaramuzas, y algunas salidas que hicieron los del castillo fueron de muy gran risa y pasatiempo , porque los fingidos muertos y heridos que hubo, y ver cómo los retiraban entretenian la gente, y no menos el bagaje que en la plaza entró bien ordenado de los mozos de los soldados y mujeres que le seguían , todo tan contrahecho á lo verdadero, que con los medios que buscaban de risa y placer para entretener la gente fué una cosa maravillosa; lo mismo cuando asaltaron y ganaron el castillo. Cesaron estas y otras muchas fiestas con la noche, habiendo durado todo un dia con gran aplauso de varias gentes que las fueron á ver , pero quien más las sintió eran los mismos que las hicieron , por haberse empeñado tan sin provecho y gastar lo que no tenian 

[14] fechada en Valenciennes, 27 de septiembre de 1543, AGS, E. leg. 499 134

[15] El artículo referido dice así:
42.  De haberse relajado en mis ejércitos la buena y loable costumbre que solía haber de que los soldados viviesen en camaradas se han seguido generalmente inconvenientes de gran consideración y que necesitan de remedio, en particular en los Países Bajos, donde el exceso en las comidas es mucho. Y por este respecto se multiplica el bagaje en los ejércitos, estorbando las facciones importantes que con menos embarazoso bagaje fueran practicables, sustentando los que deberían dar ejemplo a muchos holgazanes, que sólo sirven de entretener los chismes, parcialidades y desasosiegos, pretendiendo y obteniendo por favor las compañías y cargos que vacan a los ojos de los que sirven con mayor trabajo, necesidad y méritos, siguiéndose, de la superfluidad y necesidad en que ponen estos gastos, excesos de mucha consideración, perjudiciales a las provincias donde se alojan o cam­pean los ejércitos, destruyéndolas a titulo de salvaguardias y haciéndolos aborrecibles en ellas. Y, para que estos inconvenientes se excusen y las cosas se reduzcan a la parsimonia que pide la soldadesca, y viviendo en camaradas, que son las que han conservado más a la nación española, por­que un soldado solo no puede con su sueldo entretener el gasto forzoso como juntándose algunos lo pueden hacer, ni tiene quien le cure y retire si está malo o herido; y, porque el modo de vida contrario es, entre soldados, desapacible y sospechoso, ordeno y encargo mucho a mis Capitanes Gene­rales y Maestros de Campo tengan muy particular cuidado en no consentir que soldado alguno viva sin camarada, dándoles ellos ejemplo, con tener­las de las personas que para esto fueren a propósito y usando en sus mesas de tal moderación y templanza, que con este buen ejemplo se eviten los excesos que de presente hay y se excuse la multiplicidad de bagajes que esto causa, impidiéndose los buenos efectos que sin este embarazo pueden tener los ejércitos, atendiendo con particular desvelo a que en ellos se eje­cute así y que los capitanes tengan camaradas a quien den de comer con el poco regalo que la profesión de la guerra admite, con que los soldados no excusan, antes asisten más al servicio ordinario de sus compañías. Y los sargentos y cabos de escuadra no consientan que haya soldado sin camarada, avisando dello a sus capitanes, entendiendo los unos y los otros que este punto es de tanto servicio de Dios y mío y buena orden y concierto de mis ejércitos que el que contraviniere a él incurrirá en la pena de mi indigna­ción. Y mando que este capítulo se ponga particularmente en las instruc­ciones de los Capitanes Generales a quienes mandaré escribir lo ejecuten puntual y precisamente.

[16] La noticia está fragmentada entre el relato de Cereceda y la correspondencia  del nuncio en la corte de Fernando, Alejandro Farnese.
Cereceda no menciona la pérdida del dinero, el nuncio menciona la pérdida de los mujeres [100 según el cronista soldado] y familia, cifrando el total de muertos en 300. Cereceda y el nuncio coinciden casi a la decena en el número de soldados fallecidos: 150 y 140. El nuncio refiere como fuente al propio Fernando. 

fu in questi di poco avanti l'arrivar mio che una nave con parte di quelli Spagnuoli se affogó, entro la qaale se annegorno più che cento quaranta buoni et experti soldati, senza le donne et famiglii che sicome mi ha detto Sua Maestà; in tutto furno al numero di forse trecento bencè non morse alcun capitanio, ma solum un alferes; et che portavano tra loro più di dieci milia scudi, li quali Sua Maestà ha dato ordine che se cerchino et se diino ad altri soldati Spagnuoli, quali son già comparsi dicendo esser loro parenti et heredi. 
Carta fechada en Linz, 7 de septiembre de 1538 en 
Nuntiaturberichte aus Deutschland nebst ergänzenden Aktenstücken. Erste Abteilung: 1533-1559. v3.1 p.150